migos de EL PORTAL DEL SABER,
mi nombre es Tomás de Torquemada, y aunque mi apellido aún provoca susurros, miedo o desprecio, os hablo con la serenidad de quien jamás dudó de su misión.
Nací en tiempos convulsos, cuando la fe no era solo un consuelo del alma, sino el pilar que sostenía reinos enteros. Desde joven abracé la vida dominica, austera y severa, porque aprendí pronto que la verdad no siempre acaricia: a veces hiere, y aun así debe imponerse. No busqué poder, pero el poder me encontró cuando los Reyes Católicos pusieron en mis manos la responsabilidad más pesada que un hombre puede cargar: vigilar la pureza de la fe.
Fui nombrado Inquisidor General no para complacer multitudes, sino para obedecer a Dios y a la Corona. España se estaba forjando como un solo cuerpo, y yo creía —con una convicción que jamás flaqueó— que un cuerpo dividido en creencias contradictorias estaba condenado a la ruina. Mi deber era detectar la herejía allí donde se ocultara, incluso en el corazón de quienes se decían cristianos
.
Muchos me llaman cruel. Yo me llamo coherente. La Inquisición no fue un capricho mío, sino un instrumento del tiempo que me tocó vivir. Apliqué leyes, procedimientos y castigos que hoy horrorizan, pero que entonces se consideraban necesarios para salvar almas eternas. La tortura no era venganza; era un medio, duro y terrible, para arrancar la verdad cuando el silencio amenazaba la salvación colectiva.
Confieso que nunca fui un hombre de sonrisas. Dormía poco, comía frugalmente y desconfiaba incluso de mi sombra. Sabía que muchos me odiaban y que otros tantos fingían devoción mientras rezaban por mi caída. Aun así, no retrocedí. Preferí ser temido que permitir que la herejía floreciera como veneno invisible
.
Cuando en 1492 los judíos fueron expulsados, creí que España cerraba una herida abierta desde siglos atrás. No vi lágrimas; vi una nación que se afirmaba. Tal vez hoy juzguéis esa decisión con dureza, pero yo solo conocí un criterio: la unidad de la fe como garantía del orden.
Morí en 1498, rodeado de escoltas, no por vanidad, sino por prudencia. Sabía que la justicia que administré había dejado cicatrices profundas. Mi nombre no fue olvidado, y quizá ese sea mi castigo… o mi legado.
No os pido absolución. Solo comprensión histórica. Fui hijo de mi tiempo, instrumento de una idea que creí divina, y ejecutor de una misión que jamás abandoné. Que la historia me juzgue, pero que lo haga con conocimiento, no con simplificaciones
.
FUENTES HISTÓRICAS CONSULTADAS
- Encyclopaedia Britannica – Tomás de Torquemada
https://www.britannica.com/biography/Tomas-de-Torquemada - Henry Kamen, La Inquisición española
- Joseph Pérez, La Inquisición española: una nueva visión
- Archivo General de Simancas (documentación inquisitorial)
No hay comentarios:
Publicar un comentario