miércoles, 19 de noviembre de 2025

El Coronel Que Casó a Sus 4 Hijas con Esclavos: El Acuerdo Que Estremeció Venezuela, 1858

 



El Coronel Que Casó a Sus 4 Hijas con Esclavos: El Acuerdo Que Estremeció Venezuela, 1858

En 1858, en la turbulenta Venezuela que se preparaba para su guerra civil más sangrienta, un coronel de la aristocracia caraqueña tomó una decisión que destruiría su apellido, dividiría a la sociedad y cambiaría para siempre cuatro vidas. El coronel Alejandro Santander convocó a sus cuatro hijas a su despacho y les anunció que las había comprometido en matrimonio con cuatro hombres que apenas 4 años antes habían sido sus esclavos. Esta es la historia real del acuerdo que estremeció Venezuela y demostró que la abolición
Caracas, Venezuela. Marzo de 1858.
La hacienda San Rafael de la montaña se alzaba imponente en las afueras de Caracas, a los pies del majestuoso Ávila. Era una de las propiedades más extensas y prósperas del valle, con más de 2000 haáreas dedicadas al cultivo de cacao y café. La casona principal, construida en piedra y madera en perfecto estilo colonial español, había sido hogar de la familia Santander durante tres generaciones.
El coronel Alejandro María Santander y Palacios tenía 52 años y llevaba el peso de un apellido que se remontaba a los primeros conquistadores españoles que llegaron a la Capitanía General de Venezuela. Había servido con distinción en las guerras civiles que habían desangrado al país desde la muerte del libertador Simón Bolívar en 1830.
Su rostro curtido mostraba las cicatrices de batallas olvidadas, pero sus ojos grises conservaban una lucidez que inquietaba a quienes lo conocían. Aquella mañana de marzo convocó a sus cuatro hijas a su despacho privado con un mensaje que las criadas transmitieron con expresiones de preocupación mal disimulada. Era inusual que el coronel solicitara la presencia de todas ellas simultáneamente.
Isabel María, la mayor de 24 años, fue la primera en llegar. Alta y deporte aristocrático, con el cabello negro recogido en moño perfecto y vestido de tafetán azul oscuro. Era la imagen misma de la nobleza criolla venezolana. Había rechazado ya tres propuestas de matrimonio de familias respetables, alegando que ningún pretendiente estaba a la altura del apellido Santander.
Catalina Mercedes, de 22 años, entró segundos después. De complexión más delicada que su hermana mayor, pero con los mismos rasgos aristocráticos, llevaba vestido color marfil con encajes importados de España. Era conocida en los Círculos Sociales de Caracas por su voz excepcional y su habilidad con el piano.
Ana Josefa, de 20 años, llegó con su habitual energía contenida. era la más rebelde de las cuatro, con ojos castaños brillantes que revelaban una inteligencia aguda y una lengua afilada que escandalizaba frecuentemente a las damas de la alta sociedad caraqueña. Prefería montar a caballo que asistir a tertulias y había sido vista más de una vez conversando inapropiadamente con sirvientes y trabajadores de la hacienda.
María del Carmen, la menor de 18 años recién cumplidos, fue la última en llegar. Todavía conservaba cierta dulzura juvenil en su rostro, pero ya mostraba la belleza que prometía superar a sus hermanas. Era la más callada de las cuatro, la que observaba todo sin juzgar abiertamente, pero que registraba cada detalle con memoria fotográfica. El coronel Santander esperó a que las cuatro estuvieran sentadas antes de hablar.
Su escritorio de Caoba estaba cubierto de documentos legales cuidadosamente organizados. La tensión en la habitación era palpable. Hijas mías, comenzó con voz tranquila pero firme. Lo que voy a decirles cambiará sus vidas para siempre. He tomado decisiones que sé que en este momento no comprenderán, pero que ruego tengan la paciencia de escuchar hasta el final.
Isabel María se enderezó en su silla, alarmada por el tono inusualmente grave de su padre. ¿Qué ocurre, padre? ¿Estamos en peligro? No del tipo que imaginas, respondió él. Pero sí enfrentaremos una batalla, una batalla contra las convenciones sociales, contra el prejuicio y probablemente contra toda la aristocracia de Caracas. Sacó cuatro documentos del cajón de su escritorio y los colocó frente a él.
Hace 4 años, cuando el presidente José Gregorio Monagas decretó la abolición de la esclavitud el 24 de marzo de 1854, liberé a todos los esclavos de esta hacienda. Fueron 73 personas que pasaron de ser propiedad mía a ser hombres y mujeres libres. Lo recordamos, padre", dijo Catalina Mercedes suavemente......👇👇👇
Puede ser una imagen de texto que dice "EL CASAMIENTO PROHIBIDO 1858"
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