Sofía Paleóloga: la emperatriz sin corona que resucitó Bizancio en Rusia.
Pero desde las sombras del exilio, una mujer decidió que aquello no sería el final.
Su nombre era Sofía Paleóloga, sobrina del último emperador de Bizancio. Criada en Roma bajo la protección del Papa, parecía destinada a la diplomacia, no al poder. Pero su sangre llevaba una llama que no se apagaba: la de un imperio perdido.
En 1472, fue enviada a Moscú para casarse con Iván III. Y con ese viaje, Bizancio revivió.
Sofía no fue solo una esposa: fue un símbolo. Trajo consigo los emblemas imperiales, el protocolo bizantino y la idea de una nueva grandeza. Convenció a Iván de romper con los mongoles y forjó, junto a él, un nuevo destino: la Tercera Roma.
Bajo su influencia, Moscú adoptó el águila bicéfala como estandarte, abrazó el lenguaje del imperio caído y se pensó a sí misma como heredera legítima de Roma y Bizancio.
Ella no empuñó una espada, pero cambió la historia.
Sofía Paleóloga no solo cruzó fronteras: encendió la antorcha de un nuevo imperio.
Una emperatriz sin corona.
Una madre del poder ruso.
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