jueves, 30 de octubre de 2025

El 30 de octubre de 1340 se libró cerca de la gaditana Tarifa la batalla del Salado,

 



El 30 de octubre de 1340 se libró cerca de la gaditana Tarifa la batalla del Salado, la batalla donde un ejército formado por castellanos y portugueses se enfrentó y derrotó a una alianza de benimerines y nazaríes. La batalla es una de las más trascendentes de la llamada Reconquista, casi a la altura de las Navas de Tolosa, y que terminó con el último gran intento musulmán por parte de los benimerines, de conquistar la península ibérica. Supuso fin a la Guerra del Estrecho y alejó de manera definitiva el peligro de una nueva invasión del norte de África.

Tras la decisiva victoria de las Navas de Tolosa en 1212, los almohades perdieron el control sobre el sur de la península ibérica y se replegaron al norte de África, dejando tras de sí un conjunto de desorganizadas taifas que fueron ocupadas por los reinos cristianos entre 1230 y 1264. Tan solo el reino de Granada logró mantenerse independiente.
En 1269, la debilitada dinastía almohade sucumbió ante otra tribu bereber emergente, los Banu Marin («benimerines» para los castellanos). Desde su capital en Fez, esta tribu originaria del sur de Marruecos pronto dominó la mayor parte del Magreb, llegando por el este hasta la actual frontera entre Argelia y Túnez. A partir de 1275 dirigieron su atención hacia Granada, donde desembarcaron tropas e influyeron decisivamente en su gobierno ante el recelo de los cristianos del norte. El choque no tardó en llegar, y así, a finales del siglo XIII, los benimerines ya habían declarado la guerra santa a los cristianos y realizado varias incursiones en el Campo de Gibraltar, con el fin de asegurarse el dominio sobre el tráfico marítimo en el Estrecho.
Los cristianos habían acordado que el ejército castellano se enfrentaría a los benimerines del sultán Abu Al-Hassan Alí y los portugueses harían lo propio con los granadinos de Yusuf I. Antes de la batalla Alfonso XI había enviado una tropa formada por 2.000 caballeros y 4.000 peones a Tarifa. Atacarían a la retaguardia musulmana en el momento clave del enfrentamiento, tratando de crear varios frentes y lograron desorganizar el campamento musulmán.
En la parte portuguesa, que contaban con una exigua tropa de un millar de caballeros, fueron reforzados por 2.000 caballeros castellanos, formados entre otros por las órdenes de Calatrava y Alcántara. Juntos se enfrentaron a los 7.000 granadinos. El grueso del ejército castellano se enfrentó a los benimerines. Ambos enfrentamientos resultaron victoriosos, con la imparable caballería pesada castellana, con sus lanzas de 4 metros que pusieron en desbandada a los ismaelitas. Los jinetes ligeros musulmanes empleaban tácticas diferentes, con pequeñas ofensivas, lanzando proyectiles y tratando de desorganizar las ofensivas cristianas. No fue una batalla fácil, pues las tropas castellanas sufrieron para atravesar el río y se desorganizaron, poniendo incluso en peligro a su rey que según las crónicas recibió una saetada en el arzón delantero de su montura. Pero una vez superado el río, la caballería castellana se impuso, atravesando las cinco líneas de defensa benimerín. La huida en desbandada de nazaríes y benimerines se produjo al mismo tiempo y les causaron una gran mortandad. El sultán benimerín huyó a Ceuta y no volvió a pensar en la península ibérica.
Los benimerines sufrieron una derrota decisiva y regresaron a África. Nunca más un ejército islámico pudo invadir la Península Ibérica. El control del Estrecho de Gibraltar ahora estaba en manos de los cristianos, específicamente los castellanos. Lo más importante es que la ciudad de Algeciras, una valiosa cabeza de puente en manos de los benimerines, será tomada después en 1344. Este asedio atrajo a voluntarios de toda Europa debido a la amplia publicidad. El reino nazarí, después de vivir su momento de apogeo, quedó definitivamente aislado y a merced de los castellanos. Esto les obligará a comenzar una política amistosa y a pagar tributos a Castilla. Por su parte, Alfonso IV de Portugal pasaría a la historia con el apodo de «el Bravo», como resultado de su acción en la batalla del Salado.
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