jueves, 13 de noviembre de 2025

:::Doramas:::

 


:::Doramas:::

Doramas con magido y escudo

«No era muy alto de cuerpo, mas era grueso, ancho de espaldas, gran cabeza, el rostro redondo, las narices pequeñas y muy anchas las ventanas, la edad mediana, bien repartido de miembros. Doramas significaba en el idioma canario ancha nariz». Así describe Tomás Marín de Cubas [(1694, II, 7) 1993: 144] a uno de los grandes héroes canarios.

La historia de Doramas comienza en la zona denominada como Telde, al noroeste de Gran Canaria. Doramas formaba parte de los “trasquilados”, la clase más baja en la jerarquía canaria, llamados así por la obligación que tenían de llevar el cabello corto.

Ante la llegada de los castellanos para conquistar la Isla, Doramas organiza una cuadrilla de guerreros y comienza una guerra de guerrillas contra el invasor, logrando singulares victorias, que le empiezan a dar fama entre los suyos.

Doramas atacando con su magado a un jinete

Según las fuentes, estas proezas envanecieron tanto al valiente guerrero que decidió tomar la condición de guaire sin licencia del guanarteme, lo cual le ocasionó el repudio de la nobleza. Con todo, Doramas se afincó en las tierras que circundan la montaña que lleva su nombre y continuó en la lucha de las tropas canarias contra los invasores, infligiendo gran daño a los castellanos.

El 20 de agosto de 1481, Pedro de Vera, reciente sucesor de Juan Rejón, enterado de las derrotas que sufrían sus tropas, decide poner fin al asunto y organiza una campaña decisiva contra él. Arma un ejército que ataca la residencia de Doramas, produciéndose una encarnizada y desigual batalla que finaliza con la rendición de los canarios y la muerte de Doramas.

Doramas siendo herido mortalmente por la espalda

Su cabeza es cortada por orden del gobernador y expuesta ante los suyos como escarmiento a su rebelión. Tras su derrota, los canarios se sometieron a las tropas invasoras, finalizando la conquista de la Isla en el año 1483.

Según Abreu Galindo, algunos cristianos y canarios enterraron su cuerpo en la montaña de Arucas, hicieron un cercado de piedras en ese lugar y pusieron una cruz que todavía se conservaba en el siglo XVII.

Sin embargo, su huella más duradera ha sido la conversión de su propio nombre en apellido de sus descendientes. En las primeras generaciones con la misma denominación, Doramas. Luego como De Oramas, al transformarse con el uso la ‘d’ inicial en la preposición ‘de’, para finalmente perder ésta y quedar únicamente como Oramas.

FUENTES

MARÍN DE CUBAS, Tomás. 1993 (1694). Historia de las siete islas de Canaria. Transcripción, introducción y notas de Francisco Ossorio Acevedo. Tenerife: Canarias Clásica.

BIBLIOGRAFÍA

ABREU GALINDO, Juan de. (d. 1676) 1977. Historia de la conquista de las siete Islas de Canaria. Ed. crítica con Introducción, notas e índice por Alejandro Cioranescu. S/C Tenerife: Goya.

ENLACES DE INTERÉS

Autor: Felipe Lorenzo

:::El ostrero unicolor:::

 

:::El ostrero unicolor:::

Ostrero canario junto a varias lapas
El ostrero unicolor canario (Haematopus meadewaldoi), también llamado ostrero canario, fue una especie endémica del Archipiélago y observada en las islas orientales hasta mediados del siglo XX. El área de distribución se circunscribía a Fuerteventura, Lanzarote y el Archipiélago Chinijo (La Graciosa, Montaña Clara, Alegranza, Roque del Oeste y Roque del Este) y Lobos.
Entre la población, era conocido por los pescadores y mariscadores de las islas orientales, que llegaron a darle diferentes nombres, tales como grajo marino, grajo de mar, graja, cuervo marino, corvino o lapero. Esta última denominación estaba probablemente relacionada con sus costumbres alimenticias, ligadas al consumo de lapas y moluscos de la franja litoral. El resto de nombres hacían referencia a su coloración oscura, similitud con el plumaje de los córvidos, sus hábitos estrictamente costeros e, incluso, a su característico reclamo semejante al del córvido.
Pudo nidificar en playas arenosas con una escasa perturbación humana y dunas de pequeño tamaño y vegetación psammófila o halófila ocasional, que le servia de refugio para sus huevos. El nido debió consistir en una pequeña depresión en la arena, recubierto de pequeñas conchas, piedras e incluso unas pocas ramas, tal y como hacen otros miembros de su familia.
Su alimentación debió estar ligada principalmente a la presencia de lapas y mejillones, además de otros moluscos que podían quedar en la superficie durante la bajamar. De esta forma, seguramente centró su atención gastronómica en las cuatro especies de lapas que se encuentran en Canarias: lapa de pie negro (Patella tenuis crenata), lapa de pie blanco (Patella ulyssiponensis aspera), lapa curvina (Patella piperata) y lapa de sol o majorera (Patella candei), siendo quizá esta última la más consumida, debido a que frecuentaba la franja más alta de la zona de mareas o intermareal (mesolitoral superior) de las costas rocosas, especialmente en áreas no sometidas a fuertes oleajes. Un molusco que suele ser observado sobre la banda de sacabocados o clacas (Chathamalus stellatus). En Canarias, su posición en la zona de mareas se solapa con la de otras dos especies de lapas. Por debajo, se encuentra lapa de pie negro y, por encima, la lapa curvina o lapa de sol. Es la más grande de todas ellas, teniendo una concha muy alta comparada con las otras especies, aportando mayor biomasa.
Probablemente, la presencia del ostrero estuvo muy ligada a la lapa majorera, que en el pasado se encontraba en todas las Islas, tal y como muestra su abundancia en muchos yacimientos subfósiles, aunque en los concheros antiguos ya se presentaba en proporciones reducidas en comparación con las otras especies de lapas, apareciendo principalmente en los de las islas orientales. Pese a esto, hasta hace tres décadas menudeaban en la costa de Fuerteventura, donde eran recolectadas por los hombres de la mar con relativa frecuencia. Su distribución actual se restringe a algunas localidades de Fuerteventura, Archipiélago Chinijo y de las Salvajes, donde aún es abundante.
Esta relación convirtió al ostrero en un ave vulnerable ante el intensivo marisqueo, que se remonta a los antiguos isleños, como lo evidencia la presencia en los concheros repartidos por todas las Islas. Pero, la excelente calidad de la carne de las lapas, provocó que sus poblaciones disminuyeran rápidamente en la mayoría del Archipiélago, llegando a desaparecer de muchas localidades. Aunque en Fuerteventura y Lanzarote esta práctica en época precolonial debió de tener menos incidencia e impacto que en las islas occidentales, debido probablemente a una población humana más reducida, lo que pudo motivar que sobreviviera en estas islas hasta fechas más recientes.
Así, el uso humano de la costa hasta mediados del siglo XX, fecha en la que desaparece el ostrero unicolor canario, se limitaba a la pesca artesanal a caña desde tierra; al pardeleo o captura de pollos de pardela cenicienta (Calonectris diomedea) como recurso alimenticio; la construcción y explotación de salinas artesanales en la franja costera; la extracción y exportación de la cal; el cultivo de tomates y leguminosas en los terrenos fértiles cercanos a la costa; el marisqueo intensivo ya nombrado y todo un sinfín de acciones humanas vinculadas a pequeñas economías locales de subsistencia y limitada exportación interinsular, que mantuvo una población humana en pésimas condiciones de vida y aislamiento socioeconómico, agravada por los periodos de entreguerra y miserias de la época franquista.
El golpe de gracia sobre la especie lo asestaron los propios naturalistas y coleccionistas, que, al servicio de los grandes museos de historia natural del siglo XIX, recorrían fusil en ristre distintos lugares del planeta en busca de raras especies de flora y fauna, con el objeto de aumentar las numerosas y vastas colecciones científicas. De este modo, fue muy cotizado el ostrero canario a finales del siglo XIX y comienzos del XX. De hecho, oportunistas locales ofertaban huevos y pieles de adultos en sus catálogos por cuantiosas cantidades de dinero de la época. Hoy en día, algunas de esas aves colectadas en las Canarias figuran entre las luctuosas colecciones científicas de prestigiosos museos, como el British Museum de Londres, etiquetadas con el rubro EXTINGUIDO. Una ‘extinción’ que representa la desaparición total de todos los ejemplares o individuos vivos de una especie, la liquidación de un taxón en todo el mundo, la pérdida para siempre de una forma de vida.
A modo de reflexión: ¡sírvanos de ejemplo!

BIBLIOGRAFÍA

BANNERMAN, D. A. 1963. Birds of the Atlantic Islands. Vol.1. A history of the Birds of the Canary Islands and of the Salvagens. Londres y Edimburgo: Oliver & Boyd.

BLANCO, J.C., y J. L. González (eds.). 1992. Libro Rojo de los Vertebrados de España. Madrid: ICONA (Colección Técnica).

HAYMAN, P.; J. Maarchant, y T. PRATER. 1986. Shorebirds. An identification guide to the waders of the world. Londres y Sidney: Helm Ltd.

HOCKEY, P. A. R. 1987. «The influence of coastal utilization by man on the presumed extinction of the Canarian black oystercatcher Haematopus meadewaldoi». Biological Conservation 39: 49-62.

MARTÍN, A., y J. L. Lorenzo. 2001. Aves del archipiélago canario. Tenerife: Francisco Lemus editor.

NÚÑEZ, J.; M. C. Brito; R. Riera; J. R. Docoito, y O. Monterroso. 2003. «Distribución actual de las poblaciones de Patella candei D’Orbigny, 1840 (Mollusca, Gastropoda) en las islas Canarias. Una especie en peligro de extinción». Bol. Inst. Esp. Oceanográficos. 19 (1-4): 371-377.

VALLEDOR, A. 2000. La especie suicida. El peligroso rumbo de la humanidad. Madrid: Ed. Díaz de Santos.
Autor: Juan José Ramos

:::El asentamiento:::

 

:::El asentamiento:::

Los aborígenes habitaban en diferentes espacios, tales como cuevas naturales, cuevas artificiales, casas y cabañas.
Cuevas naturales
Cueva de Belmaco, en La Palma
Éstas son las viviendas más extendidas en las Islas, debido a la abundancia de ellas en la orografía del Archipiélago. Las más idóneas para su ocupación eran las que disponían en su entorno de una temperatura, vegetación y agua adecuadas. Es por ello por lo que, en general, se encontraban próximas a la costa, aunque también ocupaban cuevas de cotas superiores, sobre todo para aprovechar los pastos de montaña en verano.
Los aborígenes buscaban cuevas fácilmente accesibles, amplias y cerca del lecho de los barrancos; las acondicionaban, adaptándolas a sus necesidades, levantando muros o utilizando mamparas móviles de pieles o junco.
La entrada de la cueva era el espacio más iluminado y más transitado, porque lo destinaban a realizar todo tipo de trabajos domésticos o artesanales.
Cuevas artificiales
Cueva de las Cuatro Puertas, en Gran Canaria

Cuando la naturaleza del terreno lo permitía (zonas de tobas volcánicas), los aborígenes excavaban sus propias cuevas, las cuales las encontramos de forma aislada o en concentraciones en zonas próximas a la costa.
Para su construcción se eligen vertientes soleadas, construyéndose a veces rampas o escaleras para acceder a ellas y presentando rellanos en sus entradas. Generalmente están compuestas por una habitación central, a la que se abren estancias laterales, aunque en ocasiones presentan dos pisos escalonados.
Las plantas pueden ser cruciformes, cuadradas, rectangulares, trapezoidales, ovales, circulares, semicirculares o incluso irregulares. Para mejorar su iluminación y aireación, construían ventanas o claraboyas.
Interior y detalle de la Cueva Pintada de Gáldar, en Gran Canaria

Normalmente hacían una gran entrada y, al lado de ésta, dos lavaderos. Encima de la puerta abrían una pequeña ventana por la cual entraba luz en todas las habitaciones de la casa. Los cuartos eran grandes o pequeños según sus familias y necesidades, y también hacían muchos nichos donde situar utensilios domésticos, agujeros de asideros o silos interiores.
Estas cuevas aparecen de forma mayoritaria en Gran Canaria, aunque también existen bastantes ejemplos en Tenerife Fuerteventura.
Tubos volcánicos
Los malpaíses dan lugar al aprovechamiento de tubos volcánicos subterráneos. Su situación por debajo del nivel de superficie permitía:
  •  Una mayor protección, al no ser visibles a distancia.
  •  Estar protegidos contra el fuerte viento de las islas orientales.
  •  Ser cálidos en invierno y frescos en verano.
Fueron ocupados estacionalmente mientras se aprovechaban los pastos de las inmediaciones de los malpaíses.
Predominan en Lanzarote Fuerteventura, aunque también los encontramos en El Hierro y en Tenerife.
Casas
Restos de algunas casas de piedra en Gáldar, Gran Canaria

Las casas, debido a la abundancia de cuevas naturales, no estaban muy extendidas en las Islas, salvo en el caso de Gran Canaria, donde existían grandes poblados.
Para la construcción de casas contaban con albañiles y carpinteros. Las paredes se realizaban seleccionando y trabajando piedras que diesen una cara regular, especialmente en cimientos y esquinas, para formar una cara externa y otra interna, rellenándose su interior con piedras pequeñas y tierra que acabarán constituyendo muros de aproximadamente 1-1,50 metros. Los techos se preparaban con listones de madera de tea, sabina o cedro, luego una capa de losas planas de pizarra y finalmente una capa de ramas vegetales.
La planta interior de las viviendas era variable. La cruciforme facilitaba la sujeción de la techumbre, ya que reducía la distancia entre los laterales de las paredes y el espacio central.
Recreación del confortable interior de una casa canaria
Cabañas
Otro tipo de construcciones artificiales son las cabañas, generalmente con plantas ovales, circulares o cuadrangulares, y cuya puerta está orientada al lado opuesto de los vientos dominantes, cubiertas por un techo vegetal de maderos, ramas o paja.

BIBLIOGRAFÍA

ARCO AGUILAR, Mª del Carmen del, y Juan Francisco Navarro Mederos. 1996 (1987). Los aborígenes. CCPC (Historia Popular de Canarias, 1).

MEDEROS MARTÍN, Alfredo, y Gabriel Escribano Cobo. 2002. Los aborígenes y la prehistoria de Canarias. CCPC.

Autor: Belkis Lopez

:::Le Canarien:::

 

:::Le Canarien:::

Guadarfía se rinde a Béthencourt en un grabado de Le Canarien
Durante buena parte de los seis siglos que nos separan del inicio de la Conquista, se aceptó al caballero normando Jean de Béthencourt como primer conquistador de las Islas. El motivo es el siguiente: hasta hace relativamente poco tiempo, los hechos se documentaban en una versión de Le Canarien más parecida a una crónica familiar de los Béthencourt que a la descripción objetiva de los hechos, obra de los clérigos y cronistas de la expedición Bontier y Le Verrier. A falta de otros documentos con los que poder compararla, la versión de Béthencourt fue la que se aceptó inicialmente.
Este cotejo no sería posible hasta finales del S. XIX, cuando el British Museum se hizo con una versión de Le Canarien redactada por Gadifer de la Salle, compañero de andanzas de Béthencourt. En ella, Gadifer pone en evidencia la mala conducta del supuesto primer conquistador, le resta méritos y, en gran medida, considera la empresa como propia.
El texto de Gadifer habría pasado desapercibido de no haberse comprobado que era anterior al de Béthencourt. Al parecer, fueron los descendientes del laureado como primer Señor de Canarias los que se hicieron con el relato original y lo modificaron con tal de enaltecer la figura de su antepasado.
Ambos textos, el de Gadifer y el de Béthencourt, tienen como fuente primaria las efemérides que, sobre la marcha, anotaban los ya mencionados frailes de la expedición, Bontier y Le Verrier. Desgraciadamente, ese documento no ha llegado hasta nuestros días y nos tenemos que conformar con el alegato de Gadifer y la réplica de Béthencourt, con todas las limitaciones que eso conlleva.
Béthencourt, con grabado de Le Canarien al fondo
Pese a todo, las Crónicas francesas siguen siendo básicas para el conocimiento de la historia de la Conquista. Si el lector es capaz de afrontar la lectura de los textos de forma crítica, podrá descubrir, bajo la capa de intereses de uno y otro, los pasajes más importantes del inicio de la invasión europea de las Islas: la llegada de los franceses a Lanzarote y los tratados con el jefe isleño Guadarfia; el primer desembarco en Fuerteventura y el viaje de Béthencourt a España, cuyo objetivo no era otro que el de solicitar socorro a Enrique III de Castilla. Este episodio sería el origen de las rencillas entre los dos conquistadores: mientras Béthencourt permanecía en España rindiendo homenaje al rey, asegurándose así la propiedad de las Canarias, Gadifer se quedaba en las Islas padeciendo incontables penalidades y defendiendo sus posesiones sin obtener nada a cambio.
En Le Canarien también se narran las disputas entre los franceses y los habitantes de Lanzarote; la peregrinación de Gadifer por todo el Archipiélago; el retorno de Béthencourt a las Islas y el sometimiento final de Guadarfia y los jefes de Fuerteventura, La Gomera y El Hierro, ya sin Gadifer en las Islas.
Los antiguos isleños vistos por los europeos
Las Crónicas francesas nos han aportado numerosos testimonios sobre la vida y las costumbres de los antiguos isleños. De los habitantes de La Palma, por ejemplo, aseguran que eran «gentes hermosas y se alimentan sólo de carne» [LC (d. 1494) 2003: 332]. También señalan que en La Gomera se «habla el más extraño lenguaje de todas [las Islas] [...], pues hablan con los bezos como si carecieran de lengua» [LC 2003: 335].
Le Canarien apunta que en las tierras más altas de El Hierro «hay unos árboles que gotean constantemente agua buena y clara, que cae a unas fosas junto a ellos» [LC 2003: 331], y que Tenerife es un país donde «La tierra es muy buena para cualquier cultivo. Sus numerosos habitantes son el pueblo más intrépido de cuantos viven en las islas, y nunca fueron asaltados ni reducidos a servidumbre como los de las demás islas» [LC 2003: 336].
De los canarios, las Crónicas destacan que «Tienen muchos animales, como cerdos, cabras y ovejas, y unos perros salvajes que parecen lobos, pero son más pequeños» [LC 2003: 340].

FUENTES

LC = 2003. Le Canarien. Manuscritos, transcripción y traducción. Ed. de Berta Pico, Eduardo Aznar y Dolores Corbella. Tenerife: Instituto de Estudios Canarios.

BIBLIOGRAFÍA

CIORANESCU, Alejandro. 2004. Crónicas francesas de la conquista de Canarias. Le Canarien. Idea.

LC = 1960 (1480-1490). Le Canarien. Crónicas francesas de la consquista de Canarias. II. Texto de Juan V de Bethencourt. Traducción y notas por E. Serra Ráfols y A. Cioranescu. La Laguna / Las Palmas de Gran Canaria: Instituto de Estudios Canarios / El Museo Canario. (Fontes Rerum Canariarum, 9).

LC = 1965 (1420). Le Canarien. Crónicas francesas de la consquista de Canarias. III. Texto de Gadifer de la Salle. Traducción y notas por E. Serra Ráfols y A. Cioranescu. La Laguna / Las Palmas de Gran Canaria: Instituto de Estudios Canarios / El Museo Canario. (Fontes Rerum Canariarum, 11).
Autor: Néstor Bogajo

:::La mujer isleña:::

 

:::La mujer isleña:::

Ídolo de Tara, con imágenes cotidianas de la mujer isleña al fondo
Pese a lo precarios y confusos que suelen ser los testimonios etnohistóricos y arqueológicos, no son pocas las pruebas que evidencian la influencia y el prestigio de la mujer en la antigua sociedad isleña. Aunque conviene tener mucho cuidado con las generalizaciones, los datos disponibles llevan a pensar que la organización social estuvo muy ligada al matriarcado, es decir, que aspectos como el parentesco, la herencia o la residencia se establecían por línea materna.
La documentación europea del siglo XVI nos transmite el nombre dado a la mujer en Tenerife, aunque podemos presumir que en el resto de las islas el enunciado sería similar, pues incluso se usa todavía hoy en los dialectos continentales. Ese vocablo era chamato, pronunciado con la típica palatalización tinerfeña de la (= ch). En realidad, se trata de un compuesto cuya dicción correcta resulta bastante más difícil para un isleño actual. En todo caso, quizá sea más revelador su significado. La etimología de este concepto de mujer tiene que ver con el ‘origen’, con la ‘matriz’ que genera el ‘lazo consanguíneo’ en el que se funda un parentesco y que, además, ella ‘amamanta’. Por tanto, como sucede en el conjunto de la cultura amazighe (o bereber), se concibe a la mujer como el ser que ampara la vida y proporciona una determinada filiación social a las personas que integran una comunidad.
Las fórmulas a través de las cuales se concretó esta fuerte ascendencia de la madre (ma) fueron diversas. En Lanzarote hallamos la circunstancia más peculiar: la mujer tenía tres maridos, cada uno de los cuales servía a la familia de la esposa durante un mes. Pero también las adopciones, incluso de extranjeros, se sellaban con lo que se conoce como ‘pactos de colactación’, por el cual la familia anfitriona y el huésped bebían la misma leche (que, en un principio, aportaba la matrona de la familia).
La expresión del respeto y la consideración que merecían las mujeres llegó a situaciones como la implantada en Tenerife, donde ningún hombre podía aproximarse y hablar a una mujer en un lugar solitario. En otras islas, como Erbane (Fuerteventura), dos mujeres –madre e hija, al parecer– intercedían en los conflictos políticos y regían los ceremoniales. Una de ellas tenía por nombre Tamonante, cuya traducción literal es ‘la que deletrea’. Esto presupone que era depositaria de un saber muy importante: la lectura. En la cultura amazighe, la escritura carece de vocales, puntuación o separación entre las palabras, lo que convierte la lectura en un ejercicio que requiere cierto adiestramiento, ya que un mismo texto puede contener varios mensajes diferentes. Y es que la mujer constituye el centro no sólo de la reproducción biológica, sino de la vida doméstica y cultural.

BIBLIOGRAFÍA

PÉREZ SAAVEDRA, Francisco. 1997 (1982). La mujer en la sociedad indígena de Canarias. Tenerife: CCPC, 4ª ed.
Autor: Ignacio Reyes

:::Así se saludaban:::

 

:::Así se saludaban:::

Manos pintadas en la pared, de origen africano
En la historia del África amazighe, pocas influencias han causado un impacto tan amplio y profundo como la arabización iniciada en el siglo VII. Con anterioridad, fenicios, griegos o romanos ya habían cruzado improntas con aquellas poblaciones. Incluso, sus antepasados libios mashwash también se relacionaron con pueblos del Oriente Próximo. Pero la colonización islámica introduciría cambios determinantes en la composición de su tejido cultural. La lengua árabe fue impuesta como instrumento de cohesión ideológica y política en las sociedades conquistadas, por lo que el idioma original, la tamazight, ha quedado progresivamente relegado a una vida más doméstica. Muchas costumbres y tradiciones ancestrales también se han visto alteradas o han desaparecido bajo el peso de esta nueva realidad.
En las últimas décadas, un creciente proceso de afirmación cultural intenta desarrollar y, en su caso, restablecer la identidad amazighe de esas poblaciones. Para ello, se practican algunos esfuerzos en el sentido de avanzar hacia la creación de formas idiomáticas comunes (coiné), pero su extraordinaria riqueza dialectal no siempre facilita una intercomprensión plena. Además, la política de arabización lingüística de la mayoría de los gobiernos del área, y en ocasiones incluso la abierta represión social, dificultan aún más esa estrategia reivindicativa.
Aunque apenas proporciona un reflejo anecdótico, un ejemplo de este empeño se observa en la rápida difusión de la voz meridional ahul, pronunciada azul en otros dialectos, como expresión de ‘saludo’. Inclusive en Canarias, donde no se ha documentado en las fuentes antiguas, también ha adquirido cierto arraigo. Con todo, un historiador a menudo muy bien informado, el médico teldense Tomás Marín de Cubas (1643-1704), recogió en el siglo XVII unos enunciados propios de la isla de Gran Canaria. El fragmento en cuestión se puede encontrar en su Historia de las Siete Yslas de Canaria (1694), más concretamente en el capítulo XVIII del libro II, dedicado a la «Naturaleza, costumbres y exercicios de los canarios»: «[...] entrando en las Casas ô Cuebas saludan diciendo Tamaragua, y respondia Sansofi, que significa aqui biene el huesped, pues sea bien venido» [fol. 78r].
El testimonio no puede ser más preciso, tanto en su forma como en su significado. Hoy, la restitución científica puntualizaría las fórmulas del siguiente modo:
(a) tamaragua da_marag, ‘aquí (está) el huésped (o vecino)’;
(b) sansofi ssan_sufi, ‘para el que sea lo mejor’.
Respalda esta información de Marín, por lo menos en parte, un documento de gran valor redactado en la centuria anterior. En el capítulo LIX de su Descrittione et historia del regno de l’sole Canarie (1590), el ingeniero italiano Leonardo Torriani (ca. 1560-1628) copió un par de endechas compuestas en aquel amazighe insular del siglo XVI. En una de ellas, precisamente en la que atribuye a la isla de Gran Canaria, registra el concepto maragà [fol. 82r]. Su traducción, que recoge no tanto la literalidad como el sentido general de esos cantos, aporta una aproximación muy razonable: ‘bien venido’. Ya sabemos, por Marín y por el análisis interdialectal, que su campo semántico real se relaciona con la ‘vecindad’, pero de nuevo aquí aparece en un contexto de salutación: «Aicà maragà», es decir, ‘¡Oh! A ti, el huésped’.
Así, pues, como impone este tema, parece oportuno despedirse en esta ocasión con tihulawen aggôtnen, es decir, ‘muchos saludos’.

FUENTES

MARÍN DE CUBAS, Tomás. 1694. Historia De las Siete Yslas de Canaria Origen Descubrimiento y conquista Dividida en Tres Libros compuesta por D. Thomas Arias Marin y Cubas natural de Telde ciudad en la Ysla de Canaria. Año, de 1694. [Copia de Agustín Millares Torres (1879), en El Museo Canario, ms. I-D-15/16. Existe microfilme en la Biblioteca Municipal de S/C de Tenerife, ms. 192].

TORRIANI, Leonardo. 1590. Descrittione et historia del regno de l'isole Canarie gia dette le fortunate con il parere delle loro fortificationi, en D. J. Wölfel (ed.), Die Kanarischen Inseln und ihre urbewohner. Eine unbekannte Bilderhandschrift vom Jahre 1590. Leipzig: K. F. Koehler, 1940.

Autor: Ignacio Reyes

:::Attidamana:::

 

:::Attidamana:::

Attidamana hablando a varios canarios
Suele suceder en las comunidades antiguas que la historia, la leyenda y el mito a menudo entrecruzan sus fronteras. Sus ingredientes se mezclan y conforman una realidad tal vez un tanto confusa para nuestra mentalidad analítica, pero muy vívida y tangible para aquellas gentes y su devenir cotidiano. Más que en otro momento de la evolución humana, la memoria alienta entonces como un conjunto de conocimientos y creencias en torno al mundo, la naturaleza social de la persona y el sentido de la existencia. Pero, con alguna frecuencia, ocurre que buena parte de la información disponible en la actualidad acerca de ese pasado proviene de fuentes extranjeras. Datos geoestratégicos y noticias socioculturales constituyen sus principales objetos de interés, más orientados –qué duda cabe– a preparar expediciones de conquista y colonización que a extender los confines del entendimiento y la convivencia. Por todo esto, es preciso proceder siempre con mucha cautela a la hora de examinar el contenido y el alcance social de esas narraciones, que desempeñaban un papel muy destacado en la definición de las identidades colectivas.
Y la fijación de un antepasado común (real o mítico) ocupó quizá la posición más importante entre esos mecanismos de integración, pues a partir de este antecesor se establecían los lazos genealógicos que configuraban los linajes, clanes y tribus donde el sujeto adquiría su condición de ser humano. Porque la personalidad individual se forjaba como una simple expresión de la consciencia colectiva. El linaje, por ejemplo, un grupo de parientes que remontan su filiación a un ascendiente concreto y compartido, no aportaba tan sólo un eslabón en una cadena más amplia de allegados. En realidad, era el verdadero depositario de ciertos bienes, derechos y obligaciones.
La historia de Attidamana nos ilustra precisamente acerca de esta constitución segmentaria de las antiguas sociedades isleñas, como ya nos anuncia el sentido de su nombre, ‘(la que) transmite la herencia’. Las crónicas coloniales cuentan que se trató de una doncella galdense muy persuasiva, inclinada a mediar en las frecuentes disputas socioeconómicas que solían agitar a los jefes (varones) de las diversas fracciones tribales de la Isla. Pero éstos, conforme pasaron los años, prestaron menos atención a su arbitraje y persistieron en las querellas intestinas. «Afrentada de haber sin ocasión perdido el crédito», según nos explica Juan de Abreu Galindo (ca. 1590, II, 7, fol. 46v), decidió casarse con Gumidafe (‘Jorobado’), uno de estos jefes, residenciado también en la próspera comarca de Gáldar, justo en unas cuevas que poseían la nada casual denominación de Facaracas (o ‘Gran Can’, la constelación de la estrella Sirio que regía la organización calendárica insular). Ambos «hicieron guerra a todos los demás capitanes» y colocaron la Isla bajo su dominio.
Parece haber heredado dicha autoridad centralizada un hijo del matrimonio, Artemi (‘Hunde’), que desempeñaría esta responsabilidad cuando, a comienzos del siglo XV, Jean de Béthencourt comenzó la ocupación europea de las Islas. Otras fuentes, en cambio, apuntan que el poder recayó en dos hijos del matrimonio (o bien de Artemi, esto no queda claro), que gobernaron sendas parcialidades desde Gáldar y Telde, respectivamente. Y así sería hasta la finalización oficial de la conquista de Canaria en 1483.
Para designar esa alta dignidad institucional se acuñó la expresión gua(d)narteme (‘éste (de aquí es) de Artem’), de manera que el ejercicio de la jefatura quedara expresamente vinculado al primer mandatario único, descendiente directo de los unificadores o, tal vez, otro nombre por el que fue conocido Gumidafe. Se consumaba así la apropiación de funciones políticas por el linaje que desde entonces se apellidó Mídeno (‘los humanos legítimos’) y reservó a sus miembros el título de Semidán (‘honorable’), aunque sólo a las mujeres correspondía la transmisión de esa herencia.

FUENTES

ABREU GALINDO, Juan de. d. 1676 (ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Existe edición moderna realizada por el Dr. A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1977].

Autor: Ignacio Reyes

:::El guirre:::

 

:::El guirre:::

Cabeza de guirre y guirre volando
Guirre. m. Alimoche común o abanto (Neophron percnopterus). Ave rapaz de la familia de los Falcónidos, recibe este nombre por su capacidad para lanzar objetos que coge con el pico. En particular, posee la habilidad de tirar piedras para romper la cáscara de los huevos y alimentarse de su contenido. Sin embargo, encuentra en la carroña su régimen nutricional más importante, ayudando a mantener limpio el campo de toda clase de animales muertos.
Hoy en día casi ha desaparecido de Canarias y sólo queda una representación menguante en Lanzarote, Alegranza y Fuerteventura, isla donde se ha sedentarizado y convive con ejemplares africanos y europeos que suelen migrar en invierno hasta allí.
Este pequeño buitre, la única ave necrófaga de Canarias, llega no obstante a alcanzar los 70 centímetros de altura y algo más del metro y medio de envergadura, con un peso que ronda los dos kilos.
Las fuentes etnohistóricas nos informan de su amplia distribución por el Archipiélago en tiempos antiguos. Cuando habla «De las cualidades y propiedad [de] Los Canarios i la isla [de Gran Canaria]», el cronista Pedro Gómez Escudero [(ca. 1484) 1993: 437] hace referencia a «[...] unas aues menores que pauos, tienen el pico amarillo i pies, son maiores que los de Spaña que llaman quebrantagüezos, es aue mui sucia, busca las inmundicias, cría en los riscos i es aue temida, llaman los Guirhes». También Abreu Galindo [(ca. 1590, III, 4) 1977: 270] registra su presencia en La Palma con ocasión del relato de un ceremonial religioso:
Y tenian tanto temor no cayese y los matase, que no obstante que aunque cayera no les podia dañar por estar las moradas de ellos muy apartadas; por solo el temor acordaron que de todos los anímales que matasen para comer diesen aYdafe la Azadura; y assí muerto el anímal, y sacada la azadura se yban con ella dos personas, y llegados donde el roque decían, cantando el que lleuaba la azadura Y Yguída, y Yguan Ydafe, que quíere decír: Dice que caerâ Ydafe. Y respondía el otro cantando: Que guerte yguan taro: que quíere decír, dalelo que traes, y no caerâ. Dícho esto la arrojaba, y daba conla azadura, y seyban, la qual quedaba por pasto para los cuerbos, y quebrantahuesos, que en estaYsla llamaban Guírres.
Ilustración de un guirre posado en tierra
En la actualidad es un ave muy amenazada por diversos factores nocivos, ligados en su mayor parte a los cambios económicos de la sociedad y sus efectos sobre el delicado equilibrio ambiental de las Islas.

FUENTES

ABREU GALINDO, Juan de. d. 1676 (ca. 1590). Historia de la Conquista de las Siete Yslas de Gran Canaria. Escrita Por el R. Pe. Fray Juan de Abreu Galíndo, del Orden de el Patríarca San Francísco, hijo de la Provínçía del Andaluçía Año de 1632. [Existe edición moderna realizada por el Dr. A. Cioranescu, publicada en S/C de Tenerife por Goya en 1977].

GÓMES ESCUDERO, Pedro. (ca. 1484). Libro segundo prosigue la conquista de Canaria, en F. Morales Padrón (1993: 383-468).

BIBLIOGRAFÍA

MORALES PADRÓN, Francisco (ed.). 1993 (1978). Libro segundo prosigue la conquista de Canaria. Las Palmas de Gran Canaria: Cabildo Insular, 2ª ed.

ENLACES DE INTERÉS

Autor: Ignacio Reyes