EL INTESTINO PRODUCE NEUROTRANSMISORES COMO LA SEROTONINA, LO QUE EXPLICA SU RELACIÓN CON EL ESTADO DE ÁNIMO
El intestino, conocido comúnmente como el “segundo cerebro”, no solo se encarga de digerir los alimentos y absorber nutrientes, sino que también participa activamente en la regulación del estado de ánimo. Esto se debe a que en su pared se encuentra una vasta red neuronal conocida como sistema nervioso entérico, capaz de comunicarse directamente con el cerebro a través del nervio vago y de producir neurotransmisores, entre ellos la serotonina, considerada la “hormona de la felicidad”.
De hecho, se estima que alrededor del 90% de la serotonina del organismo se produce en el intestino, específicamente en las células enteroendocrinas. Aunque no toda esta serotonina viaja hasta el cerebro, cumple un papel fundamental en el control de la motilidad intestinal, la secreción y la sensibilidad al dolor. A nivel sistémico, su presencia influye en la modulación de la ansiedad, el apetito, el sueño y el bienestar emocional, lo que explica por qué alteraciones digestivas suelen acompañarse de cambios en el humor.
El vínculo entre intestino y cerebro es tan estrecho que se habla del eje intestino-cerebro, una conexión bidireccional en la que la microbiota intestinal desempeña un rol central. Las bacterias beneficiosas que habitan el intestino no solo ayudan a fermentar fibras y producir vitaminas, sino que también intervienen en la síntesis y regulación de neurotransmisores. Cuando la microbiota se desequilibra, aumenta el riesgo de inflamación, estrés oxidativo y alteraciones en la producción de serotonina, lo que se asocia a trastornos como depresión y ansiedad.
Este hallazgo ha abierto un campo prometedor en la medicina: el uso de probióticos y prebióticos para mejorar la salud mental a través del equilibrio intestinal. Asimismo, una dieta rica en fibra, frutas, verduras y alimentos fermentados, junto con la reducción del exceso de ultraprocesados, puede favorecer un intestino más saludable y, con ello, una mejor regulación emocional.
El intestino nos recuerda que el bienestar emocional no depende únicamente del cerebro. Cada comida, cada elección alimentaria y cada cuidado digestivo influyen en la producción de las moléculas que sostienen nuestro equilibrio mental. En el silencio del abdomen, miles de millones de bacterias y células trabajan para que la química de la felicidad esté al alcance de un buen hábito.
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