martes, 23 de septiembre de 2025

El 23 de septiembre de 1568 la flota española derrotó a una flota inglesa capitaneada por John Hawkins

 


El 23 de septiembre de 1568 la flota española derrotó a una flota inglesa capitaneada por John Hawkins y Francis Drake en la batalla de San Juan de Ulúa, cerca de Veracruz.

La batalla de San Juan de Ulúa significó el desastroso final de la campaña de la flota inglesa, compuesta por seis buques, que entre 1567 y 1568, violando sistemáticamente la tregua acordada por Felipe II de España e Isabel I de Inglaterra, se dedicó al asalto de pequeños puertos y buques mercantes españoles, la trata de esclavos negros y el comercio ilegal en las aguas de la América española.
La flota inglesa estaba compuesta por seis naves: el Jesus of Lubeck, de la Royal Navy, a cargo de John Hawkins, el Minion, con John Hampton, el William and John, con Thomas Bolton, y el Judith, capitaneado por Francis Drake; otras dos barcas pequeñas, el Angel y el Swallow, formaban parte de la expedición. Tras cerca de un año de pillajes a lo largo de las costas americanas, decidieron recalar en el puerto y fuerte de San Juan de Ulúa en México para acometer pequeñas reparaciones en sus embarcaciones, así como conseguir víveres para la travesía de vuelta a Inglaterra.
El infortunio sobrevino a los ingleses cuando una flota de escolta de la Armada Española compuesta por 14 barcos, al mando de Francisco Luján, recaló casualmente en ese mismo puerto mientras los ingleses estaban reparando sus naves. En un principio, los ingleses no temieron por su seguridad, ya que tras tomar varios rehenes españoles que habían confundido la flotilla inglesa con una esperada flota española, llegaron a un principio de acuerdo de no agresión con el virrey Martín Enríquez de Almansa, quien viajaba en la flota recién nombrado virrey de Nueva España. Sin embargo, una vez dentro del puerto, Luján los atacó. Esto condujo a la captura o hundimiento de cuatro barcos y a la muerte de 320 marineros ingleses. También, a la captura de las mercancías de Hawkins y Drake, que solo después de muchas penalidades lograron regresar a Inglaterra.
Sólo dos barcos ingleses escaparon, ya que los otros cuatro fueron hundidos o capturados. Los españoles perdieron un barco y 20 hombres. Los ingleses consideraron la batalla como un ejemplo de la traición española, mientras que los españoles la consideraron una respuesta necesaria a la actividad criminal. Durante su retirada, los dos barcos ingleses estaban irremediablemente superpoblados y carecían de comida y agua. Francis Drake, al mando del Judith abandonó a Hawkins y zarpó hacia casa, dejando a Hawkins solo a bordo del Minion, superpoblado y mal aprovisionado, Hawkins abandonó a 114 tripulantes en la costa mexicana, donde fueron atacados por chichimecas y encarcelados por los españoles en Tampico y luego trasladados a la Ciudad de México. Inicialmente fueron bien tratados por los españoles, algunos fueron liberados, se dedicaron a la agricultura y formaron familias. Sin embargo, tres años después, en 1571, llegó a México la Inquisición. Los tripulantes liberados fueron detenidos y encarcelados. Los cautivos fueron llevados ante la Inquisición; los once que eran menores de edad (menores de 16 años en el momento de la batalla) fueron considerados demasiado jóvenes para haber recibido cualquier catecismo católico, por lo que fueron tratados con indulgencia. El resto fueron considerados católicos herejes y condenados a servir en galeras menos un irlandés que fue condenado a morir en la hoguera.
A raíz de este incidente, y atormentado por su deserción al dejar a su pariente Hawkins a su suerte, Drake sufrió durante años y ayudó a endurecer sus actitudes hacia los católicos en general y los españoles en particular. Francis Drake adquirió un odio visceral hacia los españoles, lo que lo impulsó en su legendaria carrera como corsario vinculado a la reina Isabel I. Por parte española, se produce la recuperación de las abundantes ganancias fruto de un año de saqueos ingleses, que no pudieron acabar en Inglaterra. Este combate fue un claro antecedente de la guerra abierta que librarían Felipe II e Isabel I a partir de 1585, en la que finalmente España conseguiría un tratado de paz favorable a sus intereses, si bien ambos reinos finalizarían la contienda con graves problemas económicos.

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