¿Imaginas un dolor tan intenso que los científicos lo describieron como "caminar sobre carbones ardientes con un clavo oxidado de 7 centímetros clavado en tu talón"?
¿Un dolor que te hace temblar incontrolablemente durante horas y que algunos comparan literalmente con recibir un disparo?. Es la hormiga bala (Paraponera clavata), y su picadura ostenta el nivel máximo de dolor en la escala de Schmidt.

El entomólogo Justin Schmidt dedicó décadas a sistematizar el dolor de picaduras de insectos, sometiéndose a sí mismo como sujeto de prueba.
De 78 especies evaluadas, originalmente solo una recibió el máximo puntaje: la hormiga bala. Schmidt documentó: "dolor puro, intenso, brillante... temblor incontrolable y parálisis temporal de la parte afectada".
En Venezuela la llaman "hormiga 24 horas" porque esa es literalmente la duración del tormento. 

La ciencia descubrió el secreto molecular de este infierno: poneratoxina, un péptido neurotóxico de exactamente 25 aminoácidos que ataca los canales de sodio dependientes de voltaje en las células nerviosas.

Este péptido reduce el umbral de activación de los canales NaV1.6 y NaV1.7 (los responsables de la transmisión del dolor) e inhibe su inactivación normal. El resultado: las señales de dolor se amplifican y sostienen durante horas sin cesar.
Pero aquí está lo extraordinario: el pueblo Sateré-Mawé del Amazonas brasileño usa estas hormigas en rituales de iniciación masculina.
Los jóvenes deben colocar sus manos en guantes tejidos con docenas de hormigas bala vivas -aguijones hacia adentro- durante 5-10 minutos.
La parálisis temporal, el temblor que dura días, y el dolor extremo son considerados el camino hacia la madurez.
Científicamente, serían necesarias 245 picaduras para matar a una persona sana de 70 kg, pero nadie ha muerto jamás por picaduras de hormiga bala.

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