La evolución no es una creencia: es uno de los hechos científicos mejor demostrados de la biología moderna.
Cada fósil, cada gen y cada especie viva forman parte de una misma historia que comenzó hace más de 3.500 millones de años.
Los humanos no descendemos de los chimpancés, sino que compartimos con ellos un ancestro común que vivió hace unos siete millones de años.
La evolución no es lineal ni progresiva: no va “de lo peor a lo mejor”, sino que se ramifica en múltiples direcciones.
Algunas ramas se extinguieron, otras sobrevivieron y se diversificaron, como los Homo habilis, Homo erectus o Homo sapiens.
El registro fósil, la genética y la comparación del ADN humano con el de otras especies confirman esta relación.
Más recientemente, investigaciones en biología evolutiva han incorporado además la epigenética, la transferencia horizontal de genes y los cambios en desarrollo (evo-devo).
Aceptar la evolución no es cuestión de fe, sino de comprender la abrumadora evidencia científica que explica quiénes somos y de dónde venimos.
DOI: 10.3390/philosophies10030058


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