viernes, 31 de octubre de 2025

El 31 de octubre de 1214 murió Leonor Plantagenet, reina consorte de Castilla tras casarse con el rey Alfonso VIII.

 El 31 de octubre de 1214 murió Leonor Plantagenet, reina consorte de Castilla tras casarse con el rey Alfonso VIII.


Hija del rey Enrique II de Inglaterra y de su esposa, la reina Leonor de Aquitania, tuvo varios hermanos, entre ellos los reyes Ricardo Corazón de León y Juan sin Tierra, monarcas de Inglaterra. Nacida en una localidad de Normandía y en el seno de una de las Cortes europeas más importantes, sus padres no tardaron en buscarle un destino acorde con su posición social. Por eso pensaron en un matrimonio de estado que afianzara la complicada política angevina en territorio francés, donde su dinastía rivalizaba con los Capeto, titulares del trono galo, y con algunos magnates de su entorno, reacios a reconocer el poder desmedido que los Plantagenet habían alcanzado en la Francia atlántica.
Poco importaba la supuesta belleza de una niña que rondaba los ocho años, ensalzada por diversos contemporáneos, pues cobraron fuerza los intereses de las Coronas castellana e inglesa. Los primeros sufrían en La Rioja y Vizcaya el hostigamiento del reino navarro, afín a los Capeto y hostil a los Plantagenet. Es más, del lado castellano debió pesar el consejo del conde Lope Díaz de Haro I, ferviente defensor de sus dominios vizcaínos frente a los navarros y, por ende, aliado del poderoso clan de los Lara. Además, ingleses y castellanos contaban con la connivencia de Alfonso II de Aragón, en buenas relaciones con los Plantagenet y rival, como éstos, del rey navarro y de los Capeto. De hecho, aumentaron los contactos entre las Cortes castellana y aragonesa y la mediación de Alfonso II resultó crucial en el concierto matrimonial, por más que este asunto se convirtiera en un eslabón más de la política internacional de ambos reinos.
Según algunos autores, el enlace con Alfonso VIII de Castilla debió de plantearse en noviembre de 1169, aunque otras fuentes apuntan a marzo del año siguiente. El matrimonio vino acompañado del consiguiente reparto de dote y arras. En el primer caso, Leonor aportó La Gascuña, de importancia estratégica y comercial para los castellanos, al tiempo que los ingleses afianzaban su expansión mercantil por las costas de un estado amigo. Respecto a las arras otorgadas por Alfonso VIII, consistían en la tenencia de un gran número de ciudades y villas castellanas, entre ellas Calahorra, Logroño, Burgos y Castrojeriz, a las que se sumaron las rentas regias de otras tantas localidades, incluidos varios puertos del Cantábrico. El matrimonio sirvió para reforzar la frontera pirenaica, y Leonor Plantagenet aportó el condado de Gascuña que Alfonso VIII nunca pudo anexionar a Castilla. Sin embargo, numerosos caballeros gascones vinieron a la península para ayudar a su señor en la lucha contra los almohades.
Casados ya, los jóvenes Soberanos se incorporaron al quehacer cotidiano de la Corte, aunque la Reina debió quedar apartada de la política y dedicada a su formación como soberana castellana. Las fuentes recuerdan su prudencia y honradez y ensalzan la compenetración y el amor existente entre ambos esposos, incluso en los asuntos de estado. Algunos textos recogen retazos de una vida palaciega en la que dejó su impronta la moda trovadoresca venida del norte de los Pirineos. Las fuentes ensalzan las cualidades humanas de Leonor Plantagenet, tanto por su amor hacia su marido y dedicación hacia sus hijos, como por sus atenciones para con los más necesitados, aunque en ello se vislumbre cierto afán panegírico.
Aunque desarrolló la mayor parte de su vida en Castilla, no se olvidó de las devociones de su niñez. Por eso favoreció a la casa cisterciense de Fontevrault, a la que, junto a su esposo, concedió una renta de 100 áureos anuales. A imitación de esta institución promovió la fundación del monasterio de Santa María de Las Huelgas en las afueras de Burgos. Allí residió durante largas temporadas, al igual que el resto de la Familia Real y se convirtió por deseo de los reyes, en casa madre de todas las abadías femeninas cistercienses en territorio de Castilla y fue elegido por Alfonso VIII y su esposa como panteón real para ellos y sus descendientes.
La reina ordenó edificar en la catedral de Toledo, una capilla dedicada al santo Tomás Becket o Tomás Canturiense (de Canterbury), como era conocido entonces, que fue la primera dedicada al santo británico fuera de las islas británicas. La capilla no se conserva en la actualidad.
Alfonso VIII y Leonor trajeron al mundo catorce hijos. Algunos fallecieron siendo niños o adolescentes, otros como Berenguela, la mayor, la casaron con Conrado Hohenstaufen, aunque la muerte de éste acabó con este prestigioso enlace. Se plantearon entonces sus nupcias con Alfonso IX de León, matrimonio que, al decir de algunas crónicas, partió de la iniciativa de Leonor. Alfonso VIII no estaba muy convencido, aunque ayudase a serenar las tensas relaciones existentes entre ambas Coronas. No obstante, el enlace más acorde con los intereses de los Plantagenet fue el de Blanca, pues desposó con el futuro Luis VIII de Francia.
Falleció varias semanas después de la muerte del rey Alfonso VIII acaecida el 6 de octubre del mismo año. Por lo que fue regente de Castilla durante esos veinticuatro días.
Puede ser una imagen de la Basílica del Santuario Nacional de la Inmaculada Concepción
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