miércoles, 17 de septiembre de 2025

FELIPE IV





 Tal día como hoy pero en 1665 murió el rey Felipe IV a la edad de 60 años, tras un reinado de 44 años y 170 días, reinado que será el más largo de la dinastía de los Habsburgo.

Los exitosos primeros años de su reinado auguraban el mantenimiento de la preeminencia universal de los Habsburgo, pero la guerra constante con la Europa protestante y la católica Francia condujeron al declive y ruina de la Monarquía Hispánica, que hubo de ceder la hegemonía en Europa a la pujante Francia de Luis XIV, así como reconocer la independencia de Portugal y las Provincias Unidas.
El Rey había sido víctima de una salud precaria desde 1658, cuando su pierna y su brazo derechos quedaron paralizados tras permanecer expuesto al frío y a la humedad, estando de caza en Aranjuez.
Durante el verano de 1665, sufrió terriblemente de cólicos nefríticos, y su última enfermedad se agravó el 11 de septiembre, cuando el rey comenzó a sentirse mal, deponiendo heces sanguinolentas, lo que induce a pensar que cayó enfermo de disentería. Elaboró cuidadosamente su testamento para la sucesión de su único hijo vivo, el enfermizo Carlos, de cuatro años de edad. La reina Mariana sería la regente, asistida por una Junta de Gobierno en la que quedaban equilibrados diferentes personalidades e intereses regionales, con tres miembros de Castilla, tres de la Corona de Aragón y un secretario vizcaíno. Las intenciones del Rey quedaron recalcadas mediante la cláusula 54 de su testamento: “Encargo al Príncipe, mi hijo, y los demás sucesores y a la Reyna y a los tutores y governadores, y expresamente les mando, que guarden y hagan guardar a todos mis reynos y a cada uno de ellos sus leyes, fueros y privilegios”.
El Rey falleció en su cuarto de verano en el Alcázar de Madrid el 17 de septiembre, tras un reinado de cuarenta y cuatro años. Su cuerpo yació expuesto en el Salón Grande, que había pasado a conocerse como el Salón Dorado después de que el Rey mismo mandara renovarlo alrededor de 1640. Después se le trasladó a El Escorial, y allí fue enterrado en el Panteón que había luchado tanto por construir y embellecer. Las exequias, que se celebraron en la iglesia del convento de La Encarnación a finales de octubre, resultaron excepcionalmente elocuentes y elaboradas, incluso para las normas de la realeza española, tal y como correspondía a un Monarca que sería recordado por la posteridad no como Felipe «el Grande» o «el Rey Planeta», sino como un mecenas sin parangón.
Hombre de gran cultura y mecenas de las artes; la suya fue la mayor colección de pintura que hubo en Europa en su tiempo. Reunió para los palacios de la Corona (mediante encargos directos, compras y regalos) centenares de cuadros, la mayoría expuestos o guardados en la actualidad en el Museo del Prado y que se cuentan entre sus mayores tesoros. Aparte de las enviadas al monasterio de El Escorial, incorporó más de 2000 nuevas pinturas a sus palacios: unas 1100 para el Real Alcázar, unas 800 para el Buen Retiro, construido bajo su reinado, 171 para la Torre de la Parada, profundamente reformada durante esos años, y 96 para la Zarzuela, también de nueva construcción. Entre los artistas de los que incorporó obras a la Colección Real figuran Rubens, el pintor más prestigioso de Europa en su época, del que reunió la mejor y más extensa colección que haya existido (aunque posteriormente sufrió graves pérdidas, en especial en el Incendio del Real Alcázar de Madrid en 1734), Mantegna, Durero, Rafael, Correggio, pintores venecianos como Tiziano, Veronese y Tintoretto, múltiples pintores barrocos españoles, flamencos, italianos y franceses (Ribera, Zurbarán, Van Dyck, Reni, Annibale Carracci, Barocci, Lanfranco, Domenichino, Poussin, Claudio de Lorena)... Ello, por no aludir a la protección que dispensó a Velázquez a lo largo de cuarenta años. Sin el apoyo de este rey, el pintor sevillano no hubiese desarrollado una carrera tan brillante.
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