Cuando Melville Bissell murió repentinamente de neumonía en marzo de 1889, dejó a su esposa Anna con cinco hijos y una empresa tambaleante. La sociedad esperaba que ella vendiera el negocio y se retirara a la vida doméstica. Pero Anna no aceptó ese destino. En un tiempo en que las mujeres no podían votar en la mayoría de los estados ni participar en juntas directivas, Anna Bissell tomó el timón de la compañía y se convirtió en la primera CEO de Estados Unidos.
Su historia había comenzado mucho antes. Nacida en 1846 en Nueva Escocia, Canadá, Anna fue maestra a los 16 años y se casó con Melville a los 19. Juntos abrieron una tienda en Grand Rapids, Michigan, donde el aserrín de los envíos ensuciaba constantemente las alfombras. Melville inventó un barrendero mecánico, y Anna vio el futuro. Ella misma salió a venderlo, convenciendo a clientes y logrando que pioneros como John Wanamaker lo incluyeran en sus tiendas departamentales.
Cuando un incendio destruyó la fábrica en 1884, Anna consiguió préstamos y levantó la empresa en apenas tres semanas. Y cuando Melville murió, ella no solo mantuvo el negocio: lo expandió. Defendió patentes, creó una marca reconocible y llevó los barredores Bissell a Europa y América Latina. Incluso la reina Victoria ordenó que el Palacio de Buckingham fuera “Bisselled” cada semana.
En 1899, Bissell era la mayor compañía de barredores de alfombras del mundo. Sin embargo ella se dio cuenta que los trabajadores eran tratados como desechables, trabajando 12 horas sin parar y en condiciones peligrosas sin tomar precauciones, Anna creó algo diferente.
Introdujo uno de los primeros planes de pensión en EE. UU., compensación por lesiones laborales, vacaciones pagadas y políticas de bienestar que inspiraron lealtad eterna en sus empleados. Durante la depresión de 1893, se negó a despedir trabajadores y buscó alternativas para mantenerlos empleados.
Además, fundó la Bissell House, un centro para mujeres y niños inmigrantes, y participó en juntas de hospitales y hogares infantiles. Su hijo recordaría más tarde: “Su principal alegría era encontrar hogares para niños indigentes. Ella ha puesto cuatrocientos por lo menos.”
Anna dirigió la empresa hasta 1919 y fue presidenta de la junta hasta su muerte en 1934, a los 87 años. Su legado vive en cada plan de pensión, cada política laboral justa y en cada mujer que se atrevió a liderar después de ella.
Hoy, Bissell sigue siendo una empresa familiar con sede en Grand Rapids, con un valor cercano a los mil millones de dólares. En 2016, una estatua de bronce de siete pies fue erigida en su honor. Pero su verdadero monumento está en la historia del trabajo y el liderazgo: Anna Bissell barrió las barreras que decían que las mujeres no podían construir imperios.
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Basado en archivos de la Bissell Company, el Instituto Histórico de Grand Rapids, y registros del United States Business Hall of Fame. Este contenido es informativo, histórico y educativo.

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