sábado, 25 de octubre de 2025

El Zorro

 

El Zorro




Zorro en el telefilme de Guy WilliamsZORRO

Zorro está sin dudoso el héroe enmascarado más famoso de los personajes azarosos y además del vario filme y telefilme ha hecho su aparición también en el mundo de las historietas ilustradas y de los dibujos animados, además ha inspirado la invención de los súper héroes como Batman y Spiderman. El personaje de Zorro ha sido creado en el 1919 del escritor Johnston mc Culley con la novela del título " The Curse of Capistrano ", publicado para la revista americana All-Story Weekly. El año sucesivo en el 1920 arriba en las pantallas cinematográficas con el filme " El signo de Zorro " interpretado del actor Douglas Fairbanks Senior, que obtuvo un grande éxito de público.
En el 1940 había una otra versión de " El signo de Zorro " ésta vez interpretado del actor americano Tyrone Power. La máscara de ZorroEl más grande popularidad de Zorro se tiene ciertamente a la serie de los telefilme de Walt Disney, transmitidos del 1957 al 1959 e interpretados del hábil experto Guy Williams. La serie es transmitida todavía hoy en una versión restaurada y coloreada. En el 1998 Zorro es devuelto en las pantallas cinematográficas con el filme " La máscara de Zorro " interpretado de Anthony Hopkins en las averías de un Zorro ya anciano ( pero siempre en pierna ), Antonio Banderas que interpreta el desmañado bandido Alejandro Murrieta y con un espléndida Catherine Zeta Jones a su debut.
los comics de ZorroLas aventuras de Zorro son ambientadas en Californio español al principio del 1800 y han para protagonista el noble don Diego del Vega, que para defender la causa de la pobre población, oprimida de un gobernador de tirano, se disfraza de Zorro poniendome una costumbre y una máscara negra y con grande maestría en el uso de la espada y del látigo, siempre sale bien a derrotar sus enemigos, que en la mayor parte de los casos somos representados de los soldados de la guarnición de Los Angeles y del pobre Garzia, un corpulento y desmañado sargento ( en realidad más interesado al alimento que a las cuestiones políticas ) que tiene tan solo la culpa de ejecutar los ordenes de sus superiores. En las aventuras no faltan además bandidos y estafadores de la peor especie. A cada victoria o para indicar su presencia Zorro siempre dejar el signo de la z sobre algún mensaje o sobre los pantalones de algún malaventurado enemigo que ha sido vencido en duelo. los comics de ZorroLa única persona que conoce el secreto de Zorro es Bernardo el mayordomo sordomudo de Diego del Vega, que el más de las veces hacen ficción de no entiende, pues qué a la necesidad se pone una preciosa ayuda para quitar Zorro del ay y para contribuir a esconder su identidad secreta. Entre los varios personajes recordamos también el padre de Zorro y su prometida que no sospecha mínimamente de la doble identidad de Diego. Para cuanto mira de nuevo los historietas ilustradas de Zorro, en Italia fueron publicados al extremo de los años '50 de los Mondadori que continuaciones los historietas ilustradas americanos diseñados de Warren Tufts y de Alex Toth basándose en las escenificaciones del conocido telefilme y algunas historias llevan la firma de autorizados autores del historieta ilustrada italiana como Guido Bozzelli y Lorenzo de vida.
Zorro - los dibujos animadosExiste también la versión de Zorro para cuanto mira de nuevo la serie de dibujos animados japonés titulados Keiketsu Zorro o sea Zorro extraordinario, que ha estada realizada del Mushi Productions en el 1995 para un total de 52 episodios. Existen pero de las diferencias sustanciales entre el clásico Zorro y esta versión a dibujos animados, en efecto, Diego del Vega es rubio y no tiene el bigote, pero es un muchacho de en cuanto a 16 años, torpe y enamorado de la bonita Lolita que a suyo vez está enamorada de Zorro y que después no es a conocimiento de la identidad secreta de Diego.el sargento Garcia Bernardo no es sordomudo, pero un niño de en cuanto a ocho años, que conoce la verdadera identidad de Zorro y lo ayuda en sus empresas, disfrazando también él de pequeño Zorro. En esta versión el corcel de Zorro es un bonito caballo blanco ( en la versión original es negra ) llamado rayo. Su acérrimo enemigo es el coronel Gabriel, mientras el sargento Garcia es espeso aliado y cómplice del pueblo oprimido, aunque siempre representa el lado divertido y cómico de la serie.

La princesa que quería casarse por amor

 

La princesa que quería casarse por amor

Una vez más les traigo hasta este blog uno de los cuentos que más suelo contar. Es un cuento de la tradición oral de la India, pero lo que van a leer quizás no es exactamente lo que cuentan allí. Lo que van a leer es lo que yo cuento, cuando lo cuento. 
Carmen Ibarlucea

Ilustración: Chica Eriza, Hoyos de Cáceres diciembre 2010 Extremacuentos
Cuentan, que hace mucho, mucho tiempo vivió en un reino muy lejano una princesa que quería casarse por amor. Cuando sus padres, los reyes, se enteraron de aquel capricho pensaron que su hija no tardaría en darse cuenta de que eso solo puede ocurrir a los plebeyos, gentes que no tiene verdaderas preocupaciones ya que al carecer de propiedades pueden vivir sin preocuparse de lo material; y que entraría en razón y contraería matrimonio con alguno de los príncipes que acudían al palacio para pedir su manos.

Pero ella no atendía  a razones. Cuando su padre le decía "deberías casarte con este príncipe cuyo reino es enemigo del nuestro y así traerías la paz a tus súbditos" ella responda, "¡pero eso me haría infeliz toda la vida!"

Cuando algún príncipe se atrevía ha llegar hasta el palacio, ella lo miraba  a los ojos y le preguntaba "Pero, ¿tú me amas?" a lo que los pretendientes, no atreviéndose a mentir, le respondían "Estoy seguro de que llegaré a amarte". Y ella rápidamente cortaba toda negociación pues aseguraba "no puedo dejar que una posibilidad marque mi vida. Si no llega a amarme siempre seré desgraciada".

Y fue pasando el tiempo, y el rey y la reina se dieron por vencidos, y los habitantes de aquel reino pensaron que después de la princesa deberían cambiar de gobernante. Y la vida seguía su curso. Pero la noticia de que exista una princesa que quería casarse por amor llego hasta los rincones más renconditos del país y fue así como un joven pastor escucho hablar de ella y se dijo a si mismo "debo conocerla, quizás estamos hechos la una para el otro, ya que yo también quiero casarme por amor".

Hacia mucho tiempo que su familia lo tenia por loco ya que le habían insistido en que se casara con alguna joven de la zona que tuviera prados colindantes o algunas ovejas de buen carácter y abundante lana; argumentándole que solo los ricos pueden darse el lujo de casarse por amor, ya que solo ellos que tiene dinero pueden vivir sin preocuparse de lo material.

De modo que el joven pastor dejo sus ovejas a cargo de padres y hermanos y se encamino hacia el palacio. El camino era largo y él tuvo mucho tiempo para pensar. Cuando llego al palacio, se presento ante los guardias y les comento sus intenciones. Al principio los guardias se burlaron de él diciendo "Como un triste pastor va a vivir con una princesa en un palacio de altos techos e imponentes columnas, no podrías dormir por la noche" a lo que el pastor respondió sin sonrojarse "los techos de este palacio nunca serán tan altos como el cielo que cubre mi cabeza, y sus columnas no serán tan perfectas como los arboles que me acogen bajo sus ramas, y en este palacio por más lamparas que enciendan, nunca podrán iluminar mi noche como la ilumina la luna y las infinitas estrellas del cielo". Aquellas palabras convencieron a los guardias de que quizás el pastor fuera un digno pretendiente... les resulto tan incomprensible como cualquier poeta. Por eso llamaron al rey, que hizo pasar al joven pastor hasta la sala del trono y allí convoco también a la princesa.

Ella, al verlo no titubeo, se acerco hasta él y mirándolo a los ojos le pregunto "Pero, ¿tú me amas?" a lo que el respondió... "si tu eres la mujer que valora el amor por encima de todo, yo te amo. Y para demostrártelo voy a pasar una luna completa bajo tu ventana. Durante ese tiempo no comeré, ni beberé nada más que agua y así podrás ver cuan grande es mi amor".

La princesa estuvo de acuerdo y los guardias acompañaron al pastor hasta el lugar idóneo, en la calle, bajo la ventana de la princesa. Él extendió su manta de viaje en el suelo, dejo junto a si la escudilla del agua y se sentó sin decir palabra.

Al principio la gente no le hacia mucho caso.  Un loco que había hecho una promesa exagerada. Pero al ver que iban pasando los días y sumando semanas comenzaron a tomarlo más en serio. Cuando ya llevaba dos semanas viviendo bajo la ventana de la princesa, algunas ancianas, vestidas de negro para pasar desapercibidas en la oscuridad de la noche, se acercaron hasta él para llevarle un plato de sopa o un zumo de frutas ... "Come algo muchacho o no podrás resistir" le susurraban al oído; el joven pastor les sonreía y  dándoles las gracias rechazaba sus regalos "He dado mi palabra" respondía.

Cada día, la princesa al levantarse se asomaba a la ventana para mirar a su pretendiente. Lo saludaba, le sonreía y continuaba con su vida.

Y el tiempo fue pasando implacable, y llego el día en que se cumplió el plazo. Aquella mañana la princesa se levanto muy contenta. Pidió un baño de agua perfumada con jazmín, pidió que le lavaran el pelo y la peinara con sumo cuidado. Pido su vestido azul, pero luego cambio de idea y se puso el blanco, aunque luego cambio de idea y se puso el morado... se miro en el espejo y volvió a ponerse el azul. Tampoco este le gusto, decidió ponerse el amarillo, y así se le fue el día. Ya solo quedaba una hora para que bajara a reunirse con el joven que la amaba, cuando...

La gente se había congregado alrededor del joven pastor, bajo la ventana de la princesa. Estaba allí toda la ciudad, no faltaba nadie. Todos tenían curiosidad por ver la cara de su nuevo príncipe. Sin embargo, cuando apenas faltaban unos minutos, el joven pastor, debil como estaba después de 28 días sin comer, se levanto del suelo, tomo su manta, su cuenco para el agua, y se encamino hacia las puertas de la ciudad.

-- ¡Pero no te rindas ahora!, le gritaba la gente.
--¡Estas a punto de ser rey!, intentaban convencerle otros.

Pero el continuaba su camino, dispuesto a regresar junto a sus ovejas. Dicen que un niño corrió tras él y le preguntó: "¿Por que te has rendido en el último momento? Si te quedas podrás ser rey" a lo que el pastor respondió ... " a todos se os olvida que yo no quiero ser rey, yo quiero casarme por amor, y ella no me ama. No ha sido capaz de perdonarme ni una sola hora de sufrimiento".

El sapo verde

 

El sapo verde

El sapo verde

Ese sapo verde
se esconde y se pierde;
así no lo besa
ninguna princesa.

Porque con un beso
él se hará princeso
o príncipe guapo;
¡y quiere ser sapo!

No quiere reinado,
ni trono dorado,
ni enorme castillo,
ni manto amarillo.

Tampoco lacayos
ni tres mil vasallos.
Quiere ver la luna
desde la laguna.

Una madrugada
lo encantó alguna hada;
y así se ha quedado:
sapo y encantado.

Disfruta de todo:
se mete en el lodo
saltándose, solo,
todo el protocolo.

Y le importa un pito
si no está bonito
cazar un insecto;
¡que nadie es perfecto!

¿Su regio dosel?
No se acuerda de él.
¿Su sábana roja?
Prefiere una hoja.

¿Su yelmo y su escudo?
Le gusta ir desnudo.
¿La princesa Eliana?
Él ama a una rana.

A una rana verde
que salta y se pierde
y mira la luna
desde la laguna.


Poesía de ¡Cuánto cuento!, de Carmen Gil, editorial Algar

Choco encuentra una mamá.

 

Choco encuentra una mamá.

Las ilustraciones son de Keiko Kasza.

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Choco era un pájaro muy pequeño que vivía a solas. Tenía muchas ganas de conseguir una mamá, pero ¿quién podría serlo?
Un día decidió ir a buscar una. Primero se encontró con la señora Jirafa.
―Señora Jirafa― dijo.
―Usted es amarilla como yo. ¿Es usted mi mamá?
―Lo siento―suspiró la jirafa―pero yo no tengo alas como tú.
Choco se encontró después con la señora Pingüino.
―Señora Pingüino―dijo.
―Usted tiene alas como yo. ¿Será que usted es mi mamá?
―Lo siento―suspiró la señora Pingüino, pero mis mejillas no son grandes y redondas como las tuyas.
Choco se encontró luego con la señora Morsa.
―Señora Morsa―exclamó.
―Sus mejillas son grandes y redondas como las mías. ¿Es usted mi mamá?
―Mira―gruñó la señora Morsa―mis pies no tienen rayas como los tuyos, así que: ¡No me molestes!
Choco buscó por todas partes pero no pudo encontrar una madre que se le pareciera.
Cuando Choco vio a la señora Oso recogiendo manzanas supo que ella no podría ser su mamá. No había ningún parecido entre él y la señora Oso.
Choco se sintió tan triste que comenzó a llorar.
― ¡Mamá, mamá!…Necesito una mamá.
La señora Oso se acercó corriendo para averiguar qué le estaba pasando. Después de haber escuchado la historia de Choco, suspiró:
― ¿En qué reconocerías a tu madre?
―Ay…estoy seguro de que ella me abrazaría―dijo Choco entre sollozos.
― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Y lo abrazó con mucha fuerza.
―Sí, estoy seguro de que ella también me besaría.
― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Y alzándolo le dio un beso muy largo.
―Sí. Y estoy seguro de que me cantaría una canción y me alegraría el día.
― ¿Ah sí? ―preguntó la señora Oso. Entonces cantaron y bailaron.
Después de descansar un rato la señora Oso le dijo a Choco:
―Choco, tal vez yo podría ser tu mamá.
― ¿Tú? ―preguntó Choco―pero si tú no eres amarilla, además no tienes alas ni mejillas grandes y redondas. Tus pies tampoco son como los míos.
― ¡Qué barbaridad! ―dijo la señora Oso―me imagino lo graciosa que me vería.
A Choco también le pareció que se vería muy graciosa.
―Bueno―dijo la señora Oso―mis hijos me están esperando en casa. Te invito a comer un pedazo de pastel de manzana. ¿Quieres venir?
La idea de comer pastel de manzana le pareció excelente a Choco.
Tan pronto como llegaron, los hijos de la señora Oso salieron a recibirlos.
―Choco, te presento a Hipo, a Coco y a Chanchi. Yo soy su madre.
El olor agradable del pastel de manzana y el dulce sonido de las risas llenaron la casa de la señora Oso.
Después de aquella pequeña fiesta, la señora Oso abrazó a todos sus hijos con un fuerte y caluroso abrazo y Choco se sintió muy feliz de que su madre fuera tal y como era.

EL RINOCERONTE ENAMORADO

 

EL RINOCERONTE ENAMORADO

Cuento: EL RINOCERONTE ENAMORADO

Autor.. Pedro Pablo Sacristán

Hubo una vez en la sabana africana, un rinoceronte con mal humor que se enfadaba muy fácilmente. Cierto día, una gran tortuga cruzó por su territorio sin saberlo, y el rinoceronte corrió hacia ella para echarla. La tortuga, temerosa, se ocultó en su caparazón, así que cuando el rinoceronte le pidió que se fuera no se movió. Esto irritó mucho al gran animal, que pensó que la tortuga se estaba burlando, y empezó a dar golpes contra el caparazón de la tortuga para hacerla salir. Y como no lo conseguía, empezó a hacerlo cada vez más fuerte, y con su cuerno comenzó a lanzar la tortuga por los aires de un lado a otro, de forma que parecía un rinoceronte jugando al fútbol, pero en vez de balón, usaba una tortuga.
La escena era tan divertida, que enseguida un montón de monos acudieron a verlo, y no paraban de reírse del rinoceronte y su lucha con la tortuga, pero el rinoceronte estaba tan furioso que no se daba ni cuenta. Y así siguió hasta que, cansado de dar golpes a la tortuga sin conseguir nada, paró un momento para tomar aire.
Entonces, al parar su ruido de golpes, pudo oír las risas y el cachondeo de todos los monos, que le hacían todo tipo de burlas. Ni al rinoceronte ni a la tortuga, que se asomó para verlo, les hizo ninguna gracia ver una panda de monos riéndose de ellos, así que se miraron un momento, se pusieron de acuerdo con un gesto, y la tortuga volvió a ocultarse en el caparazón. Esta vez el rinoceronte, muy tranquilo, se alejó unos pasos, miró a la tortuga, miró a los monos, y cogiendo carrerilla, disparó un formidable tortugazo, con tan tremenda puntería, que ¡parecía que estaba jugando a los bolos con los monos burlones!.
El "strike" de monos convirtió aquel lugar en una enfermería de monos llenos de chichones y moratones, mientras que el rinoceronte y la tortuga se alejaban sonriendo como si hubieran sido amigos durante toda la vida... y mientras le ponían sus tiritas, el jefe de los monos pensaba que tenían que buscar mejores formas de divertirse que burlarse de los demás.

Un pobre lobo hambriento

 

Un pobre lobo hambriento

Cruel historia de un pobre lobo hambriento

 

Un cuento de Gustavo Roldán

- ¿Y cuentos, don sapo? ¿A los pichones de la gente le gustan los cuentos?- preguntó el piojo.
- Muchísimo.
- ¿Usted no aprendió ninguno?
- ¡Uf! un montón.
- ¡Don sapo, cuéntenos alguno!- pidió entusiasmada la corzuela.
- Les voy a contar uno que pasa en un bosque. Resulta que había una niñita que se llamaba Caperucita Roja y que iba por medio del bosque a visitar a su abuelita. Iba con una canasta llena de riquísimas empanadas que le había dado su mamá...
- ¿Y su mamá la había mandado por medio del bosque?- preguntó preocupada la paloma.
- Sí, y como Caperucita era muy obediente...
- Más que obediente, me parece otra cosa- dijo el quirquincho.
- Bueno, la cuestión es que iba con la canasta llena de riquísimas empanadas...
- ¡Uy, se me hace agua la boca!- dijo el yaguareté.
- ¿Usted también piensa en esas empanadas?- preguntó el monito.
- No, no- se relamió el yaguareté-, pienso en esa niñita.
- No interrumpan que sigue el cuento- dijo el sapo; y poniendo voz de asustar continuó la historia-: cuando Caperucita estaba en medio del bosque se le apareció un lobo enorme, hambriento...
- ¡Es un cuento de miedo! ¡Qué lindo!- dijo el piojo saltando en la cabeza del ñandú-. A los que tenemos patas largas nos gustan los cuentos de miedo.
- Bueno, decía que entonces le apareció a Caperucita un lobo enorme, hambriento...
- ¡Pobre...!- dijo el zorro.
- Sí, pobre Caperucita- dijo la pulga.
- No, no- aclaró el zorro-, yo digo pobre el lobo, con tanta hambre. Siga contando, don sapo.
- Y entonces el lobo le dijo: Querida Caperucita, ¿te gustaría jugar una carrera?
- ¡Cómo no!- dijo Caperucita-. Me encantan las carreras.
- Entonces yo me voy por este camino y tú te vas por ese otro.
- ¿Tú te vas? ¿Qué es tú te vas?- preguntó intrigado el piojo.
- No sé muy bien- dijo el sapo-, pero la gente dice así. Cuando se ponen a contar un cuento a cada rato dicen tú y vosotros. Se ve que eso les gusta.
- ¿Y por qué no hablan más claro y se dejan de macanas?
- Mire mi hijo, parece que así está escrito en esos libros de dónde sacan los cuentos.
- Y cuando hablan, ¿También dicen esas cosas?
- No, ahí no. Se ve que les da por ese lado cuando escriben.
- Ah, bueno, no es tan grave entonces- dijo el monito-. ¿Y qué pasó después?
- Y entonces cada uno se fue por su camino hacia la casa de la abuela. El lobo salió corriendo a todo lo que daba y Caperucita, lo más tranquila, se puso a juntar flores.
- ¡Pero don sapo- dijo el coatí-, esa Caperucita era medio pavota!
- A mí me hubiera gustado correr esa carrera con el lobo- dijo el piojo-. Seguro que le gano.
- Bueno, el asunto es que el lobo llegó primero, entró a la casa, y sin decir tú ni vosotros se comió a la vieja.
- ¡Pobre!- dijo la corzuela.
- Sí, pobre- dijo el zorro-, qué hambre tendría para comerse una vieja.
- Y ahí se quedó el lobo, haciendo la digestión- siguió el sapo-, esperando a Caperucita.
- ¡Y la pavota meta juntar flores!- dijo el tapir.
- Mejor- dijo el yaguareté- déjela que se demore, así el lobo puede hacer la digestión tranquilo y después tiene hambre de nuevo y se la puede comer.
- Eh, don yaguareté, usted no le perdona a nadie. ¿No ve que es muy pichoncita todavía?- dijo la iguana.
- ¿Pichoncita? No crea, si anda corriendo carreras con el lobo no debe ser muy pichoncita. ¿Cómo sigue la historia, don sapo? ¿Le va bien al lobo?
- Caperucita juntó un ramo grande de flores del campo, de todos colores, y siguió hacia la casa de su abuela.
- No, don sapo- aclaró el zorro-, a la casa de la abuela no. Ahora es la casa del lobo, que se la ganó bien ganada. Mire que tener que comerse a la vieja para conseguir una pobre casita. Ni siquiera sé si hizo buen negocio.
- Bueno, la cuestión es que cuando Caperucita llegó el lobo la estaba esperando en la cama, disfrazado de abuelita.
- ¿Y qué pasó?
- Y bueno, cuando entró el lobo ya estaba con hambre otra vez, y se la tragó de un solo bocado.
- ¿De un solo bocado? ¡Pobre!- dijo el zorro.
- Sí, pobre Caperucita- dijo la paloma.
- No, no, pobre lobo. El hambre que tendría para comer tan apurado.
- ¿Y después, don sapo?
- Nada. Ahí terminó la historia.
- ¿Y esos cuentos les cuentan a los pichones de la gente? ¿No son un poco crueles?
- Sí, don sapo- dijo el piojo-, yo creo que son un poco crueles. No se puede andar jugando con el hambre de un pobre animal.
- Bueno, ustedes me pidieron que les cuente... No me culpen si les parece cruel.
- No lo culpamos, don sapo, a nosotros nos interesa conocer esas cosas.
- Y otro día le vamos a pedir otro cuento de esos con tú.
- Cuando quieran, cuando quieran- dijo, y se fue a los saltos murmurando-: ¡Si sabrá de tú y de vosotros este sapo!

El gran lío del pulpo

 

El gran lío del pulpo

 

Un cuento de  Pedro Pablo Sacristán

Había una vez un pulpo tímido y silencioso, que casi siempre andaba solitario porque aunque quería tener muchos amigos, era un poco vergonzoso. Un día, el pulpo estaba tratando de atrapar una ostra muy escurridiza, y cuando quiso darse cuenta, se había hecho un enorme lío con sus tentáculos, y no podía moverse. Trató de librarse con todas sus fuerzas, pero fue imposible, así que tuvo que terminar pidiendo ayuda a los peces que pasaban, a pesar de la enorme vergüenza que le daba que le vieran hecho un nudo.
Muchos pasaron sin hacerle caso, excepto un pececillo muy gentil y simpático que se ofreció para ayudarle a deshacer todo aquel lío de tentáculos y ventosas. El pulpo se sintió aliviadísimo cuando se pudo soltar, pero era tan tímido que no se atrevió a quedarse hablando con el pececillo para ser su amigo, así que simplemente le dio las gracias y se alejó de allí rápidamente; y luego se pasó toda la noche pensando que había perdido una estupenda oportunidad de haberse hecho amigo de aquel pececillo tan amable.
Un par de días después, estaba el pulpo descansando entre unas rocas, cuando notó que todos nadaban apresurados. Miró un poco más lejos y vio un enorme pez que había acudido a comer a aquella zona. Y ya iba corriendo a esconderse, cuando vio que el horrible pez ¡estaba persiguiendo precisamente al pececillo que le había ayudado!. El pececillo necesitaba ayuda urgente, pero el pez grande era tan peligroso que nadie se atrevía a acercarse. Entonces el pulpo, recordando lo que el pececillo había hecho por él, sintió que tenía que ayudarle como fuera, y sin pensarlo ni un momento, se lanzó como un rayo, se plantó delante del gigantesco pez, y antes de que éste pudiera salir de su asombro, soltó el chorro de tinta más grande de su vida, agarró al pececillo, y corrió a esconderse entre las rocas. Todo pasó tan rápido, que el pez grande no tuvo tiempo de reaccionar, pero enseguida se recuperó. Y ya se disponía a buscar al pulpo y al pez para zampárselos, cuando notó un picor terrible en las agallas, primero, luego en las aletas, y finalmente en el resto del cuerpo: y resultó que era un pez artista que adoraba los colores, y la oscura tinta del pulpo ¡¡le dio una alergia terrible!!
Así que el pez gigante se largó de allí envuelto en picores, y en cuanto se fue, todos lo peces acudieron a felicitar al pulpo por ser tan valiente. Entonces el pececillo les contó que él había ayudado al pulpo unos días antes, pero que nunca había conocido a nadie tan agradecido que llegara a hacer algo tan peligroso. Al oír esto, los demás peces del lugar descubrieron lo genial que era aquel pulpito tímido, y no había habitante de aquellas rocas que no quisiera ser amigo de un pulpo tan valiente y agradecido.

La princesa y el guisante

 

La princesa y el guisante


Érase una vez un príncipe que quería casarse, pero tenía que ser con una princesa de verdad.
De modo que dio la vuelta al mundo para encontrar una que lo fuera; pero aunque en todas partes encontró no pocas princesas, que lo fueran de verdad era imposible de saber, porque siempre había algo en ellas que no terminaba de convencerle.
Así es que regresó muy desconsolado, por su gran deseo de casarse con una princesa auténtica.
Una noche estalló una tempestad horrible, con rayos y truenos y lluvia a cántaros; era una noche, en verdad, espantosa. De pronto golpearon a la puerta del castillo, y el viejo rey fue a abrir.
Fuera había una princesa. Pero, Dios mío, ¡qué aspecto presentaba con la lluvia y el mal tiempo!
El agua le goteaba del pelo y de las ropas, le corría por la punta de los zapatos y le salía por el tacón y, sin embargo, decía que era una princesa auténtica.
«Bueno, eso ya lo veremos», pensó la vieja reina. Y sin decir palabra, fue a la alcoba, apartó toda la ropa de la cama y puso un guisante en el fondo. Después cogió veinte colchones y los puso sobre el guisante, y además colocó veinte edredones sobre los colchones.
La que decía ser princesa dormiría allí aquella noche.
A la mañana siguiente le preguntaron qué tal había dormido.
-¡Oh, terriblemente mal! -dijo la princesa-. Apenas si he pegado ojo en toda la noche. ¡Sabe Dios lo que habría en la cama! He dormido sobre algo tan duro que tengo todo el cuerpo lleno de magulladuras. ¡Ha sido horrible!
Así pudieron ver que era una princesa de verdad, porque a través de veinte colchones y de veinte edredones había notado el guisante.
Sólo una auténtica princesa podía haber tenido una piel tan delicada.
El príncipe la tomó por esposa, porque ahora pudo estar seguro de que se casaba con una princesa auténtica, y el guisante entró a formar parte de las joyas de la corona, donde todavía puede verse, a no ser que alguien se lo haya comido.
¡Como veréis, éste sí que fue un auténtico cuento!

El flautista de Hamelin

 

El flautista de Hamelin

 

Hace mucho, muchísimo tiempo, en la próspera ciudad de Hamelín, sucedió algo muy extraño: una mañana, cuando sus gordos y satisfechos habitantes salieron de sus casas, encontraron las calles invadidas por miles de ratones que merodeaban por todas partes, devorando, insaciables, el grano de sus repletos graneros y la comida de sus bien provistas despensas. Nadie acertaba a comprender la causa de tal invasión, y lo que era aún peor, nadie sabía qué hacer para acabar con tan inquietante plaga.

Por más que pretendían exterminarlos o, al menos, ahuyentarlos, tal parecía que cada vez acudían más y más ratones a la ciudad. Tal era la cantidad de ratones que, día tras día, se adueñaban de las calles y de las casas, que hasta los mismos gatos huían asustados.

Ante la gravedad de la situación, los más ricos de la ciudad, que veían peligrar sus riquezas por la voracidad de los ratones, convocaron al Consejo y dijeron: "Daremos cien monedas de oro a quien nos libre de los ratones".

Al poco se presentó ante ellos un flautista taciturno, alto y desgarbado, a quien nadie había visto antes, y les dijo: "La recompensa será mía. Esta noche no quedará ni un sólo ratón en Hamelín".

Dicho esto, comenzó a pasear por las calles y, mientras paseaba, tocaba con su flauta una maravillosa melodía que encantaba a los ratones, quienes saliendo de sus escondrijos seguían embelesados los pasos del flautista que tocaba incansable su flauta.

Y así, caminando y tocando, los llevó a un lugar muy lejano, tanto que desde allí ni siquiera se veían las murallas de la ciudad. Por aquel lugar pasaba un caudaloso río donde, al intentar cruzarlo para seguir al flautista, todos los ratones perecieron ahogados.

Los hamelineses, al verse al fin libres de las voraces tropas de ratones, respiraron aliviados. Ya tranquilos y satisfechos, volvieron a sus prósperos negocios, y tan contentos estaban que organizaron una gran fiesta para celebrar el feliz desenlace, comiendo excelentes viandas y bailando hasta muy entrada la noche. A la mañana siguiente, el flautista se presentó ante el Consejo y reclamó a los prohombres de la ciudad las cien monedas de oro prometidas como recompensa. Pero éstos, liberados ya de su problema y cegados por su avaricia, le contestaron: "¡Vete de nuestra ciudad!, ¿o acaso crees que te pagaremos tanto oro por tan poca cosa como tocar la flauta?".Y dicho esto, los orondos prohombres del Consejo de Hamelín le volvieron la espalda profiriendo grandes carcajadas.

Furioso por la avaricia y la ingratitud de los hamelineses, el flautista, al igual que hiciera el día anterior, tocó una dulcísima melodía una y otra vez, insistentemente.

Pero esta vez no eran los ratones quienes le seguían, sino los niños de la ciudad quienes, arrebatados por aquel sonido maravilloso, iban tras los pasos del extraño músico.

Cogidos de la mano y sonrientes, formaban una gran hilera, sorda a los ruegos y gritos de sus padres que en vano, entre sollozos de desesperación, intentaban impedir que siguieran al flautista.

Nada lograron y el flautista se los llevó lejos, muy lejos, tan lejos que nadie supo adonde, y los niños, al igual que los ratones, nunca jamás volvieron. En la ciudad sólo quedaron sus opulentos habitantes y sus bien repletos graneros y bien provistas despensas, protegidas por sus sólidas murallas y un inmenso manto de silencio y tristeza.

Y esto fue lo que sucedió hace muchos, muchos años, en esta desierta y vacía ciudad de Hamelín, donde, por más que busquéis, nunca encontraréis ni un ratón ni un niño.FIN

Las habichuelas mágicas

 

Las habichuelas mágicas


Periquín vivía con su madre, que era viuda, en una cabaña del bosque. Como con el tiempo fue empeorando la situación familiar, la madre determinó mandar a Periquín a la ciudad, para que allí intentase vender la única vaca que poseían. El niño se puso en camino, llevando atado con una cuerda al animal, y se encontró con un hombre que llevaba un saquito de habichuelas. -Son maravillosas -explicó aquel hombre-. Si te gustan, te las daré a cambio de la vaca. Así lo hizo Periquín, y volvió muy contento a su casa. Pero la viuda, disgustada al ver la necedad del muchacho, cogió las habichuelas y las arrojó a la calle. Después se puso a llorar.

Cuando se levantó Periquín al día siguiente, fue grande su sorpresa al ver que las habichuelas habían crecido tanto durante la noche, que las ramas se perdían de vista. Se puso Periquín a trepar por la planta, y sube que sube, llegó a un país desconocido. Entró en un castillo y vio a un malvado gigante que tenía una gallina que ponía un huevo de oro cada vez que él se lo mandaba. Esperó el niño a que el gigante se durmiera, y tomando la gallina, escapó con ella. Llegó a las ramas de las habichuelas, y descolgándose, tocó el suelo y entró en la cabaña.

La madre se puso muy contenta. Y así fueron vendiendo los huevos de oro, y con su producto vivieron tranquilos mucho tiempo, hasta que la gallina se murió y Periquín tuvo que trepar por la planta otra vez, dirigiéndose al castillo del gigante. Se escondió tras una cortina y pudo observar como el dueño del castillo iba contando monedas de oro que sacaba de un bolsón de cuero.

En cuanto se durmió el gigante, salió Periquín y, recogiéndo el talego de oro, echo a correr hacia la planta gigantesca y bajó a su casa. Así la viuda y su hijo tuvieron dinero para ir viviendo mucho tiempo. Sin embargo, llegó un día en que el bolsón de cuero del dinero quedó completamente vacío.

Se cogió Periquín por tercera vez a las ramas de la planta, y fue escalándolas hasta llegar a la cima. Entonces vió al ogro guardar en un cajón una cajita que, cada vez que se levantaba la tapa, dejaba caer una moneda de oro. Cuando el gigante salió de la estancia, cogió el niño la cajita prodigiosa y se la guardó. Desde su escondite vió Periquín que el gigante se tumbaba en un sofá, y un arpa, oh maravilla!, tocaba sóla, sin que mano alguna pulsara sus cuerdas, una delicada música. El gigante, mientras escuchaba aquella melodía, fue cayendo en el sueño poco a poco.

Apenas le vió asi Periquín, cogió el arpa y echó a correr. Pero el arpa estaba encantada y, al ser tomada por Periquín, empezó a gritar: -Eh, señor amo, despierte usted, que me roban! Despertose sobresaltado el gigante y empezaron a llegar de nuevo desde la calle los gritos acusadores: -Señor amo, que me roban! Viendo lo que ocurria, el gigante salió en persecusión de Periquín. Resonaban a espaldas del niño pasos del gigante, cuando, ya cogido a las ramas empezaba a bajar. Se daba mucha prisa, pero, al mirar hacia la altura, vio que también el gigante descendía hacia él.
No había tiempo que perder, y así que gritó Periquín a su madre, que estaba en casa preparando la comida: -Madre, traigame el hacha en seguida, que me persigue el gigante! Acudió la madre con el hacha, y Periquín, de un certero golpe, cortó el tronco de la trágica habichuela. Al caer, el gigante se estrelló, pagando así sus fechorías, y Periquín y su madre vivieron felices con el producto de la cajita que, al abrirse, dejaba caer una moneda de oro.

FIN
 

Qué hacer con los hijos/as en las vacaciones.

 

Qué hacer con los hijos/as en las vacaciones.



Los niños esperan con ansías la época de vacaciones y es que al igual que los adultos necesitan de ellas para despejarse de las tareas habituales que han tenido durante el año escolar para vivir nuevas experiencias. Por otro lado existe la preocupación de los padres sobre qué hacer con sus hijos mientras muchos de ellos trabajan, existe el temor de que este periodo del año se convierta en una época de descontrol, difícil de manejar puesto que dejarán de estar ocupados. Otros se preocuparán más al pensar que sus hijos olvidarán parte o gran parte de lo que aprendieron durante el año escolar. Unos preferirán inscribir a sus niños en varios cursos y talleres bajo la premisa de “aprovechar el tiempo libre”. En fin, en esta época del año, la oferta de talleres y cursos de verano para niños es extensa, y cada familia buscará la alternativa que le parezca más adecuada, teniendo en cuenta su situación y las necesidades e intereses de sus hijos.

Pero debemos tener en cuenta lo siguiente:
  • Las vacaciones no debe ser sinónimo de descontrol, por el contrario los padres deben procurar que se respeten los horarios de sueño y comida de los niños, aunque éste no sea tan riguroso como en la etapa escolar, es necesario que el niño mantenga sus hábitos diarios y que éstos no se pierdan.
  • Pongámonos en el lugar del niño, si queremos mantenerlo ocupado inscribiéndolo en un programa de vacaciones para aprovechar el tiempo libre o para que su periodo de vacaciones no interfiera en nuestras labores habituales, pensemos ¿nos gustaría a nosotros seguir con las clases cuando hemos esperado con ansias la llegada de las vacaciones? Las vacaciones deben ser en todos los casos periodos de descanso y recreación. Sólo en el caso de que el niño lo necesite deberá seguir clases de recuperación.
  • Las vacaciones deben ser recreativas y divertidas para el niño, ahora nuestros hijos deben experimentar nuevas opciones, diferentes a las del periodo escolar; no es beneficioso recargarlo con más cursos ya que durante casi todo el año se ha estimulado la parte lógica del cerebro, aquella que está relacionada con el lenguaje, las matemáticas y todas las materias que la escuela refuerza o profundiza constantemente, es necesario estimular la otra parte del cerebro, la parte creativa, de esta manera estaremos favoreciendo el desarrollo y la educación integral del niño, pues ésta es más productiva y completa.
  • Es conveniente escoger talleres divertidos teniendo siempre en cuenta los gustos y preferencias de su niño, además de brindarle periodos de relajación y diversión, estaremos estimulando su creatividad y las diferentes formas de expresarse, desarrollando su talento y habilidades.
  • Sepa qué taller elegir para su niño, los talleres recomendados por los especialistas son la práctica del deporte, las danzas, la pintura, el dibujo, la música, el teatro, en fin, todas las actividades artísticas y recreativas que unan la diversión con el desarrollo de habilidades y la creatividad del niño.
  • Aproveche esta temporada y comparta el tiempo con su hijo, descubran juntos actividades divertidas que además de desarrollar habilidades y talentos, reforzarán las relaciones familiares

400 años del nacimiento de Murillo

 

400 años del nacimiento de Murillo

Sevilla lleva tiempo inmersa en la celebración del Año Murillo, que conmemora el IV centenario del nacimiento del pintor Bartolomé Esteban Murillo (1617-1682), símbolo del barroco nacional e internacional.
Pese a que la efeméride hace relación al nacimiento del pintor, no se conoce la fecha exacta de su llegada al mundo, salvo que debió de ser a finales, entre noviembre y diciembre de 1617, pues su partida de bautismo en la Iglesia de María Magdalena de Sevilla  -de eso si hay constancia-  está fechada el 1 de enero de 1618.

Para celebración tan importante, que nos viene como anillo al dedo con nuestro actual proyecto, hoy, viernes 30 de noviembre, hemos recordado algunos de los cuadros de Murillo que están expuestos en el Museo de Bellas Artes de Sevilla. 
Gracias a los alumnos del colegio de la Cruz del Campo por hacer este vídeo que lo explica tan bien.

Alan Ford y el grupo T.N.T.

LOS CALCETINES

CUENTO «LOS CALCETINES» 23 septiembre, 2021 jorgeymari Nos encantan los cuentos que cogemos en la biblioteca municipal, como éste. ¿A quién no se le ha perdido un calcetín alguna vez? A la protagonista de este cuento, Marieta, se le han perdido los calcetines… “Los Calcetines” es un cuento de la editorial Loguez Ediciones, escrito e ilustrado por Matthieu Maudet. De hojas y tapas duras, con esquinas redondeadas, es perfecto para niños de 1-3 años. Una historia cargada de humor e imaginación, donde los calcetines se convierten en simpáticos personajes. Marieta finalmente consigue encontrar sus calcetines y ahora su mamá le propone encontrar sus botas. Se trabaja la autonomía, y la importancia de que los niños, desde muy pequeños, se vayan haciendo responsables de sus cosas. Las ilustraciones son sencillas y muy graciosas, propias de este autor-ilustrador. Los textos son cortos y están escritos en letras minúsculas cargados de onomatopeyas. Este autor, Matthieu Maudet, cuenta con otros títulos súper divertidos: ¡Ocupado!, ¡Hay un Lobo!, ¡Cuando seamos grandes!… ¡Nos encanta la lectura!