Joseph Schlipstein tenía solo 4 años cuando fue lanzado al infierno de Buchenwald, uno de los campos de concentración más crueles del régimen nazi. Era un niño en medio de un lugar creado para destruir todo lo que fuera humano. Su destino parecía irreversiblemente sellado... hasta que su padre, en un acto de desesperación y amor sin límites, lo escondió dentro de una maleta. Era un intento imposible, pero era todo lo que podía hacer para darle a su hijo un día más de vida.
Sin embargo, el escondite no duró.
Joseph fue descubierto por los guardias. Pero lo impensable ocurrió: en medio del horror absoluto, algunos oficiales quizás tocados por un último resquicio de humanidad decidieron no ejecutarlo. Lo convirtieron en la "mascota" del campo. Un gesto raro, casi inconcebible, en un lugar donde la compasión había sido exterminada.
Y, contra todas las probabilidades, Joseph sobrevivió.
En 1948, a los siete años de edad, todavía usando el uniforme de prisionero, fue entrevistado por un periodista estadounidense. Su imagen un niño delgado, con ojos que ya habían visto el abismo recorrió el mundo. Se convirtió en un símbolo de resistencia, dolor... y esperanza.
Fue uno de los sobrevivientes más jóvenes de Buchenwald. Y tuvo el valor y el deber de contar su historia.
Para que el mundo jamás olvide.
Para que tú nunca olvides.

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