Durante dos días seguidos, pensé que estaba perdiendo la cabeza. Toallas, calcetines, incluso trapos viejos seguían desapareciendo de la casa. Culpé a la lavadora, hasta que sorprendí a Buck, mi perro, saliendo a hurtadillas con un calcetín en la boca. Lo seguí al patio trasero, y fue entonces cuando lo vi. En nuestro viejo cobertizo, una gata callejera acababa de dar a luz a gatitos. Buck había estado reuniendo mis cosas para forrar su pequeño nido, manteniéndolos calientes. Luego me miró, movió la cola y ladró como si quisiera que lo viera. Mi corazón se derritió. No estaba siendo travieso, estaba protegiendo a una nueva familia. Esa noche, llevé a la mamá gata y sus bebés a la casa. Buck se acostó junto a ellos con orgullo, como si fuera su plan desde el principio. Me recordó que a veces los animales nos enseñan cómo es la verdadera bondad.
viernes, 17 de octubre de 2025
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