El 11 de octubre de 1698 en La Haya, Francia, Inglaterra y Países Bajos firmaron en La Haya el Primer Tratado de Partición (también conocido como Tratado de La Haya o segundo pacto secreto), un tratado para repartirse los territorios de la Corona de España cuando muera sin descendencia de Carlos II de España.
La muerte de Carlos II se había anticipado desde su ascenso en 1665, pero para 1697 parecía claramente inminente. Al no tener descendencia, los herederos más cercanos provenían de la monarquía austriaca de los Habsburgo o de la Casa de Borbón francesa. La adquisición por cualquiera de ellos del Imperio español indiviso alteraría el equilibrio de poder europeo.
Inmediatamente después de la devastadora Guerra de los Nueve Años (1688-97), se iniciaron negociaciones para intentar resolver el problema sin otra guerra costosa. Este tratado validaba la decisión de Carlos II de nombrar a José Fernando de Baviera, de seis años de edad, heredero del trono español, y las posesiones europeas de España se dividirían. Lo que realmente se debatía con el tratado era la redefinición del equilibrio político europeo.
Como compensación por su renuncia a sus derechos a la Corona española el tratado proponía que Luis, El Gran Delfín, hijo de Luis XIV, obtuviese el Reino de Nápoles, el Reino de Sicilia y los presidios de Toscana y de Finale, además de Guipúzcoa. Así José Fernando de Baviera recibiría los reinos de España (excepto la provincia de Guipúzcoa), los Países Bajos españoles y las Indias.
Sin embargo, ni Austria ni España fueron consultadas, y España se negó a aceptar la división de su imperio. El rey Carlos II de España se opuso a este acuerdo, ya que significaba la división del Imperio español, cosa que deseaba evitar a toda costa. En febrero de 1699 murió prematuramente José Fernando de Baviera, por lo que Francia e Inglaterra y las Provincias Unidas de los Países Bajos tuvieron que firmar un nuevo acuerdo, el Segundo Tratado de Partición, el 3 de marzo del año siguiente.
Finalmente, Carlos II legó todas sus posesiones al segundo hijo del Delfín, Felipe, Duque de Anjou. A la muerte de Carlos, el rey Luis XIV de Francia renunció a los acuerdos del tratado, aceptando así el testamento de Carlos II que favorecía claramente sus intereses. Estos factores llevaron a la Guerra de Sucesión Española, la cual comenzó en 1701.
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