Colonización de las Islas Canarias
La colonización es el periodo de la historia de Canarias que sucede a la conquista y durante el cual la cultura europea se introduce en el archipiélago en sustitución de las culturas aborígenes. Este proceso dura varias décadas en cada una de las islas, dando lugar a una nueva sociedad caracterizada por la diversidad de los elementos que la constituyen, más complejos en las islas de realengo, donde se observan ámbitos urbanos claramente cosmopolitas, y menos complejos en las de señorío.
Concluida la conquista, la ocupación del territorio se plasma en primer lugar mediante el repartimiento de tierras y aguas entre los conquistadores, colonos, banqueros y comerciantes que han financiado la conquista, la Iglesia, los recién creados Cabildos, etc., así como entre un reducido número de aborígenes que han colaborado con los conquistadores. Las datas de tierra atrajeron pobladores andaluces, castellanos, gallegos, portugueses y de otras regiones a las islas de realengo, lo que permitió una lenta recuperación demográfica tras el desplome poblacional sufrido durante la conquista.

El atractivo ejercido por la puesta en explotación de las islas, así como la propia ubicación del archipiélago en la ruta hacia América, favoreció la aparición de una sociedad cosmopolita en las principales localidades portuarias (Garachico, Las Palmas, Santa Cruz de La Palma) y en algunas ciudades como La Laguna. Esta diversidad demográfica, la variedad de usos y costumbres, las múltiples aportaciones lingüísticas o la temprana influencia americana configuraron desde su nacimiento la identidad de la nueva sociedad establecida en el archipiélago.
A su vez, las islas de señorío, de recursos más limitados, sufrieron los abusos de los señores y además, en el caso de las orientales, los frecuentes ataques berberiscos, por lo que registraron un acusado despoblamiento. Las capitales insulares (Teguise, Betancuria y San Sebastián) serían las principales localidades. Las protestas y motines contra los señores no tardan en surgir, como el promovido por los vecinos de Lanzarote en 1477 reclamando el traspaso de la isla a la jurisdicción real. Hacia 1585 la población de las islas de señorío rondaba los mil habitantes cada una, algo menor en Lanzarote a pesar de la repoblación con moriscos capturados en la costa africana, y superior en Fuerteventura. La Palma contaba con 5.580 habitantes, Gran Canaria con 8.545 y Tenerife, la más poblada, con 20.350.
Actividades económicas
La colonización supuso la puesta en explotación del territorio insular mediante la introducción de las prácticas, técnicas y productos conocidos en la metrópoli. A las islas llegaron primero las especies agrícolas y ganaderas propias del ámbito peninsular y mediterráneo como las hortalizas, frutales, leguminosas, nuevos cereales y especies ganaderas como el vacuno, el equino, gallinas, conejos, etc. Después arribarían las especies americanas como el tomate, la papa o el millo. Todos ellos constituirían el sector productivo destinado al abastecimiento interior, el más importante de las islas por la superficie cultivada (en buena parte terrenos de secano ubicados en las medianías), la población activa, etc. La puesta en explotación de las islas produjo una honda transformación del paisaje isleño: deforestación, nivelación de terrenos, aprovechamientos hidráulicos, apertura de vías de comunicación, urbanización, etc.

Singular fortuna tuvo la introducción de la caña de azúcar en Gran Canaria. Traída por Pedro de Vera desde Madeira, se extendió por las zonas costeras de las islas centrales y La Palma, convirtiéndose pronto en el principal cultivo de exportación. Exigente en riego, ocupó las mejores parcelas costeras, cuya roturación requirió fuertes inversiones de capital. Embarcada en los puertos y caletas isleños por comerciantes generalmente extranjeros, el azúcar era enviado a Flandes (Amberes), Italia (Génova), Holanda, Inglaterra, alcanzando el archipiélago el sobrenombre de Islas del Azúcar. Con el cultivo de la caña, Canarias se incorporó a los circuitos económicos internacionales, más concretamente norte-europeos, en los que ha permanecido integrada, en mayor o menor medida, hasta la actualidad. Comprobada su viabilidad en el archipiélago, muy pronto la caña de azúcar sería llevada a América, confirmando así que Canarias y los otros archipiélagos atlánticos constituyeron los primeros escenarios geográficos donde habría de ensayarse el programa colonizador que después se aplicaría en América.
Las instituciones de gobierno
La primera medida adoptada por los conquistadores después someter cada una de las islas consistía en la fundación del cabildo o ayuntamiento a semejanza de Castilla con jurisdicción sobre todo el territorio insular. En un principio, las funciones desempeñadas por los cabildos eran muy extensas: obras públicas, abastecimiento, sanidad, defensa de la isla, hacienda, justicia, etc., contando para ello con recursos derivados de la explotación de los montes, salinas, rentas urbanas, impuestos sobre pastos, colmenares, etc. En las islas de señorío los cabildos serían simples instrumentos en manos de los señores, mientras en las de realengo estaban controlados por una elite de grandes propietarios y comerciantes, cuyos miembros ocupaban los cargos de regidores y funcionarios de más alto rango.
Para unificar la administración del archipiélago se creó en 1526 la Real Audiencia con sede en Las Palmas. Con el propósito de mejorar la defensa de las islas ante los frecuentes ataques piráticos Felipe II creó en 1589 la Capitanía General, posteriormente suprimida ante las protestas de los cabildos y restablecida definitivamente a comienzos del siglo XVII.
La Iglesia era otra de las grandes instituciones vertebradoras de la nueva sociedad. Su poder económico e influencia social eran extraordinarios: parroquias y conventos poseían grandes extensiones de tierra, percibían el diezmo y ejercían competencias exclusivas en materia educativa y de beneficencia.
Cultura
Junto a las manifestaciones de la cultura popular (arquitectura tradicional, folklore, artesanía, etc.) arraigarán pronto en el archipiélago los lenguajes artísticos adoptados por las elites europeas. El gótico y el mudéjar están presentes en numerosas edificaciones de las islas de señorío desde el siglo XV, pasando luego al resto del archipiélago (Catedral de Santa Ana, Casa Gadea-Mansel). Desde el norte de Europa arribarán a las islas numerosas piezas artísticas (imágenes, retablos, trípticos, etc.) de factura gótico-flamenca, como el retablo de San Juan de Telde o la Adoración de los Reyes de Taganana.

Otras, como el Cristo de La Laguna, son de inspiración andaluza. El renacimiento se mostrará en edificios civiles como el Ayuntamiento de Santa Cruz de La Palma o en viviendas como el Palacio de Lercaro en La Laguna. De estas fechas data el origen de los principales conjuntos monumentales del archipiélago: Santa Cruz de La Palma, Vegueta en Las Palmas y La Laguna. El autor literario más importante del siglo XVI fue el poeta Bartolomé Cairasco (1538-1610); con posterioridad surge la figura del también poeta Antonio de Viana (1578-¿)
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