Cuando los pulmones se llenan de aire por primera vez
El ser humano pasa de respirar líquido a respirar aire en cuestión de segundos. Este cambio, que ocurre en el mismo instante del nacimiento, es uno de los fenómenos fisiológicos más fascinantes y complejos de la biología.
RESPIRACIÓN INTRAUTERINA: OXÍGENO A TRAVÉS DE LA PLACENTA
Durante la gestación, los pulmones del feto no realizan el intercambio de gases. Están llenos de un fluido secretado por las células epiteliales pulmonares, rico en cloruro y con un papel clave en el desarrollo alveolar. El oxígeno y el dióxido de carbono se gestionan a través de la placenta: la sangre materna transfiere oxígeno a la fetal mediante difusión, gracias a la hemoglobina fetal, que tiene mayor afinidad por el oxígeno que la adulta.
EL NACIMIENTO: UN CAMBIO BRUSCO
Cuando el bebé sale del útero y se corta el cordón umbilical, el suministro placentario de oxígeno se interrumpe. Esta caída rápida de oxígeno en sangre (hipoxia transitoria) estimula los centros respiratorios del tronco encefálico. El recién nacido responde con una inspiración profunda, que genera una presión negativa suficiente para abrir los alvéolos colapsados y expulsar el líquido pulmonar hacia los vasos linfáticos y capilares.
DEL LÍQUIDO AL AIRE: UN TRABAJO DE PRESIÓN
La primera respiración puede requerir presiones intratorácicas de hasta –60 cmH₂O, muy superiores a las de un adulto en reposo (–5 cmH₂O). Esta fuerza es necesaria para vencer la tensión superficial y expandir los pulmones por primera vez. Aquí entra en juego el surfactante pulmonar, una mezcla de lípidos y proteínas secretada por los neumocitos tipo II, que reduce la tensión superficial alveolar e impide que los pulmones colapsen al exhalar. Los fetos prematuros suelen tener déficit de surfactante, lo que explica la alta incidencia de síndrome de dificultad respiratoria en neonatos antes de la semana 32 de gestación.
REAJUSTE CIRCULATORIO
El inicio de la ventilación también transforma la circulación. Tres estructuras fetales se cierran progresivamente: el ductus arterioso, el foramen oval y el ductus venoso. Gracias a este cierre, la sangre comienza a fluir a través de los pulmones para oxigenarse directamente, instaurando la respiración autónoma.
UN INSTANTE DECISIVO
En menos de un minuto, el recién nacido pasa de depender de la madre a mantener su propia oxigenación. Ese primer llanto, a menudo considerado un símbolo de vida, es en realidad la confirmación de que los pulmones se han llenado de aire y que el organismo ha logrado superar uno de los desafíos fisiológicos más críticos de la existencia.
Referencias
- Hillman, N. H., Kallapur, S. G., & Jobe, A. H. (2012). Physiology of transition from intrauterine to extrauterine life. Clinics in Perinatology, 39(4), 769–783.
- Polin, R. A., & Fox, W. W. (2016). Fetal and Neonatal Physiology. Elsevier.
- Jobe, A. H., & Ikegami, M. (2001). Mechanisms initiating lung aeration at birth. Seminars in Neonatology, 6(6), 425–433.
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