viernes, 5 de diciembre de 2025

RUSIA, 1812.- EL REGIMIENTO ESPAÑOL JOSE BONAPARTE.




 RUSIA, 1812.- EL REGIMIENTO ESPAÑOL JOSE BONAPARTE.

El regimiento José Napoleón fue creado en 1809 a base de unos peculiares voluntarios: prisioneros españoles de los campos de concentración franceses. Su núcleo inicial eran los restos del cuerpo del marqués de La Romana, que en 1807, cuando España era aliada del Imperio francés, habían participado en una expedición a Dinamarca junto al ejército napoleónico. Cuando llegaron allí las noticias de lo que había pasado en Madrid el 2 de mayo, la mayoría del cuerpo expedicionario de La Romana consiguió regresar a España en barcos ingleses, pero unos 4.500 hombres no lograron escapar y fueron internados en un campo de prisioneros. A ellos se unirían soldados capturados por los franceses en las batallas que se desarrollaban en España.
Para animar a los prisioneros a alistarse a las órdenes de Napoleón se les engañó diciendo que el nuevo regimiento sería destinado a España, y se le dio la apariencia de pertenecer al Ejército de la nueva dinastía que reinaba en Madrid. Fue bautizado con el nombre del rey José I, e incluso las insignias que llevaban y banderas eran españolas. Los prisioneros tenían como principal anhelo volver a nuestro país como fuese, pensando que una vez aquí desertarían y se pasarían al bando patriótico, por lo que hubo un alistamiento masivo, pero todo resultó mentira. El regimiento José Napoleón jamás fue destinado a España, incluso se le mantuvo lo más lejos posible de nuestras fronteras para evitar las deserciones. Su destino sería otro muy distinto: Rusia.
Como coronel al frente del regimiento José Napoleón se nombró al general Juan Kindelán. Un hijo suyo, el comandante José Kindelán, y unos contados oficiales españoles formaban la exigua minoría de afrancesados dispuesta a servir a Napoleón. Cuando se produjo la invasión de Rusia por la grande armée en junio de 1812, Napoleón tomó una precaución suplementaria, dividió en dos al regimiento José Napoleón, que contaba con cuatro batallones (3.200 hombres), y los destinó a cuerpos distintos. Ambos contingentes ya no estaban al mando de Kindelán, sino directamente de oficiales franceses. Los temores del emperador estaban justificados. A los pocos días de la invasión, un grupo de 133 españoles que iba en una columna de rezagados, al pasar por unos bosques, disparó contra los oficiales franceses y desertó. Lograron capturarlos y fusilaron a la mitad de ellos. ¡Mal principio! La mayoría de los soldados españoles no es que pretendieran desertar del combate, es que veían en la campaña de Rusia la oportunidad de pasarse al enemigo y volver sus armas contra el francés. No obstante, la belicosidad natural de aquellos soldados les hacía comportarse valientemente cada vez que entraron en combate, en Vitebsk, en Smolensko o en Borodino. Esta última batalla debía ser la decisiva de la campaña, según Napoleón, y se combatió con una fiereza que la convirtió en la más mortífera hasta entonces conocida. En el transcurso de ella los dos batallones españoles del cuerpo de Davout sufrieron graves pérdidas, 14 oficiales y 340 hombres, mereciendo el elogio del emperador. Sin embargo, existe una curiosa versión sobre su valeroso comportamiento. Al parecer, los españoles, cuando se vieron en primera línea, encontraron la ocasión de pasarse a los rusos, y se lanzaron decididamente hacia adelante, recogiendo y llevando con ellos a los heridos que les hacía el fuego ruso, algo que jamás se hace en un asalto. En Borodino, Napoleón creyó que el avance español para pasarse al enemigo era un temerario ataque y, enardecido, mandó la caballería en su apoyo. Los españoles terminaron por tomar sin querer el Gran Reducto, la principal posición rusa.
La ocasión se frustró, pero los españoles iban a tener pronto oportunidad de cambiar de campo, durante la desastrosa retirada francesa de Rusia. Napoleón entró en Moscú tras su victoria en Borodino, pero el zar no quiso firmar la paz, y cuando se echó encima el frío, en octubre de 1812, no tuvo más remedio que abandonar la capital y emprender una retirada que se convertiría en catástrofe, principalmente por la falta de suministros. Muy pronto se produjo una riada de bajas, soldados que se separaban de sus unidades para buscar algo de comer, se rezagaban, se perdían, morían de frío y hambre o eran presa fácil para los guerrilleros que les hostigaban. Napoleón había cambiado de opinión sobre el regimiento José Napoleón tras verlo avanzar en Borodino. Al terminar aquella batalla lo mandó en vanguardia a perseguir al ejército ruso, y cuando comenzó su propia retirada lo puso en cambio en la retaguardia, el lugar de mayor riesgo y responsabilidad, donde el mariscal Ney logró mantener la disciplina, y que fue pronto la única unidad operativa de las fuerzas francesas, protegiendo heroicamente la retirada de los demás. Cuando la Grande armée logró salir de Rusia, de los 350.000 hombres que habían comenzado la invasión no restaban más que 20.000, y de los 3.200 españoles no quedaban más que 160, incluidos 18 oficiales. Sin embargo, a diferencia de los franceses, la mayoría no había perecido, su suerte había sido muy distinta al resto de la Grande armée. Los españoles no se habían separado del grueso del ejército francés a la desesperada, espoleados por el hambre, sino que se habían ido organizadamente en grupos, buscando las fuerzas rusas.
Fuente José Francisco Gil.
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