lunes, 8 de diciembre de 2025

La lista de Schindler



 Cuando Steven Spielberg buscaba al protagonista para su monumental película de 1993, La lista de Schindler, se encontró ante un dilema. El papel de Oskar Schindler —una figura compleja y contradictoria que salvó a más de 1,200 judíos durante el Holocausto— exigía a un actor capaz de encarnar, al mismo tiempo, codicia y gracia moral.

Se barajaron nombres enormes. Incluso se consideró a Harrison Ford, pero Spielberg lo descartó: su celebridad podía desviar la atención de la verdad histórica que la película quería contar.


La búsqueda terminó con alguien que, entonces, no era una estrella de renombre: Liam Neeson, un actor de teatro con papeles secundarios en cine y televisión.

Su audición, según cuentan quienes estuvieron allí, fue una revelación.


No ganó por pulcritud técnica, sino por una honestidad emocional desnuda, algo difícil de fingir. Spielberg vio en sus ojos exactamente lo que necesitaba: la mezcla improbable de un hombre poderoso que, sin embargo, podía derrumbarse por el peso de su propia conciencia.

Esa confianza depositada en Neeson se convirtió en la base de una de las interpretaciones más inolvidables del cine moderno.


Un héroe imperfecto, como lo fue en la realidad


La película no presenta a Schindler como un salvador desde el inicio.

Históricamente, Schindler fue un empresario oportunista que vio en la guerra y en el régimen nazi una oportunidad para enriquecerse. Neeson interpreta con maestría ese comienzo: un seductor elegante, bebedor, pragmático, cuyo foco es el dinero, no la moral.


La genialidad de su actuación reside en mostrar una transformación lenta y dolorosa, sin golpes de efecto, sin dramatismos artificiales.

Cada gesto, cada silencio, cada mirada perdida son pequeñas grietas en su indiferencia inicial.


La niña del abrigo rojo: un símbolo, un despertar


En la famosa escena de la liquidación del gueto de Cracovia, Schindler observa a una niña pequeña caminando en medio del caos, vistiendo un abrigo rojo.

Spielberg usa el color —único en una película en blanco y negro— como un recurso cinematográfico, no histórico, para representar la ruptura emocional del personaje.


No fue un acontecimiento literal, pero simboliza algo profundamente real:

el momento en que Schindler deja de ver “mano de obra” y comienza a ver vidas humanas irreemplazables.


Ese instante divide su existencia en dos: el empresario que lucra y el hombre que decide arriesgarlo todo para salvar a quienes están condenados.


La actuación contenida que hizo historia


Neeson dio vida a este vuelco moral con una dignidad silenciosa.

No necesitó discursos heroicos: bastaron los cambios en su postura, las dudas en su mirada, la vulnerabilidad que iba emergiendo bajo la fachada del hombre de negocios.


La famosa escena final, cuando Schindler se derrumba llorando, sigue siendo uno de los momentos más devastadores del cine.

Rodeado por quienes logró salvar, no celebra nada. En cambio, se atormenta por lo que no pudo hacer:


“Podía haber salvado a uno más… uno más.”


Neeson confesó más tarde que filmar esa escena lo dejó exhausto física y emocionalmente.

El peso de la historia real, de las vidas que dependieron de Schindler, había borrado por completo la línea entre actor y personaje.


Una obra que trasciende el cine


La lista de Schindler demuestra que, en los capítulos más oscuros de la humanidad, la redención puede venir de los lugares más inesperados y de personas profundamente imperfectas.

La película —fiel al espíritu de los testimonios históricos— nos recuerda que el heroísmo no siempre nace del deber, sino del momento en que alguien decide que la compasión importa más que la conveniencia.


En un mundo que aún lucha entre la ganancia y la humanidad, la historia de Schindler —y la interpretación de Neeson— nos ofrecen un recordatorio urgente:


La vida humana siempre pesa más que el beneficio.

La compasión siempre debe vencer a la indiferencia.

Relingar

 



Relingar" en canario es un término local que significa tirar, lanzar o abandonar algo, y también, de forma pronominal, tumbarse o recostarse perezosamente, como "relingar en el sillón", mientras que "relajón" se usa para alguien descarado o poco severo; la palabra es un canarismo con variantes de uso regional en América Latina, pero en Canarias tiene estos sentidos específicos de movimiento o pereza. 

La caza de brujas en España




 La caza de brujas en España, organizada por la Inquisición y otras instituciones, fue un fenómeno histórico con casos notables como el de Zugarramurdi en 1610, que culminó con la ejecución de once personas. Este proceso, que también tuvo otros episodios en lugares como Tarrasa, llevó a la acusación y persecución de miles de personas, en su mayoría mujeres, hasta principios del siglo XVII, aunque el número de muertes fue considerablemente menor que en otros países europeos. 

Principales aspectos de la caza de brujas en España:
  • El caso de Zugarramurdi: Es el más famoso de España y tuvo lugar en 1610. La Inquisición procesó a 53 personas, y 11 fueron condenadas a morir en la hoguera (seis vivas y cinco en efigie).
  • El proceso de Tarrasa: En Cataluña, seis mujeres fueron acusadas de brujería y sentenciadas a muerte en 1619.
  • Otros casos: Hubo otros procesos, aunque no tan conocidos, en diferentes partes de España, como en el País Vasco, Navarra, La Rioja y Cataluña.
  • El papel de la Inquisición: La Inquisición fue la principal institución que llevó a cabo las persecuciones, aunque en algunos casos, como el de Salazar, se llegó a dudar de la existencia misma de la brujería y se recomendó no prestar atención a las acusaciones.
  • Impacto en España: A pesar de la gravedad de los casos, la caza de brujas en España fue menos violenta que en otros países europeos, como Alemania, Suiza, Francia y Polonia.
  • La última víctima: La última persona en ser acusada de brujería en España fue Dolores López, a quien la Inquisición quemó en Sevilla el 24 de agosto de 1781. 

Ganó un Óscar a los 7 años.

 



Ganó un Óscar a los 7 años. Hizo llorar a hombres adultos en los cines. Luego vio cómo Hollywood la olvidaba… hasta que hizo algo extraordinario a los 88.


1944 : Ceremonia de los Premios de la Academia.

Una niña de siete años, con coletas, subió al escenario—y entró en la historia del cine.

Margaret O’Brien recibió un Premio Juvenil de la Academia por ser la “actriz infantil más destacada de 1944”.


No era adorable y risueña como Shirley Temple. Era algo que Hollywood no había visto nunca:

Una niña capaz de llorar al instante, transmitir emoción real y desgarrarte el corazón con una sola mirada.


Los críticos la llamaban “aterradoramente talentosa”.

Los directores estaban asombrados.

El público lloraba.


A los siete años, Margaret O’Brien ya era dueña absoluta de su oficio.


Pero su historia no empezó con ese Óscar.

Empezó en 1937, cuando nació Angela Maxine O’Brien en San Diego, California.


Su padre—un artista de circo—murió antes de que naciera. Su madre, Gladys, era bailaora de flamenco y conocía bien el mundo del espectáculo.


A los tres años, la pequeña Angela posaba para portadas de revistas.

A los cuatro, llamó la atención de MGM, el estudio más poderoso de Hollywood.


Le dieron un papel diminuto en Babes on Broadway (1941). Apenas un minuto en pantalla.

Pero ese minuto bastó.


Los ejecutivos de MGM vieron algo especial. Algo raro.


En 1942, con solo cinco años, consiguió el papel principal en Journey for Margaret, un drama bélico sobre una huérfana londinense traumatizada por los bombardeos.


El papel exigía llorar, expresar terror, mostrar el daño psicológico de la guerra. Cosas que ningún niño debería comprender, y mucho menos representar.


Pero Margaret O’Brien las comprendió, de alguna manera.


Cuando Journey for Margaret se estrenó, el público quedó atónito.

El crítico James Agee escribió que su actuación era “como si llevara cuarenta años actuando”.


Ella tenía cinco.


El estudio cambió su nombre artístico a Margaret—en honor al personaje que la convirtió en estrella.


Durante los años cuarenta, Margaret se convirtió en una de las mayores estrellas infantiles de Hollywood.

Actuó junto a Judy Garland en Meet Me in St. Louis (1944), protagonizando la famosa escena de “Have Yourself a Merry Little Christmas” que aún hoy hace llorar a la gente.


Dominaba acentos, canto, baile y una profundidad emocional que parecía imposible para una niña.


Su secreto:

No actuaba para ser “tierna”. Actuaba para ser real.


Por eso su Óscar juvenil de 1944 importó tanto. No fue por ser adorable. Fue por ser brillante.


Pero llegó la maldición que persigue a casi todas las estrellas infantiles: la pubertad.


A principios de los años cincuenta, los papeles desaparecieron. Hollywood no sabía qué hacer con la adolescente Margaret.

Ya no era la niña que lloraba en pantalla, pero el estudio no lograba verla como otra cosa.


Su carrera como protagonista terminó antes de cumplir quince años.


Para muchos niños actores, ahí empieza la tragedia—adicciones, ruina, amargura.

Pero la historia de Margaret O’Brien fue distinta.


Pasó a la televisión. Al teatro. A papeles secundarios.

Nunca volvió a ser una superestrella, pero nunca dejó de trabajar, nunca dejó de actuar.


Se casó, tuvo una hija, vivió una vida fuera del foco que devoró su infancia.


Entonces ocurrió algo doloroso.


En 1954, la empleada doméstica de la familia pidió llevarse su Óscar juvenil para pulirlo—como había hecho antes.

Nunca regresó.


La madre de Margaret, enferma, murió poco después.

A los diecisiete años, sumida en el duelo, Margaret olvidó el Óscar perdido.


Pasaron los años.

Pasaron las décadas.


Ese Óscar—el símbolo de su extraordinario talento infantil—simplemente desapareció.


Durante cuarenta y un años, Margaret O’Brien no tuvo el premio que la había consagrado como una de las intérpretes infantiles más dotadas de la historia.


Hasta 1995.


Dos coleccionistas de recuerdos hallaron algo insólito en un mercadillo de Los Ángeles:

Un Óscar Juvenil grabado con el nombre de Margaret O’Brien.


Lo compraron por 500 dólares.

Luego hicieron algo extraordinario: localizaron a Margaret y se lo devolvieron.


Después de cuarenta y un años, volvió a sostener su Óscar.

La Academia organizó una ceremonia especial para devolvérselo oficialmente.


«La pobre cosa ha pasado por mucho», dijo Margaret, sosteniendo la estatuilla maltratada.


Pero bien podría haber estado hablándose a sí misma.


Y aquí es donde la historia se vuelve verdaderamente notable.


Margaret O’Brien tiene 88 años.

Sigue aquí—una de las últimas estrellas vivas de la Época Dorada de Hollywood.


En septiembre de 2025, asistió a una proyección de Meet Me in St. Louis en el Hollywood Theatre de Portland, Oregón.

Saludó a fans. Compartió recuerdos. Celebró la película que la hizo famosa hace más de ocho décadas.


Y luego hizo algo que captura perfectamente quién es Margaret O’Brien:


Donó su Óscar juvenil recuperado al museo cinematográfico Movie Madness, para que futuras generaciones pudieran verlo y aprender sobre la historia del cine.


«Ese es el lugar apropiado para él», dijo.


No en su casa.

No bajo llave.

Sino en un museo, donde quienes aman el cine puedan apreciarlo.


Después de todo—del Óscar robado, de una carrera que Hollywood olvidó, de décadas viendo avanzar la industria sin ella—Margaret O’Brien decidió entregar su más preciado símbolo… al mundo.


Ese tipo de generosidad no se aprende.

Esa es la gracia que otorgan décadas de dignidad.


Piensa en el recorrido de Margaret O’Brien:


Nació hija de una bailarina viuda.

Se convirtió en estrella a los cuatro.

Ganó un Óscar a los siete.

Dominó su oficio cuando otros niños aprendían a leer.

Perdió su estatus de protagonista siendo adolescente.

Transitó con elegancia hacia una carrera más tranquila.

Perdió su Óscar.

Lo recuperó cuarenta y un años después.

Y a los 88, sigue celebrando el cine, sigue encontrándose con fans, sigue dando.


No siente amargura por haber sido olvidada.

No está enfadada por los papeles que se agotaron.

No se aferra a glorias pasadas.


Simplemente está agradecida por la vida extraordinaria que vivió.

Y quiere compartirla.


En una época en la que muchas estrellas infantiles se convierten en advertencias, Margaret O’Brien se convirtió en algo distinto:

Una superviviente. Una profesional. Un recordatorio de que el talento y la gracia pueden coexistir.


Hizo llorar a hombres adultos cuando tenía siete años.

A los 88, nos hace admirarla aún más.


Margaret O’Brien: nacida el 15 de enero de 1937.

Sigue aquí.

Sigue siendo extraordinaria.


Una de las últimas conexiones vivas con la Época Dorada de Hollywood—una era en la que el cine era magia y una niña de siete años podía hacer llorar al mundo entero.


No solo actuó en películas.

Creó momentos que trascienden el tiempo.


Y a los 88, sigue enseñándonos algo:

El legado no consiste en que nunca te olviden.

Consiste en cómo te conduces cuando el foco ya no está sobre ti.


Margaret O’Brien se condujo siempre con dignidad, profesionalismo y gracia—desde su primer minuto en pantalla hasta su año número 88.


Eso no es solo una carrera.

Es una lección magistral sobre cómo vivir bien.

Y ella sigue aquí para demostrarlo.

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El apellido “Amado” tiene un origen etimológico claro, derivado del latín amatus




 El apellido “Amado” tiene un origen etimológico claro, derivado del latín amatus, que significa “amado” o “querido”. Es probable que se haya utilizado inicialmente como un apelativo afectuoso o un nombre de bautizo, indicando una persona especialmente estimada o valorada dentro de su comunidad. Este apellido aparece en distintas partes de España, aunque es particularmente común en Galicia y Andalucía, y su dispersión se debe, en gran medida, a la influencia de la religión y la popularidad del nombre Amado en la Edad Media, dado su simbolismo cristiano asociado al amor y a la gracia divina.

A lo largo de los siglos, las familias con el apellido Amado no se han asociado con la nobleza de manera significativa, pero muchos de sus miembros ocuparon posiciones de respeto en sus comunidades. Este apellido se mantuvo principalmente en entornos rurales, aunque también se extendió a las ciudades, donde sus portadores fueron conocidos por su dedicación al trabajo y sus vínculos familiares sólidos. Con la emigración a América, especialmente durante los siglos XIX y XX, el apellido Amado se estableció en países como México, Argentina y Brasil, donde se conserva hasta la fecha.

Heráldicamente, un escudo para el apellido Amado podría incorporar símbolos que aludan a la lealtad y al amor familiar, como dos manos entrelazadas o un corazón, en representación de la unión y el afecto. También podría incluir una cruz o algún símbolo cristiano, reflejando la devoción y el respeto por los valores tradicionales. Los colores rojo y dorado serían apropiados, simbolizando el amor y la nobleza, respectivamente.

Fuentes

Archivo histórico de apellidos de Galicia

Diccionario etimológico de apellidos españoles

Registro de emigración española a América

El apellido Garcés es de origen español

 



El apellido Garcés es de origen español y es una derivación patronímica del nombre García, uno de los nombres más antiguos y comunes en la península ibérica. García, que tiene raíces en el antiguo idioma vasco, se cree que significa “joven” o “fuerte.” El sufijo “-és” indica descendencia, por lo que Garcés se traduce como “hijo de García” o “descendiente de García.” Este apellido es especialmente común en Aragón y Navarra y ha tenido presencia en la historia medieval española, asociándose a familias nobles y caballeros.

Con la expansión de la cultura hispánica, el apellido Garcés se difundió en América Latina, donde es común en países como México, Colombia y Chile. En estas regiones, algunas familias lo han conservado como símbolo de sus raíces españolas.

Heráldicamente, el apellido Garcés podría representarse con símbolos de fuerza y nobleza, como un león o una torre, reflejando su linaje y valor histórico. Los colores rojo y oro serían apropiados, simbolizando valor y nobleza.

Fuentes:

Estudios genealógicos de apellidos patronímicos en España

Documentación histórica sobre linajes en Aragón y Navarra

Archivos heráldicos sobre la expansión del apellido en América Latina

Créditos a quien corresponda #Mercadojuarez

SIGUE VIVO EL LEGADO GENÉTICO DE LOS INDÍGENAS CANARIOS?

 


La ciencia confirma que sí.

Durante años se repitió que los habitantes originarios del Archipiélago habían desaparecido tras la Conquista. Sin embargo, la investigación histórica, antropológica y genética demuestra todo lo contrario, pues el linaje de los indígenas canarios pervive de forma significativa en la población actual.

1️⃣ Los apellidos no indican origen.

La gran mayoría de los indígenas canarios fueron obligados a ser bautizados con apellidos europeos, castellanos, portugueses, franceses ...

Por eso, la presencia de estos apellidos no implica la desaparición de la población indígena, sino un cambio administrativo impuesto.

2️⃣ Antropología, la continuidad física demostrada.

Estudios realizados desde comienzos del siglo XX compararon restos óseos aborígenes con poblaciones contemporáneas de todas las islas.

El resultado es consistente y confirman la continuidad física entre los antiguos indígenas canarios y los actuales habitantes del Archipiélago.

3️⃣ La Genética moderna es la prueba más contundente.

Los análisis de ADN han aportado los datos más claros. La tesis de Maca Meyer (2002) es uno de los referentes fundamentales:

🔰 El linaje indígena canario supone alrededor del 50% de la genética actual de los canarios.

🔰 La transmisión se observa especialmente por línea materna.

🔰 La presencia de componentes castellanos y africanos coincide con los registros históricos de mestizaje.

4️⃣ Origen norteafricano con evolución propia.

Los indígenas canarios comparten un origen antiguo con poblaciones norteafricanas. Aun así, presentan un rasgo único, el haplogrupo U6b1, exclusivo de Canarias y no presente en los bereberes actuales.

Esto indica una llegada antigua seguida de un proceso de aislamiento y evolución particular.

No hubo una desaparición de los indígenas canarios. Lo que hubo fue mestizaje, continuidad biológica y adaptación a nuevos contextos históricos.

La ciencia lo tiene claro:

Los canarios actuales somos, en gran parte, descendientes directos de los indígenas canarios, y su herencia genética sigue viva en nuestra población.

✒️ Redacción / El Canario Socarròn

Beatriz de Silva y Meneses




 Beatriz de Silva y Meneses llegó a Castilla cuando tenía 22 años acompañando a Isabel, la princesa que se casó con Juan II. La reina, en un ataque de celos, pensando que Beatriz era amante del rey, la encerró en un baúl durante 3 días. En aquel encierro, aseguró haber tenido una visión de la Virgen a la que le prometió fundar una orden en su honor.

Años después, la reina Isabel I, apoyó el proyecto de la antigua dama de su madre. Le cedió una propiedad en Toledo donde se instaló en 1484 junto con otras once mujeres a la espera de recibir la aprobación de Roma.

El Papa Inocencio VIII aprobó en 1489 la Bula Inter Universa en la que, si bien obligada a Beatriz y sus seguidoras a acogerse a las ordenanzas de la orden del Císter, las podía adaptar. En el nuevo monasterio se rezaría un oficio peculiar, el de la Concepción. Las monjas concepcionistas se distinguirían con un hábito blanco y capa azul. Dos años después fallecía, pero su orden, conocida como Las Concepcionistas, se difundió por todo el mundo y aún hoy sigue activa en muchos países.

Beatriz de Silva fue canonizada por Pablo VI.

Beatriz de Silva y Meneses llegó a Castilla cuando tenía 22 años acompañando a Isabel, la princesa que se casó con Juan II. La reina, en un ataque de celos, pensando que Beatriz era amante del rey, la encerró en un baúl durante 3 días. En aquel encierro, aseguró haber tenido una visión de la Virgen a la que le prometió fundar una orden en su honor.

Años después, la reina Isabel I, apoyó el proyecto de la antigua dama de su madre. Le cedió una propiedad en Toledo donde se instaló en 1484 junto con otras once mujeres a la espera de recibir la aprobación de Roma.

El Papa Inocencio VIII aprobó en 1489 la Bula Inter Universa en la que, si bien obligada a Beatriz y sus seguidoras a acogerse a las ordenanzas de la orden del Císter, las podía adaptar. En el nuevo monasterio se rezaría un oficio peculiar, el de la Concepción. Las monjas concepcionistas se distinguirían con un hábito blanco y capa azul. Dos años después fallecía, pero su orden, conocida como Las Concepcionistas, se difundió por todo el mundo y aún hoy sigue activa en muchos países.

Beatriz de Silva fue canonizada por Pablo VI.

Más en https://www.mujeresenlahistoria.com/2013/03/la-luz-visionaria-en-la-oscuridad-de-un.html

#santas #santabeatriz #inmaculadaconcepcion


Beatriz de Silva y Meneses llegó a Castilla cuando tenía 22 años acompañando a Isabel, la princesa que se casó con Juan II. La reina, en un ataque de celos, pensando que Beatriz era amante del rey, la encerró en un baúl durante 3 días. En aquel encierro, aseguró haber tenido una visión de la Virgen a la que le prometió fundar una orden en su honor.

Años después, la reina Isabel I, apoyó el proyecto de la antigua dama de su madre. Le cedió una propiedad en Toledo donde se instaló en 1484 junto con otras once mujeres a la espera de recibir la aprobación de Roma.

El Papa Inocencio VIII aprobó en 1489 la Bula Inter Universa en la que, si bien obligada a Beatriz y sus seguidoras a acogerse a las ordenanzas de la orden del Císter, las podía adaptar. En el nuevo monasterio se rezaría un oficio peculiar, el de la Concepción. Las monjas concepcionistas se distinguirían con un hábito blanco y capa azul. Dos años después fallecía, pero su orden, conocida como Las Concepcionistas, se difundió por todo el mundo y aún hoy sigue activa en muchos países.

Beatriz de Silva fue canonizada por Pablo VI.

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