O Felipe IV de Francia, el Hermoso:-
En 1314 Jacques de Molay, gran maestre del Temple, ardía en la hoguera. Su orden había sucumbido ante las ambiciones de un hombre, Felipe IV de Francia, de sobrenombre ‘el Hermoso’, quien, mediante una impresionante operación policial, prendió simultáneamente a todos los monjes guerreros del país.
Hoy, sabiendo lo poderosos que eran los templarios, sigue impresionándonos la “hazaña” de Felipe. Pero estudiando su biografía constatamos que su gesta tenía truco, pues el rey llevaba decenios entrenando.
El 29 de noviembre de 1314 muere en Fontainebleau, Francia, Felipe IV de Francia apodado "el Hermoso", de la dinastía Capeto. (Fontainebleau, 1268 - 1314).
Era hijo de Felipe III de Francia, a quien sucedió en 1285. Un año antes ya era rey de Navarra y duque de Champaña, por su matrimonio con Juana I de Navarra (1284).
Fue un rey piadoso, aficionado a la caza y celoso de la grandeza de su linaje (hizo canonizar a su abuelo Luis IX); pero apenas se ocupó de los asuntos de gobierno, que dejó en manos de sus consejeros. Al morir le sucedió su hijo Luis X el Testarudo (0bstinado).
La Francia de finales del siglo XIII y principios del XIV estuvo gobernada por el monarca Felipe IV, conocido históricamente como el Hermoso o como el Rey de Hierro, esto último, a causa de su dura e intransigente personalidad.
El periodo histórico propuesto destaca por ser uno de los momentos más violentos de toda la historia de la humanidad, ya que nos encontramos con el desarrollo de las últimas cruzadas, con grandes hambrunas, persecuciones religiosas, enfrentamientos feudales, complots políticos y enfermedades contagiosas.
Será con el avance del siglo XIV, cuando las cruzadas vayan quedando apartadas, dejando paso al desarrollo del continente europeo.
Felipe IV perteneció a la mítica dinastía real europea de los Capeto, fundada por Hugo Capeto(rey de los francos) en el siglo X.
Desde el ascenso de Hugo Capeto al trono hasta la caída de Felipe IV, sólo once monarcas ostentaron la corona de Francia, dejando todos ellos con vida a un heredero que pudiera perpetuar el legado de la dinastía, algo que llevó a todos sus súbditos a bendecir a los Capetos.
Además, esta notable continuidad regia se plasmó en una sociedad que se terminó acostumbrando a vivir bajo la misma ley, lo que poco a poco dio lugar a una tímida encarnación de la idea de nación, la cual emanaba de la persona del rey, puesto que el rey era Francia.
No obstante, la muerte de Felipe IV y la consiguiente convulsión en la sucesión de monarcas posterior destruyó todos los avances logrados, pasando los Capetos a ser vistos por sus súbditos como una dinastía envuelta en la fatalidad y la maldición.
Felipe IV el Hermoso ya desde joven se hizo amo absoluto de todas las decisiones del reino, convirtiendo a Francia en uno de los ejes centrales de Europa.
A pesar de todo, nuestro protagonista no nació como heredero al trono francés, pues no fue el primogénito de Felipe III el Atrevido, sino su segundo vástago.
No obstante, el destino jugo sus cartas, pues tras el envenenamiento de su hermano mayor Luis y su consiguiente muerte, el joven Felipe se convirtió en el heredero de su padre, sucediéndolo en 1285.
El monarca a lo largo de su reinado destacó por su ferrea mano para el gobierno y sus políticas restrictivas, algo que le llevó a: dominar a los barones del reino, permitir a sus vasallos comprar su libertad, apagar la sublevación flamenca, frenar a los ingleses en Aquitania y subyugar al Papado, convirtiéndose con esto en uno de los principales protagonistas de la crisis que vivió el pontificado entre los siglos XIII y XIV.
Felipe IV, a través del atentado de Anagni (1303) contra el Papa Bonifacio VIII (Pontífice que había intentado excomulgar al rey francés a través de la bula Unam Sanctam), consiguió que este abandonara la silla de San Pedro, se nombrara a un nuevo Papa (el francés Clemente V, aunque anteriormente le precedió durante un año Benedicto XI) y se trasladara la sede pontificia de Roma a Avignon a partir de 1309 hasta 1377.
Por otro lado, el éxito del gobierno real también estuvo en la intuición que tuvo Felipe el Hermoso para saber rodearse de hombres notables (Guillermo de Nogaret o Enguerrand de Marigny) que supieron aconsejarle sobre el rumbo que debían seguir sus mandatos, encaminándose la mayoría de ellos a paliar las necesidades que experimentaba continuamente el Tesoro de Francia.
Algo que le llevó a poner en marcha agobiantes impuestos, a variar el valor de la moneda y a expoliar a los judíos.
Sin embargo, la crisis económica se hizo notable durante su reinado, lo que llevó al reino a la ruina y al hambre, multiplicándose como consecuencia los motines y las ejecuciones en los patíbulos, ya que nadie podía oponerse a la autoridad real, todos debían inclinarse ante ella, consiguiendo así Felipe IV fortalecer el poder real francés.
Soberanía que a ojos del rey estaba garantizada, puesto que la sucesión al trono estaba a salvo, ya que contaba con tres hijos varones sanos: Luis X, Felipe V y Carlos IV; casados con Margarita de Borgoña, Juana de Borgoña y Blanca de Borgoña, respectivamente.
Junto a estos varones contaba con una cuarta hija: Isabel, reina de Inglaterra tras su matrimonio con Eduardo II Plantagenet. Mujer que pasará a la historia con el nombre de la Loba de Francia, ya que fue la directora de la revuelta de los barones ingleses contra su marido, al que acabaron derrocando y asesinando.
Gobernó Inglaterra tras esto, junto a su amante Sir Roger Mortimer en nombre de su hijo Eduardo III, hasta que este tomó las riendas de Inglaterra mandando ahorcar al amante de su madre en 1330.
La suma de todo lo anterior, nos hace ver a Felipe IV como a uno de los soberanos más poderosos de toda la Cristiandad.
No obstante, el monarca se encontró con un poder que logró desafiarlo y oponerse a él: La orden de los Caballeros del Temple.
Esta mítica organización eclesiástico-militar ostentó una gloria y una riqueza incalculables, además gracias a su pericia financiera contó con señoríos repartidos por toda Europa, especialmente por Francia, donde Felipe IV también les confió el control del Tesoro.
Felipe IV aprovechó el control adquirido sobre el Papado para poner en marcha una conspiración contra el Temple, que lo destruyera y le permitiera hacerse con sus riquezas.
Así, bajo el consentimiento de Clemente V (el Papa no tenía nada en contra de la orden), Felipe IV ordenó a su consejero Nogaret que pusiera en marcha en 1307 un proceso jurídico contra el Temple.
El proceso, no exento de corruptelas e intereses oscuros (los caballeros deberían haber sido juzgados mediante el derecho canónico), duró siete largos años siendo en torno a quince mil hombres apresados, torturados, asesinados y obligados a confesar bajo tormento cargos como: sodomía, idolatría, hechicería, entre otros; en resumen, los templarios fueron tachados de herejes, algo que condujo a la orden hacia su destrucción.
El colofón a esta conspiración llegó en marzo de 1314 con la condena y ejecución del gran maestre de la orden Jacques de Molay, quien fue quemado vivo en la hoguera frente a una gran multitud, tras ser duramente torturado y arrancadas de su garganta varias confesiones falsas, gracias a la gran labor que los torturadores de Nogaret hicieron con el cuerpo del gran maestre.
Sin embargo, Molay se retractó públicamente de sus confesiones antes de ser quemado vivo y profirió una maldición con su último aliento contra el rey, el Papa y todos los demás actores que habían participado de su desdicha.
Clemente V inició una pugna con el rey por los bienes templarios, pero Felipe no cedió hasta años después de la disolución de la orden en Francia, cuando se decidió que las propiedades del Temple pasaran a los caballeros hospitalarios.
Para entonces el monarca francés ya se había hecho con todo el dinero y, además de liquidar sus deudas con los templarios, en un tremendo giro de guion, se proclamó prestamista de la orden.
Quizá Felipe habría continuado con sus saqueos, pero el de los templarios fue su último golpe.
Tras la confiscación de todos los bienes del Temple, la situación económica debió haber mejorado, sin embargo esto no fue así, ya que rápidamente el Tesoro francés volvió a dar síntomas de agotamiento.
A esto se unió un problema inesperado que corrompió la tranquilidad del reinado, el escándalo de la torre de Nesle, el cual involucró a toda la familia real, punto de partida de la maldición que persiguió a los Capetos hasta su final.
Lugar que se convirtió en un espacio de lujuria elegido por las princesas borgoñonas, Blanca y Margarita, esposas de los príncipes franceses Carlos IV y Luis X, para mantener citas con su amantes secretos, los hermanos normandos Philippe y Gautier D’Aunay, quienes además contaban con la ayuda y el encubrimiento de la otra princesa, Juana, esposa del hermano restante, Felipe V.
El engaño fue descubierto por Isabel de Francia, la única hija de Felipe IV y hermana de los príncipes humillados. Cuando el escándalo estalló y salpicó a toda la familia real, el rey se mostró implacable con sus nueras y sus amantes.
De esta forma, tras un largo consejo y tras serles arrancadas las confesiones de adulterio mediante torturas a los hermanos D’Aunay, se dictó sentencia.
Los hermanos fueron condenados a ser: enrodados, despellejados vivos, castrados, decapitados y colgados en público.
Por su parte, las nueras del rey, Margarita y Blanca fueron condenadas a ser encarceladas de por vida en la fortaleza de Château-Gaillard.
Juana la nuera restante, por cómplice y encubridora del adulterio fue condenada a ser encerrada en el torreón de Dourdan hasta que el rey la liberase.
Apoyada por su madre Mahaut de Artois, se reconcilió con su marido, cuando este ya era el rey Felipe V, y se convirtió en reina de Francia en 1317.
Además, las tres nueras, fueron condenadas también a presenciar el calvario de sus amantes en persona a través de unas carretas tapadas con lonas.
La familia real se desmoronó puesto que la condena de sus esposas dejaba a los tres hijos de Felipe IV sin capacidad para aumentar su descendencia, poniendo en peligro a los Capetos: Luis sólo contaba con una hija, Juana, tachada de ilegitima tras el escándalo; Carlos no tenía descendencia alguna con Blanca; Felipe contaba con tres hijas a las que el escándalo también podía salpicar.
Los problemas para el rey no terminaron aquí, ya que el 20 de abril de 1314, se produjo la repentina muerte del Papa Clemente V, cumpliéndose así el primer punto de la maldición de Molay, aunque pocos días antes también había muerto en extrañas circunstancias el caballero Guillermo de Nogaret (principal actor del proceso y las torturas contra los templarios), maldito también.
La línea Capeto acabaría cuando los tres hijos de Felipe IV murieron sin herederos, siendo llamados "los reyes malditos".
Con la venida del otoño de ese mismo año de 1314, llegará el momento culmen de la maldición, ya que en el mes de noviembre se producirá la muerte del monarca tras un supuesto accidente de caza, pues cuando iba a acometer una estocada a un ciervo quedó paralizado, siéndole más tarde diagnosticado un derrame cerebral en una zona no motriz del cerebro.
Lo que le llevó a estar postrado en cama, hasta el día de su muerte, el 29 de noviembre de 1314.
La maldición se había cumplido en su primera fase, ya que todos los malditos directamente por el gran maestre, habían perecido antes del término de ese fatídico año de 1314 (Nogaret y Clemente V en abril, el rey en noviembre), como Molay había predicho antes que las llamas de la hoguera abrasaran su lengua.
Sus restos fueron enterrados en la basílica de Saint-Denis. A petición propia, su corazón fue llevado al monasterio de Poissy en compañía de la Gran Cruz de los Templarios.
Su sepultura, como la de otros príncipes y dignatarios que reposaban en ese lugar, fue profanada por los revolucionarios en 1793.
Sus contemporáneos lo juzgaron como poseedor de una extraña expresión facial, pues su mirada era fija y no parpadeaba durante mucho tiempo, y de una rara belleza y un físico entero «parecía una viva imagen de la grandeza y majestad de los Reyes de Francia>>.
Cuando murió Felipe IV, le sucedió Luis X el Obstinado, que repudió a Margarita, y posiblemente la hizo matar en prisión, casándose de nuevo poco después.
Pero Luis X murió al poco tiempo después de jugar un partido de tenis especialmente enérgico, en 1316, dejando la sucesión en una situación peligrosa.
Tenía una hija, Juana, sobre la que pesaba la losa de la infidelidad de su madre, y un hijo nonato con su segunda esposa, Juan, llamado Juan I el Póstumo, cuando nació, pero murió poco después.
Los nobles franceses no querían a una mujer en el trono tras todo lo que había pasado, así que le dieron el trono al hermano de Luis X, Felipe V el Largo.
Para evitarse problemas, Felipe V reactivó la Ley Sálica, para evitar que las mujeres reinasen.
Restableció a su mujer Juana, que estaba en arresto domiciliario desde el juicio a pesar de su inocencia.
Felipe gobernaría junto a Juana hasta 1321, año en el que murió, pero sólo tenía hijas, y gracias a la Ley Sálica, fue su hermano Carlos IV, el que heredó el trono. Juana vivió tranquila el resto de su vida.
Carlos IV el Hermoso, una vez en el trono, pidió la nulidad de su matrimonio con Blanca, que llevaba encerrada en unos calabozos desde el juicio, y la mandó a una abadía, en la que fallecería al año siguiente, Carlos IV se casó de nuevo al poco tiempo de nuevo.
Pero a pesar de sus intentos, cuando Carlos IV murió en 1328, solo lo sobrevive una hija, que estaba embarazada, así como su tercera mujer, embarazada también, pero las dos dieron a luz niñas, por lo que no quedó ningún heredero real varón para continuar con la dinastía reinante.
Como nadie quiso modificar la Ley Sálica, se tuvo que buscar a un nuevo rey fuera de la familia, el elegido fue Felipe de Valois, primo de Carlos IV, de una rama menor emparentada con los Capetos, que subió al trono como Felipe VI, pero otro de los candidatos era el rey de Inglaterra, Eduardo III, hijo de la hermana de Carlos IV, Isabel, la descubridora del escándalo que llevó a esta situación, que también tenía derechos dinásticos.
Esto motivó el comienzo de la Guerra de los Cien años, que arrastraría a Francia e Inglaterra a tan famoso enfrentamiento, y todo por no dejar gobernar a una mujer…

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