Tal día como hoy pero en 1912 murió asesinado el presidente del Gobierno José Canalejas, por el anarquista Manuel Pardiñas Serrano cuando el presidente se detuvo a contemplar el escaparate de la librería San Martín en la Puerta del Sol de Madrid.
Desde su nombramiento como jefe del gobierno, Canalejas dispuso de una escolta policial. Sin embargo, este no era muy entusiasta de ir moviéndose por Madrid con sus escoltas y en numerosas ocasiones incluso les daba «esquinazo». Los policías de escolta no reaccionaron a tiempo de salvar la vida a Canalejas, pero sí lograron acorralar a Pardiñas, que se suicidó.
El de Canalejas no era el primer asesinato de un jefe de gobierno. En 1870 el general Juan Prim había sido asesinado en un confuso atentado, y en 1897 el político conservador Antonio Cánovas del Castillo también fue asesinado por un anarquista italiano. El asesinato de Canalejas supuso una profunda reorganización de la policía y los servicios de seguridad, lo que incluyó la creación de la nueva Dirección General de Seguridad.
El asesinato de Canalejas tuvo una gran importancia en la vida política española. Su muerte le impidió llegar a realizar las esperadas reformas políticas que hubieran transformado el régimen existente en una verdadera democracia, acabando con el caciquismo y el fraude electoral. Desde entonces, el sistema político de la Restauración entró en una profunda crisis.
Suprimió el impuesto de consumos, mejoró la legislación social e intentó resolver la cuestión catalana con un proyecto de Mancomunidad y limitó la instalación de órdenes religiosas. Estableció el servicio militar obligatorio con el que se ponía fin al injusto sistema de las quintas, que incluían la redención en metálico y la sustitución, los dos métodos utilizados por las clases acomodadas para evitar que sus hijos fueran reclutados.


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