martes, 2 de diciembre de 2025

Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano



Hernán Cortés Monroy Pizarro Altamirano… Un dia como hoy 2 de diciembre pero del año de 1547. Camino a Cádiz, en Castilleja de la Cuesta, cerca de Sevilla España, muere Hernán Cortés a sus 62 años de edad. Sus resto serían trasladados años después a la ciudad de México, donde han de reposar en el hospital de Jesús, pese a que dejó estipulado en su testamento que reposarán en el convento de San Francisco en Texcoco, hoy estado de México. Lo que hoy conocemos como la Catedral Metropolitana. En 1524, Hernán, hizo poner la primera piedra de la catedral. Encima del templo de Quetzalcóatl en Tenochtitlan; como símbolo de que mi Dios derrota a tu Dios. Hablar de Hernán Cortés es uno de los temas más polémicos en México. Comentarios como “malditos españoles”, “el conquistador” y otros calificativos son comunes, aunque curiosamente los decimos en español, insultamos en español y afirmamos en español que no tenemos nada que ver con España. Sin embargo, es evidente que sin Hernán Cortés no existiría este país tal como lo conocemos hoy.
Hernán Cortés inició la expedición que culminó con la conquista de México entre el 9 y el 10 de febrero de 1519, cuando salió de Cuba rumbo a lo desconocido. Aquello desconocido terminó siendo lo que hoy es nuestro país. Su aventura es fascinante y vale la pena conocer un poco sobre él, porque rara vez se nos cuenta algo más allá de que “es el malo de la historia”.
Ubicándonos en el año 1485, en la región más pobre de España, Extremadura —que, según se comenta, sigue siendo una de las más pobres—, allí nació Hernán Cortés. En ese tiempo, España vivía los últimos años de la Reconquista contra los moros. En 1499, Cortés ingresó a la Universidad de Salamanca, donde estudió leyes durante tres años. Esto contradice la idea de que era un ignorante: hablaba latín mejor que Carlos V, su monarca.
En 1504, debido a la pobreza en la península ibérica y con 19 años de edad, se embarcó hacia América, recién descubierta para los europeos. Hay que recordar que Cristóbal Colón había llegado a las Antillas en 1492, y para 1504 los españoles apenas controlaban Cuba, La Española (actual República Dominicana y Haití) y algunas islas del Caribe. Cortés llegó a La Española en 1504 y se instaló en Santo Domingo en 1505 como escribano, ya que sabía leer y escribir en castellano y latín, además de haber estudiado leyes. Probablemente era uno de los hombres más instruidos en el Caribe, por lo que trabajó como notario y le iba muy bien.
En La Española, el gobernador era Diego Colón, hijo de Cristóbal Colón, quien heredó las prerrogativas de su padre. Nada se podía hacer sin su autorización. Cortés, ambicioso e inteligente, pensó que al oeste debía haber más riquezas. Algunos españoles habían llegado a Florida, los portugueses a Brasil, y la ambición crecía. En 1509, Cortés se trasladó a Cuba con Diego Velázquez, representante de la Corona Española. Allí se estableció como notario, plantó cañaverales y fue nombrado alcalde de Santiago, lo que le permitió conocer todas las expediciones.
En 1517 salió de Cuba la primera expedición hacia lo que hoy es México, al mando de Francisco Hernández de Córdoba, quien llegó a Cozumel y Yucatán, exploró el Golfo de México y regresó. La segunda expedición, dirigida por Juan de Grijalva, siguió la misma ruta y llegó hasta el río Grijalva. Cortés, convencido de que había más por descubrir, propuso una nueva expedición. Velázquez alegó falta de dinero, y Cortés decidió financiarla él mismo: vendió sus cañaverales, reunió ahorros y compró 11 barcos cargados con animales, semillas y provisiones. Velázquez sospechó de sus intenciones y quiso cancelar la expedición, pero Cortés, avisado por sus contactos, huyó antes de recibir la notificación oficial. Así, en febrero de 1519, zarpó rumbo a lo desconocido.
Siguió la ruta de las expediciones anteriores: llegó a Cozumel y Yucatán. Para entonces tenía 34 años, en la plenitud de su vida, y la suerte lo acompañó. En Yucatán se hablaba maya, y él solo conocía el castellano. Entonces se enteró de que había dos españoles que habían sobrevivido a un naufragio diez años atrás: Gonzalo Guerrero, quien se integró a la cultura maya, y Gerónimo de Aguilar, un fraile que se unió a Cortés y se convirtió en su traductor. Aguilar hablaba maya y español, lo que permitió a Cortés comunicarse y conocer la organización maya. Además, Aguilar le informó sobre el gran imperio mexica en el valle de México.
En Tabasco, donde se hablaba náhuatl, Cortés recibió como ofrenda a Malintzin (La Malinche), una mujer tlaxcalteca que hablaba náhuatl y maya. Así, Cortés estableció una cadena de traducción: Malintzin traducía del náhuatl al maya, y Aguilar del maya al castellano. Malintzin aprendió español rápidamente y se convirtió en traductora directa y asesora cultural, explicándole protocolos, alianzas y rivalidades. Gracias a ella, Cortés supo que muchos pueblos odiaban a los mexicas, lo que sería clave para su estrategia.
En abril de 1519, Cortés llegó a lo que hoy es Veracruz, en San Juan de Ulúa. Allí lo recibió una comitiva enviada por Moctezuma, quien ya tenía noticias de los invasores. Le llevaron regalos y un mensaje: “Que no vengas”.Cortés, al ver los regalos enviados por Moctezuma, pensó: “Justo hacia allá voy”. Sabía que estaba violando la ley, pues había escapado de la autoridad de Diego de Velázquez, gobernador de Cuba. Cuando Cortés propuso avanzar tierra adentro, los 600 marinos estaban aterrados: no tenían idea de dónde estaban, todo les parecía extraño y temían enfrentarse a un gran imperio. La respuesta fue: “No, no, no. Estamos prófugos, regresemos a Cuba”.
Aquí Cortés demuestra su audacia: “De regreso, a ningún lado. Voy a legalizar lo que estoy haciendo”. Entonces funda una ciudad, redactando un acta notariada para establecer la Villa Rica de la Vera Cruz. ¿Por qué funda una ciudad? Porque necesita un ayuntamiento. Nombra como síndicos a los marineros que lo apoyan y, una vez elegidos, les pide que designen quién debe ejercer el cargo de Justicia Mayor y Capitán General, es decir, el liderazgo político y militar. Lo nombran a él. Todo esto queda registrado en actas notariadas.
Según las leyes españolas que Cortés conocía, las ciudades dependían directamente del rey. Así, ahora él es el líder del ayuntamiento y solo responde ante el monarca. Claro que el rey no sabe nada, por lo que Cortés decide informarle. Toma todos los regalos acumulados y hunde sus barcos para evitar el regreso: de los 11 barcos, hunde 10 y en el undécimo carga los tesoros. Escribe una carta al rey Carlos I de España (Carlos V del Sacro Imperio Romano Germánico), explicando quién es, lo ocurrido y cómo violó la autoridad de Velázquez, pero justificándolo por falta de visión del gobernador. Envía la carta junto con el barco lleno de riquezas.
Carlos V recibe el tesoro y concluye: “Todo lo que este hombre está haciendo queda avalado por su majestad”. Así, los hombres de Cortés no tienen opción: sin barcos, solo pueden avanzar.
En junio de 1519, Cortés firma una alianza con los totonacas del norte de Veracruz y comienza la marcha hacia el corazón del imperio mexica. Recorre la ruta Veracruz–Puebla–Tlaxcala durante julio, agosto y septiembre, empujando 12 cañones y cargando suministros. En Tlaxcala son recibidos con guerra, pero al enterarse de que Cortés pretende enfrentar a Moctezuma, se convierten en sus aliados y firman un acuerdo de paz.
En octubre llega a Cholula, donde ocurre la primera gran masacre: Cortés descubre un complot para asesinarlo y organiza una matanza contra la nobleza cholulteca, enviando un mensaje claro a Tenochtitlan. Finalmente, en noviembre de 1519, atraviesa el Paso de Cortés, entre los volcanes, y es recibido por Moctezuma en persona. El 8 de noviembre entra en Tenochtitlan junto con sus hombres y aliados, gracias a la mediación de Malintzin.
Los españoles permanecen en la ciudad desde noviembre de 1519 hasta junio de 1520 en una paz aparente, mientras estudian las debilidades del imperio. Todo esto antecede la estrategia que culminaría en la conquista.
Este fue el hombre que conquistó un imperio y murió un día como hoy,
Vía Conoce México a Través de su Historia
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La huida y la derrota: las narraciones de la Noche Triste

 



La huida y la derrota: las narraciones de la Noche Triste

La llamada Noche Triste es uno de los acontecimientos más comentados y polémicos dentro de las narraciones sobre lo que conocemos como Conquista de México, aunque se circunscribe a la ocupación y sitio de Tenochtitlan, de ella se desencadenara un proceso mucho más largo y complejo para el resto de los pueblos prehispánicos. A lo largo de algunos de los relatos que se conservan, ya sean escritos en el siglo XVI o en el XVII, el actuar de los europeos parece casi infalible, pues audazmente pareciera que la administración y sometimiento resultaba en un proyecto de avance mecánico y continuo. Sin embargo, una serie de sucesos los llevaron a una repentina huida de la ciudad de Tenochtitlan, tras una estancia de algunos meses que selló para siempre la caracterización de los personajes involucrados en una narrativa escrituraria que podría pensarse, principalmente, como una “lucha por la gloria y el reino”.

En primer lugar, los corpus documentales se refieren a los múltiples requerimientos que los castellanos demandaban a los indígenas. Ejemplo de ello lo registró el Códice Osuna, que en varias de sus fojas describe la entrega de cal a los españoles, la cual era utilizada en la construcción y remodelación de edificios, y que posiblemente buscaba ser una vinculación dialógica entre ambos grupos interpretada de manera victoriosa por los castellanos. En ese mismo sentido, se puede citar el Contrato de Encomienda entre los Indígenas de Huitzilopochco y el encomendero Bernardino Vázquez de Tapia en el cual se reseña el tributo que se le brindó al conquistador Vázquez de Tapia por su encomienda: servicios personales, maíz, zacate, leña y guajolotes.

Es necesario precisar que los requerimientos que los castellanos les demandaban a los pueblos consistían en una pluralidad de bienes entre los que se incluían algunos que ya habían sido solicitados por el dominio mexica anterior, por ejemplo: el pago de especies, trabajos o servicios personales, objetos de uso doméstico, textiles, animales, e incluso la realización de pinturas y cuadros; baste decir que mediante este sistema se echó a andar el complicado esquema arquitectónico novohispano.

En segundo lugar, las brutales acciones cometidas por Pedro de Alvarado durante la celebración del ritual de Toxcatl en la plaza del Templo Mayor de México-Tenochitlan figuran como un episodio clave en la incorporación narrativa de la guerra abierta entre ambos bandos, que finalmente desembocó en la muerte de los gobernantes mexicas Motecuhzoma e Itzcuauhtzin, causando un serio problema de legitimidad en la estancia de Hernán Cortés y sus tropas en la Cuenca de México.

            Según los manuscritos, tras la matanza en el Templo Mayor, la población tenochca se organizó en torno al repudio contra los españoles, quienes se encontraban sitiados dentro del recinto donde habían sido hospedados desde su llegada a la ciudad. En dicho lugar, dejaron de llevar los alimentos, y el agua comenzó a escasear mientras los mexicas atacaban intermitentemente desde el exterior. El cronista Bernal Díaz del Castillo mencionó en su obra Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, que ante el difícil contexto que ahí acontecía, pudo ver sus “muertes a los ojos”; e incluso Bernardino Vázquez de Tapia aseguró que los mexicas no pararían hasta matarlos a todos, aún a costa de sus propias vidas.

            Consciente de estas terribles y fatales circunstancias, carentes de armas y comida, Hernán Cortés y sus soldados decidieron construir con algunos maderos unos puentes levadizos, ya que los mexicas habían destruido ciertas partes de las calzadas que comunicaban la isla con tierra firme. Es así como, en una noche lluviosa y cobijados por la oscuridad de las calzadas, decidieron emprender su huida.

            Hernán Cortés describió en su Segunda Carta de Relación que aquella noche dejaron fogones encendidos al interior de las Casas de Axayacatl, espacio donde se refugiaban, para confundir a los tenochcas. El contingente era guiado por un tlaxcalteca, y el capitán español ordenó traer consigo a uno de los hijos de Motecuhzoma, a dos hijas del tlatoani y al gobernante tetzcocano Cacamatzin.

            El grupo de conquistadores había logrado avanzar varios metros sin ser escuchado, no obstante, según relata fray Bernardino de Sahagún en su Historia general, una mujer indígena que salió a tomar agua se percató de la huida de los españoles y alertó rápidamente a los residentes de Tenochtitlan. Curiosamente, el cronista indígena tlaxcalteca Diego Muñoz Camargo describe una versión diferente: fue una mujer comerciante que se encontraba vendiendo comida la que dio la alerta.  Por su parte, fray Francisco de Aguilar, quien fue uno de los protagonistas de este escape, registró que fue un hombre el que los observó marcharse y, desde su techo, alertó sobre la salida.

            Una vez descubiertos, los españoles apresuraron el paso sobre los puentes levadizos, lo que ocasionó que hombres, mujeres, animales y una gran parte del botín de oro que llevaban consigo, cayeran al agua y se perdieran sin posibilidad de recuperarles, ante lo caótico del ataque y la confusión de la noche. En la urgente necesidad de huir, las tropas pisaban los cadáveres de sus aliados caídos para apresurar el paso sobre el agua.

Según Díaz del Castillo, las escopetas y las ballestas quedaron tiradas por todo el camino, dejando a la avanzada desprotegida y con pocos recursos de defensa; incluso  llegaron al punto de entablar los combates cuerpo a cuerpo con algunos cuchillos que traían en mano. Hernán Cortés, junto con Gonzalo de Sandoval y Cristóbal de Olid, llegaron primero a Petlacalco, dejando atrás a Pedro de Alvarado a quien se le ordenó recuperar lo más posible del tesoro perdido, y prácticamente quedando a la retaguardia del grueso del grupo que buscaba sobrevivir y alejarse de la población que perseguía acabar con sus vidas. 

Curiosamente, existen otras interesantes referencias de los eventos ocurridos esa Noche de junio de 1520. En los Anales de Tlatelolco, se describió la retirada de las tropas conquistadoras castellanas de Tenochtitlan y uno de los sitios en los que transcurre la batalla es en el antiguo barrio tenochca de Cuepopan-Tlaquechiuhca. Al respecto, existen dos láminas, denominadas ambas como “prisión de Cortés”, una de ellas en la obra de Diego Muñoz Camargo -Descripción de la ciudad y provincia de Tlaxcala- y la otra localizada en el Lienzo de Tlaxcala, que representan la difícil situación que atravesaron los españoles, así como la coincidencia en localizar la batalla entre los conquistadores y los tenochcas-tlatelocas en el pequeño barrio menor de Copolco, un momento que quedaría registrado en esas memorias pictóricas como el punto de quiebre que quizá pudo haber cambiado el rumbo de los acontecimientos que estaban por venir.

Ante los ataques continuos, el agrupamiento en retirada se alejó hasta Popotla. Casi al amanecer, arribaron a Tliliuhcan, poblado muy cercano de Tlacopan, centro en el que finalmente se reincorporó Alvarado que, según Bernal, reportó la muerte de Juan Velázquez de León (llegado con las tropas de Pánfilo de Narváez). Incluso Aguilar registró en su narración la pérdida de la mitad del ejército conquistador. 

            Bernardino Vázquez de Tapia mencionó que durante la batalla murieron los tres hijos de Motecuhzoma que Cortés había tomado como prisioneros, dejando al capitán sin un botín político con el que creía que podía amenazar a los grupos gobernantes locales. Además, debió abandonar la Cuenca con la pérdida de muchas de las riquezas que traía consigo, sin posibilidad alguna de recuperarlas, hecho que debilitaba seriamente los ánimos de combatir de su tropa, pues entre conseguir “la gloria para el reino” y la codicia propia de cada conquistador, había una línea muy delgada. En la crónica del franciscano Bernardino de Sahagún se narró que quienes murieron durante este escape fueron Tlaltecatzin y Tepanécatl Tecuhtli, dos indígenas principales que guiaban a los españoles durante su huida.

Ya reunidos en Tlacopan, Cortés decidió emprender su camino fuera de la cuenca y particularmente hacía el mayor asentamiento de sus aliados: el punto hacia el oriente se fijó en Tlaxcala, un espacio desde el cual podría reorganizar sus alianzas con otros gobernantes indígenas, repensar su equipamiento militar y con ello sostener un sitio prolongado que ocasionaría la destrucción final de la ciudad mexica: una lluvia de fuegos sobre los lagos que zanjaría profundamente la historia de la humanidad misma. 

Para leer más:

  • Battcock, Clementina, “Resistir, erguido frente al tiempo: el barrio de Cuepopan-Tlaquechiuhca y su relevancia en la historiografía de México-Tenochtitlan” en, Entre caníbales. Revista de literatura, año 3, n° 10, junio 2019, Lima, ISSN 2520-0798 http://entrecanibales.net/junio-20…/editorial-junio2019.html
  • Díaz del Castillo, Bernal, Historia verdadera de la Conquista de la Nueva España, introducción y notas de Joaquín Ramírez Cabañas, México, Editorial Porrúa, 2019, 701.
  • Pastrana Flores, Miguel, Historias de la Conquista. Aspectos de la historiografía de tradición náhuatl, México, Universidad Nacional Autónoma de México, Instituto de Investigaciones Históricas, 2009, 208 p.
  • Turner, Guillermo, Los Soldados de la Conquista: Herencias Culturales, México, Ediciones El Tucán de Virginia, Instituto Nacional de Antropología e Historia, 2013, 242 p.
Para citar:Clementina Battcock, La huida y la derrota: las narraciones de la Noche Triste, México, Noticonquista, http://www.noticonquista.unam.mx/amoxtli/2128/2116. Visto el 21/08/2025

El yaguareté, el felino más grande de América




 El yaguareté, el felino más grande de América y un símbolo profundo de la biodiversidad argentina, enfrenta uno de los momentos más críticos de su historia. Cada 29 de noviembre se conmemora su día, una fecha que busca visibilizar la lucha por su preservación y recordar que esta especie, antes extendida por gran parte del país, hoy se encuentra al borde de la desaparición.

Actualmente se estima que quedan menos de 250 ejemplares distribuidos en tres regiones: las Yungas, la Selva Misionera y el Gran Chaco. Estas poblaciones se encuentran aisladas entre sí, lo que dificulta la reproducción, reduce su diversidad genética y pone en riesgo su supervivencia a largo plazo.
Las amenazas que enfrenta son múltiples. La deforestación destruye su hábitat, obligándolo a desplazarse hacia zonas donde aumenta el conflicto con actividades humanas. La caza furtiva, ya sea por tráfico ilegal o por represalias ante ataques al ganado, sigue siendo una problemática persistente. A esto se suman los accidentes en rutas, que cada año se cobran la vida de varios individuos.
Proteger al yaguareté no es solo salvar a una especie: es preservar un ecosistema completo. Este gran felino es considerado una especie clave, capaz de regular poblaciones y mantener el equilibrio natural de los bosques y selvas. Su desaparición tendría consecuencias profundas en la vida silvestre de Argentina.
El compromiso con su conservación requiere políticas firmes, corredores biológicos, educación ambiental y mayor conciencia social. Este es un llamado urgente a defender uno de los tesoros naturales más valiosos del país.

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