Los fundadores de Europa eran navegantes del Egeo que habitaban en marismas, rodeados de olivares y viñedos, y que eran dados a razonar y dialogar en emplazamientos de mármol y bronce. Poseían un panteón completo y estructurado en el que resaltaban divinidades como Atenea y Artemis, así como el embriagador Dionisio, cuyos misterios se pierden en la niebla de tiempo...
En el imaginario popular hay vívidas imágenes sobre sus mitos y leyendas, y también notables hazañas que la historia documenta. Desde siempre se ha mirado hacia ese espejismo que es la Hélade por inspiración, por devoción, o para proyectar nuevos modelos de sociedad. Los artistas de Florencia, por ejemplo, miraron hacia las rocosas montañas del Parnaso, donde habitan las musas, para reabsorber los humores de la raigambre. Y del mismo modo, cuando se celebró la Olimpiada en 1896, hubo una clara inspiración en el modelo clásico.
Ciertamente, los atletas helenos poseían un carácter soberbio en este sentido, pues le daban una significación muy profunda al certamen. Hay uno en concreto que me llena de motivos: Egeo de Argos. Este portento compitió en carrera en el año 328 a. C. Resultó vencedor, y de la emoción que experimentó, corrió desde Olimpia hasta su patria, Argos, para compartir la victoria con los habitantes. Cabe resaltar que hay 100 Km. de distancia. ¡Qué alegría debió sentir! Desde luego, fue una civilización que interpretó el mundo de una manera singular.
Si se observa cómo se ha evolucionado, sin embargo, llegamos a una conclusión crítica. Por ejemplo: ¿Qué significa Denia? En apariencia, nada… Diana, en cambio, tiene sentido para los romanos, así como para los helenos, pues es la misma Artemis. Resulta que la actual Denia se fundó como Hemeroscopion, que traducido significa: “Observatorio diurno”, por los nautas que controlaban las migraciones de los cardúmenes de atún. Como estos eran devotos de la Artemis de Éfeso, rendían culto en el templo que poseían allí, y de ahí que a la colonia se la conociera como Artemisia; término que cambió con la llegada de los romanos a Diana.
Sobre cómo se ha perdido la significación de las ciudades hay materia de debate, pues lo mismo ocurre en Ampurias, la antaño Emporion: “Mercado”, por los mercaderes helenos del óleo y el vino. Como digo, Ampurias, en apariencia, no significa nada… ¿Y qué decir de Tarraco? Con cuanta facilidad se cree que es una fundación romana, cuando lo cierto es que se trata de un emplazamiento heleno.
Tarra es el puerto más importante de la Creta occidental. En término egeo Tar significa: oeste, sol de poniente. Tarraco era el puerto más occidental del Mediterráneo. La reduplicación tar-tar significa: lejano, lejano oeste. Curiosamente en España se hallaba el mercado más occidental: Tartessos… Evidentemente así se le dio nombre al Tártaro, que Homero ubica tan debajo de la tierra como está el cielo sobre ella.
Pero esto también ocurre en Francia. La actual Agde antaño era Agathe, que significa: “Bondadosa”. La actual Elna era: “Santa Helena”. Y qué decir de Niza, la antigua Nikaia: “Victoriosa”. Por lo menos, en las colonias hispanas si se preservan los nombres originales: Los Ángeles, por ejemplo, aun siendo administrada por la cultura anglosajona… Supongo que porque en Columbia se cambió de nacionalidad, pero no de sentido lingüístico ni religioso, como si ocurrió en Francia y España.
Quizá lo que le ocurrió a la Hélade fue lo mismo que a Narciso: que se embebió demasiado de su propio reflejo, y ello fue aprovechado por Roma. Y asimismo, cuando Roma fue narcisista, también fue relegada al olvido... Pero hay culturas notables, como la visigoda, que al llegar a Iberia tuvo en consideración los textos que halló, así se entiende que se preserven las Homilías de Organyà. Es por ello que leemos a Homero, porque hay cierto esplendor en nuestro corazón que nos induce a valorar las Letras...


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