martes, 9 de diciembre de 2025

¿Y si te dijera que cada vez que ves un pollo, estás mirando al pariente vivo más cercano del temible Tyrannosaurus Rex?

 


¿Y si te dijera que cada vez que ves un pollo, estás mirando al pariente vivo más cercano del temible Tyrannosaurus Rex? Aunque parezca increíble, la ciencia ha confirmado que las aves modernas —especialmente los pollos— comparten una sorprendente conexión evolutiva con uno de los depredadores más icónicos de la historia.

Durante décadas, paleontólogos y genetistas han comparado fósiles de dinosaurios con estructuras óseas y genéticas de animales actuales. El resultado dejó al mundo boquiabierto: los T-Rex no están tan lejanos como creíamos. De hecho, estudios de proteínas halladas en fósiles revelaron similitudes directas entre el T-Rex y las aves, siendo el pollo uno de los parientes vivos más cercanos. Esto cambió por completo nuestra visión de los dinosaurios y de la evolución.
Los rasgos no son solo genéticos. Las aves aún conservan comportamientos y estructuras heredadas de sus antepasados prehistóricos: movimientos, postura, instintos e incluso detalles anatómicos que recuerdan a los temibles terópodos. Aunque hoy los veamos pequeños e inofensivos, en su ADN aún vive la sombra de un gigante que dominó la Tierra hace 65 millones de años.
Así que, la próxima vez que escuches un gallo cantar, recuerda: estás oyendo el eco lejano de un dinosaurio.

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