jueves, 11 de septiembre de 2025

En 1856, un recién nacido fue abandonado en las escaleras del monasterio del Monte Athos, en Grecia.

 



En 1856, un recién nacido fue abandonado en las escaleras del monasterio del Monte Athos, en Grecia. Apenas habían pasado cuatro horas desde su nacimiento cuando los monjes lo recogieron y lo criaron en aquel enclave aislado del mundo. Lo llamaron Mihailo Tolotos.

El Monte Athos tiene una regla inflexible: desde hace siglos, las mujeres tienen prohibida la entrada. En sus muros no hay espacio para ellas ni siquiera de forma simbólica. Animales hembras, visitantes y cualquier vínculo con el mundo femenino quedaban fuera de sus puertas.
Así, Mihailo creció, aprendió y envejeció sin haber visto jamás en persona a una mujer. Su conocimiento de ellas se limitaba a las ilustraciones y a los relatos de otros. La suya fue una vida completamente masculina, marcada por la oración, la disciplina monástica y un silencio roto solo por los cánticos de fe.
En 1938 murió a los 82 años, con un récord tan singular como difícil de imaginar: atravesó toda una existencia sin conocer nunca a la otra mitad de la humanidad. Su vida, que a nuestros ojos modernos parece una rareza, fue al mismo tiempo testimonio de la fuerza del aislamiento y del poder de las tradiciones.
Una historia que sorprende no solo por lo que cuenta, sino por lo que revela: a veces, lo que falta en una vida también la define para siempre.
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