El esclavo que se convirtió en travesti y se casó con su amo... luego lo destruyó
Diciembre de 1871. La helada se cernía sobre Mobile, Alabama, pero el verdadero frío residía dentro de la Suite 408 del Gran Hotel. Allí, en la oscuridad de su noche de bodas, la asistente de habitación Clara Jenkins escuchó un sollozo que no provenía del dolor o el duelo, sino de la destrucción psicológica completa. La voz suplicante pertenecía a Edmund Fairchild, uno de los plantadores más ricos e intocables del Sur.
Al otro lado de la puerta, la voz de su nueva esposa, Matilda Fairchild, era "fría como la escarcha de diciembre y clínica como un cirujano" mientras dictaba su sentencia: "No puedo ser solo tuya. Mi cuerpo no fue hecho para un solo hombre. Necesito variedad, emoción... y tú lo aceptarás o me voy esta noche."
El hombre que comandaba miles de acres y cientos de vidas, sollozaba: "Sí, cualquier cosa... puedes tener a cualquiera, hacer cualquier cosa. Solo quédate. Dios, Matilda, por favor, quédate. No puedo sobrevivir sin ti."
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