Sofía Guadalupe Pérez Casanova
Hija natural de Rosa Casanova Estomper, natural de Nueva Orleans, y de Vicente Pérez Eguía, natural de San Martín de Valongo (Orense), que contrajeron matrimonio dos años después del nacimiento de Sofía.
El padre abandonó a su familia tras el nacimiento del tercer hijo y pasaron a vivir con los abuelos maternos.
Sofía estudió los primeros años en una escuela privada de La Coruña, hasta que decidieron marchar a Madrid en 1874, cuando ella tenía trece años. Tras el fallecimiento del abuelo, fueron protegidos por el conde de Andino, Patricio Aguirre de Tejada, y José Pla, ferrolano, quien la presentó al marqués de Valmar, que la introdujo en Palacio en su condición de joven poeta. A partir de entonces, frecuentó las casas de Leopoldo Augusto del Cueto, Concepción Jimeno, Blanca de los Ríos, etc.
Conoció a Vicente Lutolawski, filósofo polaco que había llegado a España para recoger datos para un libro sobre el pesimismo en Europa, en casa de Campoamor, y contrajeron matrimonio en 1887: “Quedé ipso facto súbdita del Zar de todas las Rusias”. Marchó a Varsovia, y residió en el señorío de Drozdowo, propiedad de la familia, donde le sorprendió la Gran Guerra, después de haber pasado unos años en Rusia acompañando a su marido, profesor de universidad.
Vino varias veces a España y en Madrid tuvo una tertulia a la que acudían, entre otros, Segismundo Moret, Ramón y Cajal, Benavente, Pardo Bazán, etc., y creó el Comité Femenino de Higiene Popular, cuya presidencia ostentó hasta su marcha, con la misión de enseñar a las madres de clase modesta a cuidar a sus hijos.
Cuando ya su fama como poeta y novelista era grande, Benito Pérez Galdós, director del Teatro Español en 1913, le estrenó su única pieza teatral: La madeja, comedia que obtuvo gran éxito en su única representación.
Entre las dos guerras, en una de sus estancias españolas, nació su hija Hala, mientras que sus hermanas lo hicieron en Berlín y Moscú respectivamente.
Llevaba veinte años viviendo entre España y Polonia, criando a sus tres hijas, “enfermera de un marido enfermo”, que la abandonó, y cultivando la literatura cuando estalló la Gran Guerra. De Drozdowo pasó a Varsovia y trabajó en un hospital durante un año, envió crónicas para el ABC sobre las costumbres y cultura polaca hasta 1914, cuando asumió la corresponsalía de guerra. Sus observaciones, resultado de un conocimiento directo del país, tienen el valor de relatar la historia de forma distinta a la de sus colegas masculinos. Arrastrada por la retirada de los rusos, marchó a Moscú y luego a San Petersburgo, donde permaneció tres años. Su experiencia quedó reflejada en sus obras De la guerra, En la corte de los zares, La revolución rusa de 1917 y La revolución bolchevique.
Entre 1923 y 1938, visitó España varias veces, en una situación precaria, y recibió numerosos homenajes en su tierra natal y en Madrid. Se le concedió la Gran Cruz de Alfonso XII, y Antonio Maura, en nombre de la Real Academia Española, la propuso para el Premio Nobel de Literatura.
En 1939 Polonia fue ocupada por los nazis, de los que la protegió un salvoconducto obtenido gracias a la mediación del general Franco, pero de nuevo en 1944 la contraofensiva soviética la dejó en la ruina e incomunicada. Su hija Bela huyó en 1950 al Canadá junto a su marido, el general Wolikowski y, a partir de entonces, las noticias llegaron a través de la línea España-Canada-Polonia gracias a sus contactos diplomáticos. Hasta sus últimos días, Sofía Casanova permaneció atenta a la carrera literaria de sus amigas: Concha Espina, Emilia Pardo Bazán y, muy especialmente, Blanca de los Ríos.
Al constituirse la Real Academia Gallega, se la designó miembro correspondiente y el 16 de abril de 1952 se la nombró académico de honor. Cultivó todos los géneros literarios, desde la poesía, en la que se inició como escritora, a la novela, los libros de viajes, la literatura epistolar y la corresponsalía de guerra, sin olvidar el teatro. Su obra es el testimonio directo de una superviviente de cuatro guerras. A su conocimiento de los idiomas —portugués, francés, italiano, inglés, polaco y ruso—, se unió una amplia cultura. Tradujo al castellano las obras de Sofía Kowalewska y Sienkiewicz, mientras que las suyas fueron traducidas al polaco por Lange, al sueco por Gioran Biorkman, al francés por Gaston Paris y al italiano por Hugo Della Seta.
Escribió hasta el último momento, ciega, “con el brazo en el aire y la mano en un cartoncito, apoyada en la izquierda”. Publicó en colecciones como “La novela semanal” o “La novela corta” y colaboró, entre otras, en las revistas: Flores y Perlas (1883), La Gran Vía (1895), El Álbum Ibero-Americano (1896, 1897, 1902), Revista Gallega (1899, 1900), España Artística (1899-1900); y los diarios: El Liberal (1907-1913), La Tribuna (1911-12) ABC (1915-1936, 1940, 1944) y El Imparcial (1884, 1890, 1911).
No hay comentarios:
Publicar un comentario