viernes, 7 de noviembre de 2025

El 7 de noviembre de 1659 se firmó el Tratado de los Pirineos por Luis de Haro y Mazarino





 El 7 de noviembre de 1659 se firmó el Tratado de los Pirineos por Luis de Haro y Mazarino, plenipotenciarios de los reyes español y francés, respectivamente, en la isla de los Faisanes, situada sobre el río Bidasoa que separa ambos países. Este tratado puso fin a la larga guerra entre las dos potencias iniciada en mayo de 1635, durante la guerra de los Treinta Años.

Francia entró en la guerra de los Treinta Años después de las victorias españolas contra los rebeldes holandeses en 1625, contra los suecos en Nördlingen en 1634 y por la invasión española del francófilo Electorado de Tréveris en 1635, tras la previa invasión francesa del hispanófilo Ducado de Lorena y Bar. En 1640 Francia comenzó a interferir en la política interna española, apoyando a los sublevados catalanes durante la sublevación de Cataluña, al tiempo que España apoyaba la Revuelta de la Fronda en 1648. En las negociaciones de la Paz de Westfalia y el Tratado de Münster en 1648, que pusieron fin a la guerra de los Treinta Años, Francia se anexionó los territorios del sur de Alsacia, además de controlar Lorena, cerrando el llamado Camino Español que unía las posesiones españolas en Italia y en Flandes a través de Suiza y el Franco Condado. Las peticiones de Mazarino no fueron aceptadas por España, que firmó la paz con las Provincias Unidas y continuó la guerra con los franceses.
Después de 10 años de guerra, Francia—aliada con Inglaterra, en el tratado de París (1657)— venció a las tropas españolas en la batalla de las Dunas en 1658, pero al año siguiente la guerra se detuvo al ser derrotados los franceses en su campaña para tomar Milán. La paz se firmó poco después en la isla de los Faisanes entre los signatarios Luis de Haro, representante de Felipe IV de España, y el cardenal Mazarino, representante de Luis XIV de Francia.
Tras la victoria francesa, hubo cambios territoriales. En la frontera del norte, Francia recibió el condado de Artois salvo Aire-sur-la-Lys, Arques, Clairmarais y Saint-Omer, además de una serie de plazas fuertes en Flandes, Henao y Luxemburgo, entre las que se encontraban Bourbourg, Saint-Venant, Gravelinas, Avesnes-sur-Helpe, Landrecies, Le Quesnoy, Philippeville, Montmédy, Carignan, Chauvency-le-Château, La Ferté-sur-Chiers, Marville, Damvillers y Thionville.
En la frontera del sur, se concertó la cesión a Francia del Rosellón, el Conflent, el Vallespir y una parte de la Cerdaña, todos ellos situados en la vertiente septentrional de los Pirineos y que las tropas francesas habían ocupado en apoyo de los sublevados catalanes. La frontera con España se fijará desde entonces siguiendo los Pirineos, salvo en lo que se refiere al enclave de Llivia y al Valle de Arán.
El tratado también preveía la boda entre Luis XIV de Francia y María Teresa de Austria, hija de Felipe IV. En la imagen puede verse la pintura que representa el posterior encuentro entre el rey Luis XIV de Francia y Felipe IV de España en la isla de los Faisanes el 7 de junio de 1660, en el cual el monarca español entregaba a su hija María Teresa al francés como esposa. Su dote se fijó en medio millón de escudos de oro, a cambio de renunciar a sus derechos sucesorios al trono de España. Esta compensación no se pagó nunca, sirviendo de excusa a Luis para iniciar nuevas hostilidades, en la llamada guerra de Devolución de 1667.
La Paz de los Pirineos se completó un año después por el Tratado de Llivia (1660) que acordó el paso a soberanía francesa de 33 pueblos y lugares del valle de Carol y el Capcir, quedando el enclave de Llivia bajo dominio español. Llivia quedó fuera de este tratado por tratarse de una villa, privilegio concedido por el Emperador Carlos V, por lo que continuó bajo dominio del Rey de España. De esta forma se fijó de un modo más preciso la división de la Cerdaña entre España y Francia.
En el tratado se incluyó un indulto general y la restitución de bienes a todos los perseguidos durante los años de la sublevación catalana. En cuanto al Rosellón, el compromiso incluía mantener la vigencia de los Usatges de Barcelona y sus instituciones al norte de los Pirineos, con sede en Perpiñán, pero esta parte no fue respetada por el rey francés Luis XIV. Un año después (1660), los Usatges fueron derogados por la monarquía francesa, lo que conllevó la abolición de las instituciones propias en el Rosellón, así como la prohibición del uso del catalán en el ámbito público y oficial so pena de invalidar lo escrito o dicho.
El Tratado de los Pirineos de 1659 marcó el fin de la hegemonía española en Europa y el inicio de la hegemonía francesa, consolidando la frontera natural entre España y Francia.
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