viernes, 17 de octubre de 2025

En 2021, en las orillas del Lago Baringo en Kenia




 En 2021, en las orillas del Lago Baringo en Kenia, comenzó una de las misiones de rescate más audaces y compasivas en la historia de la vida silvestre: una carrera contra el tiempo para salvar a nueve jirafas Rothschild raras del implacable poder de la naturaleza.

Los niveles del agua habían subido repentinamente, engullendo lo que antes era su refugio seguro — la península de Longicharo — transformándola en una isla inundada, aislada del continente.
Con cada semana que pasaba, su suministro de alimento se agotaba, y las jirafas, normalmente símbolos de gracia y serenidad, empezaron a mostrar signos de hambre, confusión y miedo.
No había escape.
Si se quedaban atrás, desaparecerían lentamente en las aguas — olvidadas, invisibles.
Pero entonces intervino la humanidad.
Una coalición de grupos conservacionistas kenianos e internacionales se unió para intentar lo imposible:
trasladar jirafas adultas — algunas de más de cinco metros de altura — a través de aguas profundas infestadas de cocodrilos, de manera segura.
¿Cómo transportar criaturas enormes y delicadas, que temen al agua… en un bote?
La respuesta fue un golpe de genialidad: una balsa flotante hecha a medida llamada “GiRaft” — una combinación de “giraffe” y “raft”.
Era masiva, plana y estable — lo suficientemente fuerte para soportar el peso de una jirafa, y diseñada para mantenerla calmada y segura durante todo el trayecto.
Pero los peligros estaban por todas partes:
• El riesgo de que las jirafas entraran en pánico y volcaran la balsa.
• Tormentas y olas repentinas que podían arruinarlo todo.
• El desafío de mantener a los animales tranquilos sin tranquilizantes.
• Y, bajo la superficie, los cocodrilos del Lago Baringo.
Cada rescate era una historia propia — ejecutada con cuidado y paciencia.
Primero, el equipo guiaba a la jirafa suavemente hacia un corral estrecho, le colocaba arneses de soporte y la llevaba lentamente a la plataforma flotante.
Luego, mientras la balsa deslizaba por las aguas turbias, los rescatistas vigilaban — corazones latiendo con fuerza — hasta llegar al continente.
La operación tomó meses.
Cada cruce exitoso era un pequeño milagro.
Y cuando la última jirafa puso sus patas sobre tierra firme, sana y salva, alzaba su largo cuello hacia el cielo — como ofreciendo un silencioso agradecimiento por la esperanza que le habían dado.
Las nueve jirafas fueron trasladadas a un santuario de vida silvestre de 4,400 acres, donde llanuras abiertas, vegetación fresca y libertad las esperaban.
No fue solo un rescate.
Fue un mensaje — un testimonio de empatía, ingenio y del valor infinito de la vida en todas sus formas.
Como dijo uno de los rescatistas:
“Fue un momento que nunca olvidaré — cuando la primera jirafa pisó tierra y levantó su cabeza, sentí que nos estaba agradeciendo… no solo por salvarla, sino por creer que valía la pena salvarla.”
De la red
Puede ser una imagen de natación y barco
Todas las reacciones:
618

No hay comentarios: