No tenía ni para afeitarme, literal. Y eso que trabajaba en una fábrica de tapones para botellas. Fue ahí donde me cayó el rayo: ¿por qué los hombres usábamos cuchillas caras, peligrosas y que había que afilar? Pensé: “¿y si invento una cuchilla desechable, segura y barata?” El problema era uno: no tenía ni un centavo. 

Fui de banco en banco y todos me miraban como si estuviera loco. Me decían: “eso no se puede fabricar”. Perdí años golpeando puertas. Mientras tanto, mi familia pensaba que era un inútil. Me sentía un fracasado. A veces comía una sola vez al día. Pero seguía. Un día, conocí a un ingeniero que creyó en mí… y fabricó el primer prototipo. 

En 1903 vendimos 51 máquinas de afeitar. Nada impresionante. Pero al año siguiente… ¡vendimos más de 90.000! El mundo entendió que afeitarse podía ser rápido y limpio. De ahí en adelante, todo explotó. Pero no fue fácil: quebré antes de tener éxito, perdí la fe más de una vez, y me llamaron iluso muchas más. 

“El éxito no llega cuando tienes una gran idea. Llega cuando te aferras a ella aunque nadie más lo haga.” 

– King C. Gillette
No hay comentarios:
Publicar un comentario