Parece una simple pieza de arcilla, pero condensa un momento extraordinario de la historia de la ciencia. Esta tablilla babilónica, elaborada hace unos 3 700 años en Mesopotamia, es el registro más antiguo conocido de geometría aplicada. No era un ejercicio escolar: es un plano de agrimensura usado para medir tierras y fijar límites con precisión.
Para trazar ángulos rectos, los escribas emplearon relaciones numéricas que hoy llamamos “ternas pitagóricas” (tres enteros a, b, c que cumplen a²+b²=c²). Con esas proporciones —como la célebre 3-4-5— podían tensar cuerdas y garantizar que un borde del campo fuera perfectamente perpendicular al otro.
Todo está escrito en cuneiforme y en base sexagesimal (de 60), el sistema numérico que también heredamos en los minutos y los grados. Lo fascinante es la cronología: la tablilla pertenece al periodo paleobabilónico (ca. 1900–1600 a. C.), más de un milenio antes de Pitágoras.
Es decir, los babilonios ya usaban en la práctica la relación que más tarde se formalizaría como el teorema de Pitágoras, no tanto para “hacer matemática por la matemática”, sino para resolver problemas reales: repartir parcelas, rectificar canales, evitar disputas.
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