MUJERES SILBADORAS · LA VOZ QUE TAMBIÉN ROMPE EL AIRE
En los barrancos, en los caminos rurales, en los caseríos aislados y en las faenas del campo, las mujeres silbadoras fueron tan esenciales como los hombres para mantener vivo el lenguaje que atraviesa montañas.
Ellas transmitieron mensajes, avisaron de peligros, coordinaron tareas agrícolas, llamaron al ganado y sostuvieron la comunicación a distancia cuando no existía otra forma de conectar.
Lo hicieron con la misma precisión pulmonar, la misma técnica y la misma potencia que ha hecho del Silbo un patrimonio único en el mundo.
Ser Mujer Silbadora es romper estereotipos, desafiar los relatos incompletos y reivindicar un legado femenino que estuvo ahí desde el origen.
Su silbo no solo informa, también empodera, preserva identidad y demuestra que la tradición no entiende de géneros, sino de maestría, disciplina y vínculo con la tierra.
Hoy, recuperar su figura es un ejercicio de justicia cultural. Es reconocer a las mujeres que, con su silbo firme, mantuvieron un lenguaje que define a Canarias y que sigue atravesando generaciones.

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