Imagina un ciervo tan pequeño 🦌✨ que podría pasar por debajo de un labrador sin rozarlo.
Ese es el pudú, el cérvido más diminuto del planeta: apenas 30–40 cm de altura y 6–13 kg de peso. Existen dos especies—el pudú del sur en Chile y Argentina y el pudú del norte en los Andes de Ecuador, Perú y Colombia—ambas escondidas en los bosques más densos y lluviosos de Sudamérica 🌧️🌿.
Su mundo es un laberinto de bambú, helechos gigantes y niebla perpetua. En ese entorno húmedo, el pudú avanza casi invisible gracias a un pelaje grueso y oscuro que repele agua como si fuera impermeable natural.
Las crías nacen con manchas blancas que desaparecen a los tres meses, y los machos llevan pequeñas astas rectas de solo 7–10 cm.
Herbívoro experto, selecciona con precisión hojas tiernas, brotes, flores y frutos, consumiendo más de 90 especies vegetales 🌱.
Puede ponerse en dos patas para alcanzar ramas bajas y memoriza redes de senderos ocultos que le permiten escapar de pumas, zorros y, cada vez más, perros domésticos ferales 🐾—una de sus amenazas más graves.
Vive casi siempre solo, moviéndose al amanecer y al anochecer. Cuando percibe peligro se congela como estatua… o huye en zigzag por vegetación impenetrable. La cría, del tamaño de un cobayo grande, pasa sus primeras semanas oculta mientras la madre vuelve solo para amamantarla.
Pero ni su sigilo ni su tamaño lo protegen del cambio humano: pérdida del bosque valdiviano, carreteras, expansión agrícola y perros han reducido sus poblaciones a niveles alarmantes. El pudú del sur es Casi Amenazado; el del norte, Vulnerable.
El pudú nos recuerda que incluso los habitantes más diminutos del bosque necesitan gigantescos esfuerzos para sobrevivir 🌎💚
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