El 23 de noviembre de 1845 nació en Serantes (Asturias) Fernando Villaamil, destacado marino y militar español, conocido principalmente por ser el diseñador del primer destructor de la historia.
En 1861 ingresó en el Colegio Naval de San Fernando, y un año después pasó, como guardiamarina, a bordo de la fragata Esperanza, la primera de la larga serie de buques de guerra en los que serviría a su nación hasta el Furor final. Posteriormente sirvió en Filipinas y Cuba, y en 1873 regresó a España y fue nombrado profesor de la Escuela Naval que la Armada Española tenía a bordo de una fragata fondeada en la base naval de Ferrol. Durante los años siguientes, Villaamil aprovechó las oportunidades de estudio y escritura que le ofrecía su nuevo trabajo, convirtiéndose en uno de los oficiales de la Armada Española más conocidos y respetados.
En las dos últimas décadas del siglo XIX, muchas marinas empezaron a dotarse de torpederos, buques pequeños y baratos que en circunstancias favorables podían amenazar a los acorazados y cruceros. Pero los primeros torpederos eran unidades frágiles y sin autonomía; peligrosas en aguas restringidas pero incapaces de combatir en alta mar o acompañar a las flotas en sus desplazamientos transoceánicos.
Fernando Villaamil, que había alcanzado prestigio brillantemente con sus análisis sobre temas muy diversos, concibió un barco más grande, más resistente, más rápido y mejor armado que los torpederos de la época, el “Destructor”. Construido en Escocia en 1886, sus características asombraron a los expertos. Su viaje a España con mar gruesa demostró sus buenas condiciones marineras y las pruebas de su armamento dieron buenos resultados. Las dudas sobre la navegabilidad del barco se disiparon para siempre, y su diseñador y comandante tenían motivos de sobra para sentirse orgullosos. Como consecuencia del éxito del Destructor, la reputación profesional de Villaamil creció, tanto en España como en el extranjero.
El buque se convirtió en foco de atención para las marinas extranjeras. Muchas lo alabaron sin reservas y sirvió de inspiración para otros diseños. Un importante logro adicional fue que, además de servir como torpedero de alta mar, podía cubrir una misión todavía no resuelta: la defensa de los buques mayores contra los torpederos enemigos. No solo el diseño fue un éxito, también lo fue el nombre. Desde entonces las marinas de guerra del mundo llamaron destructor al escolta de superficie rápido, maniobrero, con gran autonomía y bien armado porque Villaamil nombró así al primer buque de este tipo.
Además, estuvo al mando de la corbeta Nautilus durante su circunnavegación entre 1886 y 1888, primera vuelta al mundo realizada por un buque-escuela de la Armada Española.
Durante los años siguientes, Villaamil y algunos otros colegas con visión de futuro intentaron concienciar al público español de las deficiencias críticas de la Armada. Al estallar la guerra hispanoamericana en 1898, Villaamil fue nombrado jefe de la Primera División de torpederos y destructores, uniéndose a la flota del almirante Cervera, quien recibió la orden de dirigirse a las Antillas. La división de Villaamil se dividió, sus destructores se integraron en la flota de Cervera y los torpederos fueron devueltos a España. Así pues, Villaamil se quedó sin responsabilidades muy específicas. Podría haber regresado a España, pero optó por seguir adelante con sus compañeros, a pesar de ser plenamente consciente del desastre al que se dirigía la mal preparada flota.
Siempre estuvo en desacuerdo tanto con la inestable dirección de la guerra del gobierno español como con la estrategia bastante pasiva de Cervera. En cambio, abogó por contrarrestar la superioridad de las fuerzas estadounidenses dispersando la flota y tomando la iniciativa mediante acciones rápidas, dispersas y audaces; e incluso se ofreció voluntario para liderar un audaz ataque de distracción a Nueva York con sus destructores, pero sus propuestas no fueron aceptadas. Por tanto, Villaamil tuvo que resignarse a regañadientes a quedarse encerrado con toda la flota en la bahía de Santiago de Cuba. Finalmente, el 3 de julio toda la flota española salió por la estrecha boca de la bahía, barco por barco, sin posibilidades de sobrevivir a la inminente batalla con la flota norteamericana.
Así, Villaamil, al mando de la escuadrilla de destructores de la escuadra de Cervera, perdió la vida combatiendo a bordo del “Furor”, uno de los buques que él había contribuido a diseñar, alcanzado por fuego enemigo y se hundió tras una dura resistencia, convirtiéndose en el oficial de mayor rango de la Armada española en fallecer en dicha contienda. Francisco Arderius, oficial del navío, informó sobre el fin de Fernando Villaamil:
“Tras varios disparos que causaron tremendos daños y numerosas bajas, el Capitán de Navío Villaamil subió a la plataforma de proa; cuando estaba a punto de seguirlo, explotó allí una granada [...]. Solo pude ver caer un torrente de sangre. [...] Poco después de que nos cayéramos por la borda, el buque, ya en llamas, se hundió con el cuerpo sin vida de Don Fernando Villaamil.”


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