jueves, 25 de septiembre de 2025

Tal día como hoy pero en 1506 ocurrió uno de los más impactantes giros de la historia española de la Edad Moderna




 Tal día como hoy pero en 1506 ocurrió uno de los más impactantes giros de la historia española de la Edad Moderna, el rey Felipe el Hermoso moría con 28 años de forma totalmente imprevista. Unos días antes, a comienzos de ese mismo mes, el soberano había marchado con toda la corte a Burgos. Hallándose en esta ciudad, el día 16, después de comer quiso jugar un partido de pelota con un capitán vizcaíno de su guardia que era muy buen jugador. Durante el juego bebió un jarro de agua fría y poco después comenzó a sentirse mal. Se recuperó un tanto, pero a los pocos días enfermó gravemente y, a pesar de la intervención de los mejores médicos del reino, nada se pudo hacer para salvarlo.

Como es lógico, las primeras sospechas apuntaron hacia la posibilidad de que hubiera sido envenenado, algo muy lógico en el clima reinante de odios y rencores acumulados entre él y su suegro Fernando el Católico. Sin embargo, la mayoría de sus coetáneos, los cronistas de la época o poco posteriores y casi todos los especialistas actuales consideran que la causa del fallecimiento fue el brote de peste que comenzaba a extenderse por toda la Península ese mismo año de 1506.
El cadáver de Felipe fue embalsamado para que se conservara el mayor tiempo posible y se le construyó un féretro de plomo, forrado de madera con tela y bordados de oro. En un primer momento, fue sepultado en la Cartuja de Miraflores, a pocos kilómetros de Burgos. Pero en su testamento Felipe 'El Hermoso' dejó escrito que quería que su corazón fuera llevado a Bruselas y que su cuerpo descansara en Granada. Juana I decidió cumplir con las últimas voluntades de su marido y, en las navidades de 1506, mandó desenterrar el cuerpo y emprender el viaje hacia Granada. A Fernando el Católico le disgustaba la idea de que su yerno descansara en Granada antes que él. Así que puso todas las trabas posibles para que la comitiva no llegara nunca a la ciudad.
Cuatro caballos traídos desde Flandes eran los encargados de tirar del carruaje en el que viajaba el ataúd. Solo avanzaban de noche para evitar que el calor del sol estropeara más los restos de Felipe. Al llegar a una aldea, se instalaba la comitiva y el cuerpo de Felipe era velado por los nobles en la iglesia de la villa. Un coro de música tenía que amenizar de forma constante el sepelio. Las iglesias, de noche, eran iluminadas con centenares de velas. Algún que otro templo ardió con tanta iluminación. Solo en candelas, Juana se gastó más de medio millón de maravedíes. La reina mandaba abrir recurrentemente el ataúd. Pedía sacar el cadáver embalsamado y que los nobles que integraban la comitiva, lo reconocieran, temiendo que alguna parada alguien hubiera cambiado el cuerpo.
Los celos de Juana eran tales, que estando a las puertas de Santa María de Escobar de Torquemada, se enteró de que dentro habitaban monjas. No dejó que el féretro se instalara allí temiendo que las monjas se lo robaran. Hizo dormir a toda la comitiva al raso en pleno mes de enero. En el resto de iglesias no permitía que entrara ninguna mujer. Por supuesto, ninguna dama podía acercarse jamás al cadáver. Ello hizo que las murmuraciones sobre la locura de la reina aumentasen cada día entre los habitantes de los pueblos que atravesaban.
La muerte de Felipe I provocó un vacío de poder en el reino. Ante una reina obsesivamente ocupada en la marcha fúnebre, todos asumieron que la locura de la reina Juana la incapacitaba para el gobierno y, dado que el heredero era un niño de seis años que se encontraba en Flandes, era necesario instituir una regencia. Fernando el Católico, desde Aragón, movió hábilmente los hilos para que el cardenal Cisneros, arzobispo de Toledo, fuera nombrado gobernador, a la espera de retornar él mismo a Castilla para asumir de nuevo el poder. Comenzaba así el segundo reinado del viejo aragonés, como le llamaban sus enemigos, un paréntesis de diez años hasta su muerte y la entronización del hijo de Felipe, Carlos I, y con él de una nueva dinastía, la de los Austrias.
¡No bebas un vaso agua muy fría justo cuando acabas de hacer deporte! ¿A que te han lo han advertido alguna vez? En el imaginario colectivo español, la muerte de Felipe 'El Hermoso' nos ha dejado para siempre ese consejo 'médico', que parece ser un mito, ¿o no?.
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