viernes, 14 de noviembre de 2025

El 14 de octubre de 1810,




 El 14 de octubre de 1810, en el soleado sur de España, un pequeño destacamento de polacos del 4.º Regimiento de Infantería del Ducado de Varsovia, atrincherado en un antiguo castillo morisco a orillas del Mediterráneo, se enfrentó a una expedición británica completa y salió victorioso. Esta fue la batalla de Fuengirola: un acontecimiento extraordinario, casi increíble, pero real. Hoy en día, solo unos pocos entusiastas la recuerdan, aunque representa uno de los momentos más heroicos de la historia militar polaca durante la época napoleónica.

En 1810, Francia controlaba gran parte de España. Sin embargo, su dominio se veía constantemente socavado por la guerrilla española y la intervención de las tropas británicas al mando de Sir Arthur Wellesley, el futuro duque de Wellington. Como parte de su ofensiva para recuperar sus territorios del sur, las fuerzas anglo-españolas atacaron el pequeño castillo de Fuengirola, un puesto de avanzada costero estratégicamente situado pero escasamente defendido.
Su guarnición constaba de apenas 120 soldados del 4.º Regimiento de Infantería del Ducado de Varsovia, bajo el mando del capitán Józef Białoskórski. Contaban con suministros limitados, escasa artillería y estaban aislados. A pesar de ello, cuando 1800 soldados británico-españoles —marineros, artilleros e infantería— desembarcaron en las playas de Fuengirola el 14 de octubre de 1810, Białoskórski se negó a entregar el castillo.
El general Lord Blayney, al mando de la expedición británica, estaba convencido de que una sola y decisiva orden de rendición bastaría para obligar a los polacos a rendirse. Se equivocaba. Al ser rechazado su ultimátum, comenzó un intenso bombardeo del castillo. La artillería naval retumbaba como un trueno, y oleada tras oleada de atacantes se dirigieron hacia la puerta del castillo, intentando abrirse paso. Los polacos respondieron al fuego, manteniendo sus posiciones con la determinación de quienes no tienen escapatoria.
Durante la lucha, el capitán Białoskórski resultó herido. El teniente Franciszek Młokosiewicz, un joven oficial excepcionalmente valiente y dotado de gran perspicacia táctica, asumió el mando. En un momento dado, notó la confusión en las filas británicas. En lugar de permanecer pasivo tras las murallas, tomó una decisión que determinaría el resultado de la batalla: lideró un pequeño destacamento al ataque.
Esta maniobra inesperada resultó ser una jugada brillante. Convencidos de su superioridad, los británicos no esperaban que los defensores, apenas un puñado de hombres, se atrevieran a atacar a campo abierto. Tomados por sorpresa, comenzaron a retirarse, y los polacos irrumpieron en sus filas con tal audacia que desbarataron por completo el ataque. En el fragor de la batalla, ocurrió lo inimaginable: el general Blayney, comandante de la Fuerza Expedicionaria Británica, fue hecho prisionero.
Según los relatos, mientras lo conducían al castillo, le dijo incrédulo a Młokosiewicz:
«¡No puedo creer que un puñado de hombres haya resistido a mis tropas!».
A lo que el teniente polaco, con una sonrisa y orgullo, respondió:
«Lo que cuenta no es el número, sino el valor».
La batalla de Fuengirola no solo fue una victoria militar, sino también un triunfo moral para los polacos. Demostró que una unidad pequeña y bien dirigida puede derrotar a un enemigo varias veces mayor, si actúa con determinación y audacia. Para los británicos, fue una experiencia humillante; para los polacos, una fuente de orgullo y una leyenda que perduró durante décadas en la memoria de quienes participaron en la campaña.
Franciszek Młokosiewicz fue ascendido, y la defensa de Fuengirola pasó a la historia como un ejemplo del valor y el ingenio de los soldados del Ducado de Varsovia.
Ilustración: La batalla de Fuengirola. Pintada por January Suchodolski.
Fuente : wojskowa Polski
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