BODAS REALES
En un radiante día de primavera, alrededor de mayo de 1906, el Palacio Real de Madrid se llenó de esplendor con la celebración de la unión del príncipe Fernando María de Baviera y la infanta María Teresa de España. Ambos nietos de la reina Isabel II, el matrimonio de la pareja supuso tanto una consolidación dinástica como una alianza personal, uniendo a las casas reales bávara y española en una red de lazos familiares que desde hacía tiempo habían marcado la política europea. Invitados de cortes de toda Europa, incluyendo miembros de los Habsburgo, los Wittelsbach y la Casa de Orleans, llegaron con sus carruajes a lo largo de la Plaza de la Armería mientras las trompetas anunciaban la llegada de Fernando, recién ascendido al rango de infante de España en reconocimiento a su elevado estatus dentro de la monarquía española. La ceremonia, oficiada por el arzobispo de Toledo, ejemplificó la grandeza y el ritual de las bodas reales españolas de principios del siglo XX. La infanta María Teresa lució un vestido de seda color marfil, complementado con encaje heredado de la reina madre, mientras que Fernando apareció con su atuendo militar completo, adornado con órdenes tanto de Baviera como de España. Relatos contemporáneos describen a la pareja intercambiando votos bajo los ornamentados techos barrocos del palacio, rodeados de frescos que representan los triunfos del pasado Habsburgo de España. Los asistentes destacaron el significado simbólico del enlace: la unión de dos ramas del linaje de la reina Isabel II fortaleció la legitimidad dinástica, a la vez que reafirmaba sutilmente los vínculos de España con la realeza continental alrededor de 1906, en una época en la que las monarquías europeas se enfrentaban tanto a alianzas familiares como a las presiones de la política moderna. Tras la ceremonia, un suntuoso banquete llenó los salones del palacio con música, brindis y fuegos artificiales que iluminaron los jardines del Palacio

No hay comentarios:
Publicar un comentario