sábado, 13 de diciembre de 2025

an Brendan (Brandan), héroe y santo irlandés del siglo VI



 Nacido en Ciarraighe Luachra, condado de Kerry, Irlanda, entre los años 483 y 484, Brendan fue educado en los preceptos de la Fe por personajes de la talla de Santa Ita, San Erc de Dungarvan y San Finian de Clonard, quienes influyeron en él de manera notable. Ordenado sacerdote en el 512, vivió y se movió en una época crucial de la historia de Irlanda, inmediata al apostolado de San Patricio y la conversión masiva de la isla



Entre los años 512 y 530, San Brendan fundó celdas y monasterios en Ardfer y Shanakeel, sobre las primeras estribaciones del monte Brandon. Desde esas tierras, emprendió numerosos viajes a pie y en bote a diferentes puntos del país, uno de ellos a Thomond, en la isla de Coney, donde en el 550 erigió el monasterio de Inis-da-druim.

Tras cruzar el mar de Irlanda recorrió Gales, Inglaterra y Escocia, predicando en Iona, Kilbrandon, Kilbrennan Sound y otras comarcas.



Contacto con los ángeles

De regreso en su tierra, después de tres años de fructífera peregrinación apostólica, Brendan recorrió Leinster, Dysart, Killiney y nuevamente monte Brandon, donde enseñó el Evangelio a pueblos primitivos que lo escuchaban con gozo y admiración. Fue por entonces que edificó las iglesias de Ichquin, en el condado de Galway; la de Inishglora, en el de Mayo y el monasterio de Clonfert, también en Galway, año 557, del que designó prior y director a San Moinenn. Este monasterio creció en número de miembros y fama, llegando a albergar hasta 3000 monjes, irlandeses, escoceses, galeses, ingleses y bretones. Cuenta la tradición que los ángeles del Señor se le apersonaron para dictarle el Reglamento Fundacional que rigió la disciplina interna.



Viajero intrépido


Los monjes irlandeses fueron célebres en el mundo medieval por su sabiduría y gran erudición. Preservada de los ataques piratas y las invasiones bárbaras, la isla fue centro de cultura y bastión de la ortodoxia eclesiástica, a donde acudían estudiantes, peregrinos y prófugos de todo el archipiélago, quienes llevaron consigo su sabiduría, su fervor religioso, manuscritos y textos que los monjes celtas se apresuraron a copiar. Esa fue la Irlanda que evangelizaron el obispo Paladio y San Patricio y la que dio santos y mártires de la talla de San Malaquías, San Columkill, San Kevin, San Lawrence O’Toole, San Oliver Plunkett, Santa Ita, San Ciaran, San Kilian, Santa Brígida, San Columbano y San Brendan.


Como Simbad el Marino, San Brendan confunde una ballena con una isla.

En este caso aprovecha el desembarco para celebrar misa


Los irlandeses han sido desde siempre un pueblo de navegantes y sus sacerdotes, conforme a sus conocimientos, desarrollaron novedosas técnicas náuticas que los llevaron a descubrir, entre otras, las islas Orcadas (579), las Shetland (620) y las Feroe (670). Mucho antes que los vikingos, los monjes irlandeses recorrieron las islas del Atlántico Norte en busca del silencio y la quietud necesarios para la adoración permanente de Dios, alcanzando las costas de Islandia en el 795, donde se establecieron permanentemente.

A mediados del siglo VI San Brendan emprendió un extenso periplo por el Mar del Norte que lo llevó a tierras ignotas.

A bordo de un bote construido a base de madera y cuero, el santo y siete religiosos más, abandonaron las costas de Dingle Bay, al sudoeste de Irlanda, para remontar las heladas aguas del Atlántico septentrional tocando, entre otras, Escocia, las Shetland, las Orcadas y la misma Islandia, donde permanecieron un prolongado período de tiempo.



Navigatio Sancti Brendani

Los viajes del intrépido monje irlandés se hallan relatados en el Navigatio Sancti Brendani, colección de manuscritos en latín que datan del siglo X y que recoge los relatos que desde el siglo VI se escuchaban por todas las Islas Británicas con referencia a las proezas  del santo.

Con las estrellas como única guía, remando la mayor parte del trayecto o empleando la única vela de que disponía la embarcación, los sacerdotes habrían alcanzado las costas orientales de Groenlandia y, al parecer, la misma isla de Terranova, a la que el Navigatio se refiere como la “Terra Repromissionis” e incluso como el mismo Paraíso. Según la crónica, se trataba de un paraje rico en vegetación y de clima agradable.

Teorías recientes sostienen que la mencionada región sería, efectivamente, el continente americano y que, por consiguiente, los irlandeses habrían llegado a él mucho antes que los vikingos (confirmarían lo dicho antiguas crónicas escandinavas que dan cuenta de la presencia de monjes irlandeses en Islandia antes de su llegada).



Evangelizando las tierras del fin del mundo

No solo el Navigatio menciona los intrépidos periplos de San Brendan. Once manuscritos hallados en la Biblioteca Imperial de París hacen referencia a ellos, lo mismo otros escritos en los Países Bajos, Alemania y España.

La idea de San Brendan era llevar el Evangelio a los confines de la Tierra, proyecto que antes de partir, discutió con San Enda en Inishmore así como con navegantes y pescadores de las comarcas de Mayo y Galway, quienes le habrían dado consejos y orientación respecto a las rutas a seguir. Es posible que allí le refirieran el épico viaje de Cuchulainn, legendario héroe del Ulster, a tierras remotas allende el océano, en pleno siglo I d.C. y que a sabiendas de ellos, el religioso se decidiese a seguir sus pasos. Lo cierto es que en 1998 se desenterraron en Connecticut, utensilios  y otros objetos de origen irlandés que datan del siglo VI, muchos de ellos con inscripciones en latín.



Escepticismo infundado

Brendan regresó a Irlanda para seguir adelante con su labor evangélica. Sin embargo, hay quienes dudan de la realidad de sus viajes, argumentando, entre otras cosas, que el Navigatio podría ser una recopilación de viajes efectuados por diferentes religiosos entre los siglos V y VI. Sin embargo, en apoyo de la veracidad de los hechos, muchos detalles del Navigatio evidencian que realmente San Brendan estuvo en esos lugares ya que habla de plantas y animales desconocidos en el siglo VI, lo mismo de ciertos volcanes, ríos e islas, así como glaciares, cascadas, icebergs y hasta geisers.


Numerosos autores confirman la hipótesis y dan por segura la epopeya, en especial Hardy en su Catálogo descriptivo de materias relativas a la Historia de Gran Bretaña e Irlanda, publicado en Londres en 1862; Wright en San Brendan. Una leyenda medieval en el mar, en verso y prosa inglesa también publicada en la capital de Inglaterra en 1844; Fr. Novati en El Navigatio Sancti Brendani en antiguo Veneciano (Bérgamo, 1892) y La leyenda latina de San Brendan en una traducción inédita en prosa y poesía romana de Jubenal (Paris, 1836).

Para demostrar la veracidad del viaje, en 1977 Tim Severin, explorador británico nacido en la India en 1940, construyó un currach, pequeña embarcación a vela, de madera y cuero, con la que cruzó exitosamente el Atlántico hasta América, demostrando que el hecho era perfectamente factible.



Peripecias en los océanos



Cuenta la leyenda que Brendan y sus sacerdotes debieron enfrentar todo tipo de peligros, desde tormentas y borrascas hasta monstruos grandes como islas y demonios que vomitaban fuego. Y que a todo ello enfrentó el santo irlandés invocando el nombre de Nuestro Señor Jesucristo y de la Virgen Santísima.

En una ocasión, divisaron los religiosos una isla lejana a la que se fueron aproximando lentamente para echar pie a tierra y recoger víveres. Llamaron la atención de los navegantes los árboles del lugar y las extrañas formaciones rocosas entre las que, una vez desembarcados, procedieron a celebrar la Santa Misa. En plena consagración se hallaba San Brendan cuando repentinamente, el suelo se empezó a mover y casi todos cayeron violentamente. Se hallaban sobre el lomo de una gigantesca criatura marina de la que apenas pudieron escapar corriendo a su currach para ganar el océano.

Se trataba de la mítica “San Borondón” la isla fantasma que mucho tiempo después fue situada al oeste del archipiélago canario, la cual a veces se veía y a veces no. De acuerdo a la tradición, se trataba de un cetáceo monstruoso o una gigantesca ballena blanca, suerte de Moby Dick que recorría el Atlántico Norte de un extremo a otro (la Bahía de Samborombón, en el litoral bonaerense, lleva su nombre).



Sus últimos años en Irlanda

Brendan recorrió tierras remotas intentando llevar a ellas la verdadera Fe  y a su regreso, siguió predicando y levantando abadías. Falleció en la aldea de Enachduin, actual Annaghdown, en el año 577, a la avanzada edad de 93 años(para otros autores su deceso se produjo en el 576). Fue enterrado en Clonfert y su fiesta se conmemora el 16 de mayo de cada año.



San Brendan y sus monjes parten rumbo a lo desconocido







Revista “Cruzada”, Año IV, Nº 22, Agosto de 2006

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