Existen bacterias capaces de obtener energía mediante un proceso conocido como “respiración metálica”. Aunque suene sorprendente, está comprobado científicamente: algunos microorganismos, como los de los géneros Geobacter y Shewanella, pueden transferir electrones a minerales metálicos del entorno, utilizándolos como parte de su metabolismo.
A diferencia de la mayoría de los seres vivos, que dependen del oxígeno para su respiración, estas bacterias pueden “respirar” metales. En lugar de usar oxígeno como aceptor de electrones, emplean compuestos como óxidos de hierro, manganeso o incluso uranio. Este intercambio de electrones les permite liberar energía y mantenerse activas en ambientes donde el oxígeno escasea.
En el caso de Geobacter sulfurreducens, por ejemplo, las bacterias forman filamentos conductores llamados nanocables, que les permiten transportar electrones hacia los metales del entorno. Shewanella oneidensis, por su parte, puede generar una corriente eléctrica medible cuando entra en contacto con ciertos minerales metálicos.
Estos hallazgos no solo amplían el conocimiento sobre cómo puede funcionar la vida en condiciones extremas, sino que también han inspirado avances tecnológicos. Se están desarrollando bioceldas que aprovechan la actividad de estas bacterias para generar electricidad y métodos de biorremediación capaces de transformar metales tóxicos en formas menos dañinas.

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