martes, 18 de noviembre de 2025

Enrique VIII de Inglaterra: pasó a la historia tanto por su reinado como por el destino de sus seis esposas“divorciad





 Enrique VIII de Inglaterra: pasó a la historia tanto por su reinado como por el destino de sus seis esposas“divorciada, decapitada, murió; divorciada, decapitada, sobrevivió”. Esa frase resume la secuencia de matrimonios que marcaron su vida política y personal. Su ruptura con la Iglesia Católica no nació de un debate teológico, sino de su urgencia por obtener un heredero varón que asegurara la continuidad de la dinastía Tudor. Cuando el papa negó la anulación de su matrimonio con Catalina de Aragón, Enrique impulsó la separación religiosa y estableció la Iglesia Anglicana en 1534, con él mismo como cabeza.

En su juventud, Enrique VIII era la imagen opuesta del monarca que se vería al final de su vida. Destacaba como arquero, jinete y luchador en torneos; era atlético, atractivo y considerado uno de los príncipes europeos más educados. Hablaba varios idiomas, componía música y escribía poesía. La corte inglesa lo admiraba por su carisma y su presencia imponente. Sin embargo, tras años de fracasos en su búsqueda de un hijo varón, su carácter comenzó a transformarse.
La presión por un heredero desencadenó decisiones drásticas. Su matrimonio con Ana Bolena terminó en una acusación de traición y adulterio, seguida de una ejecución que alteró para siempre la percepción del rey. Jane Seymour le dio al fin un hijo, Eduardo, pero murió poco después del parto. Ana de Cleves fue repudiada meses después del enlace. Catalina Howard, joven y vinculada a un escándalo amoroso, fue ejecutada. Catalina Parr logró sobrevivirle. Cada matrimonio estuvo marcado por una combinación de expectativas dinásticas, tensiones políticas y un temperamento real cada vez más impredecible.
Los cambios físicos del monarca fueron igualmente dramáticos. Las heridas sufridas en torneos, especialmente un grave accidente en 1536, lo dejaron con una úlcera crónica en la pierna que nunca cicatrizó. El dolor constante lo volvió irritable y más difícil de tratar. Con los años aumentó de peso de forma descontrolada, llegando a superar los 170 kilos, lo que limitó su movilidad y profundizó su carácter colérico. Su reinado tardío estuvo marcado por ejecuciones ordenadas contra amigos cercanos, consejeros y figuras influyentes que alguna vez gozaron de su confianza.
Pese a su obsesión por un hijo varón sobreviviente, el objetivo que definió gran parte de su vida nunca se cumplió. Eduardo VI murió a los quince años, dejando un legado político frágil. Finalmente, fue Isabel I, hija de Ana Bolena, quien transformó Inglaterra en una potencia global y consolidó el periodo isabelino, uno de los más influyentes de la historia europea.
Enrique VIII dejó un reino transformado en lo religioso y lo político, pero su propio linaje siguió un rumbo que desafiaba sus planes: el trono inglés brilló bajo la figura de una hija a la que él nunca imaginó como su heredera más poderosa.

No hay comentarios: