martes, 11 de noviembre de 2025

El 11 de noviembre de 1476 murió de una terrible úlcera facial Rodrigo Manrique

 



El 11 de noviembre de 1476 murió de una terrible úlcera facial Rodrigo Manrique, noble castellano, conde de Paredes de Nava, que fue inmortalizado por su hijo Jorge Manrique en las célebres Coplas a la muerte de su padre.

Al igual que su padre, fue enemigo personal y político del condestable Álvaro de Luna y participó, como su progenitor, en las pugnas constantes que, durante el reinado de Juan II de Castilla enfrentaron al sector realista, favorable a Álvaro de Luna, con el sector nobiliario, apoyado por los infantes de Aragón, así como en las luchas civiles que salpicarían repetidamente el reinado de Enrique IV el Impotente.
Encarcelado su padre por el rey Juan II, Rodrigo Manrique ayudó a su fuga y en una de las batallas decisivas en la confrontación entre los realistas y la facción nobiliaria, la batalla de Olmedo, perdió las tierras y posesiones de las que era dueño, aunque unos años más tarde, gracias a una maniobra política por la que logró situarse en un punto de no confrontación con Juan II, consiguió recuperarlas.
Poco después, sin embargo, volvió a perder sus dominios debido al apoyo que dispensó a su hermano Gómez Manrique, en prisión por orden de Juan II. Al recobrar el favor real con el advenimiento de Enrique IV, recuperó también su patrimonio. Pero no se mantuvo fiel al rey, pues, como miembro de la facción nobiliaria que pretendía la deposición de Enrique, asistió a la proclamación simbólica como rey de Castilla del infante Alfonso, hermano paterno de Enrique IV, que tuvo lugar en Ávila en 1465 (la llamada «Farsa de Ávila»). Con ello se ganó el favor de Isabel, futura Isabel la Católica, que, en cuanto fue proclamada reina, le confirmó en el cargo de condestable de Castilla que detentaba desde el acto de Ávila.
Se atribuye a Rodrigo Manrique la autoría de una pequeña colección de poemas de carácter esencialmente popular en los que el tema de la actitud ante la muerte es preponderante. Pero su celebridad en el mundo de las letras no se debe a tales composiciones, sino a las que a él están dedicadas en las Coplas a la muerte de su padre, de su hijo Jorge Manrique, una elegía que compuso a su muerte, obra que ha sido juzgada como una de las mejores de la literatura universal, donde el propio Rodrigo Manrique, es la figura central de las estrofas de esta extraordinaria composición: tras el elogio fúnebre de sus virtudes y el repaso de los principales hechos de su vida, una reflexión sobre la vida, la fama, la fortuna y la muerte con resignación cristiana.
“Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer;
cómo después de acordado
da dolor;
cómo a nuestro parecer
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Pues si vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera
más que duró lo que vio,
pues que todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar,
que es el morir:
allí van los señoríos,
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros medianos
y más chicos;
y llegados, son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.”
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