He aquí como se figura la IA de Google al hombre de letras del XIX. Siempre me gustó la estética del decimonoveno. Parece que aquellos cenáculos literarios se conformaban por intelectos cultos y elegantes. Estos literatos eran profesionales, entregados, responsables y exigentes; no del modo en como se proyectan hoy. Entonces un escritor era bien mirado, era un modelo elevado del que extraer conocimiento y sabiduría; su criterio era ejemplar. Esbozaré un perfil idóneo:
En la fotografía aparece Miguel de Flandes (Barcelona, 19 de noviembre de 1888 - Londres, 14 de abril de 1937) Nacido en el seno de una familia noble que descendía del Flandes español, Miguel fue un hombre de letras místico y bohemio. Su vida fue un misterio para sus contemporáneos. Corría la leyenda de que en su estudio, situado en la Rambla del Raval, se dedicaba a las prácticas alquímicas, tratando de hallar el elixir dorado... También se dice que experimentó con una sustancia denominada daguamasca, con la que exploró en el imaginario en busca de "Los paraísos artificiales" descritos por Baudelaire.
Miguel se doctoró en Filosofía y Letras por la Universidad de Barcelona. Fue notable como etimólogo y lexicógrafo. Experto en las lenguas clásicas, elaboró un diccionario etimológico, que comentó con otros letrados, en especial por correo. Lo poco que se conoce es por su correspondencia, que fue abundante. Tenía parientes en Calais, Francia, y en Bath, Inglaterra, por lo que fue dado en viajar por Europa. Su novela, La impronta del letrado, es un ejercicio simbolista y fiel reflejo de la sociedad de su época. En ella se advierte a un poeta lírico, que explora los laberintos del corazón humano.


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