lunes, 29 de septiembre de 2025

Canarias en la Antigüedad

 




Canarias en la Antigüedad

Los mitos clásicos

El mito constituyó la más temprana interpretación que dio el hombre al mundo que le rodeaba, con el mito ordenó la humanidad el caos exterior.  Por eso el mito es la explicación más antigua del mundo. La historia de todas las culturas humanas comienza con un mito que explica la creación del hombre.

Los antiguos griegos generaron una de las mitologías más ricas de la humanidad, fundamento de la civilización occidental. Entre aquellos mitos, Homero, el gran poeta de la Antigüedad, habla de los Campos Elíseos en La Odisea y los sitúa en el fin del mundo, lugar a donde van tras la muerte las almas de los héroes y hombres virtuosos. Allí viven dichosamente, pues no hay inviernos largos, ni lluvias, ni nieves y las brisas del océano refrescan los veranos. Muy probablemente, la progresiva colonización del Mediterráneo acabó por situar esta geografía mítica, casi siempre insular y fabulosa, allende el estrecho, en los confines del mundo conocido. Numerosos poetas, filósofos e historiadores posteriores hasta llegar al Renacimiento interpretaron y dieron forma al citado mito, identificándolo con los archipiélagos atlánticos que los viajeros púnicos y romanos visitaron por primera vez: islas paradisíacas con un clima benigno, cuya tierra produce toda clase de frutos sin necesidad de trabajo. 




Con el paso de los años, la tradición literaria identificó a las Islas Canarias con esta geografía mítica o locus amoenus. Viajeros extranjeros como Berthelot o Bory de Saint-Vincent, además de los autores locales (Viana, Carrasco, Torriani, etc.) reivindicaron la identificación del mito con el archipiélago. Así, las Islas de los Bienaventurados (makárôn nêsoi) y, en su caso, los Campos Elíseos, fueron ubicadas en estas latitudes; lo mismo ocurrió con el Jardín de las Hespérides, las Islas Afortunadas (en gran medida traducción de las Buenaventuras helenas). Finalmente, el de la Atlántida es el último gran mito clásico, entre cuyas innumerables ubicaciones se ha incluido al archipiélago, que para sus partidarios constituirían vestigios del continente sumergido. 


Primero viajeros

Las islas comienzan a salir del ámbito mitológico con los primeros viajeros antiguos. Los navegantes fenicios superaron el estrecho y fundaron colonias en la costa africana en el siglo VIII a.c. De las mismas fechas se han encontrado restos arqueológicos fenicios en la localidad de Mogador, actual Essaouira, situada a unos 400 km. al norte de Lanzarote. Para algunos las islas de Lanzarote y Fuerteventura serían las antiguas Purpurarias de los textos latinos. 

Desde la ciudad de Cádiz, fundación fenicia del 1100 a.c., los pescadores solían descender por la costa africana en busca del atún y la probabilidad de que hicieran escala en las islas es muy alta pudiendo, incluso, establecer factorías temporales destinadas a la salazón y transformación del pescado. 

Restos del naufragio de una nave fenicia en Lanzarote
Restos del naufragio de una nave fenicia en Lanzarote


Roma y Canarias

La primera noticia geográfica sobre unas Islas Afortunadas despojadas de referencias mitológicas la debemos a Estrabón (siglo I a.c.), que las sitúa hacia occidente, por la Mauritania, frente a Cádiz. Sin embargo, el testimonio más importante que ofrecen los autores antiguos sobre el archipiélago es obra de Plinio el Viejo (23-79), que en su Historia Natural menciona la expedición enviada por el monarca de Mauritania Juba II a las Islas Afortunadas, en la que por primera vez figuran sus antiguos nombres: Canaria, Nivaria, Junonia, Capraria, Ombrios, etc. 

El texto de Plinio tiene una gran importancia, pues constituye la primera referencia inequívoca sobre Islas Canarias, que salen definitivamente del ámbito legendario para entrar en el de la historia de occidente. En otro pasaje de su obra Plinio recoge el testimonio del general Suetonio Paulino y menciona la tribu africana de los canarii, ubicada en la cordillera del Atlas, en la zona oriental del actual Marruecos.


Hallazgos submarinos, como distintas ánforas encontradas en las costas de las islas, así como algunos grabados y yacimientos arqueológicos confirman la presencia romana en el archipiélago en fechas que van del siglo I a.c. al IV d.c. Los contactos comerciales, ya fuera en busca de materias tintóreas, pescado o el famoso garum, empleado como condimento alimenticio, parecen fuera de toda duda. Para algunos historiadores, el poblamiento de las islas fue obra de los romanos, que en fechas próximas al cambio de era trasladarían al archipiélago poblaciones norteafricanas rebeldes a la ocupación romana. Autores como el geógrafo Claudio Ptolomeo en su Guía Geográfica recogió la existencia de las Islas Afortunadas en el último lugar conocido hacia occidente.

Con la caída del Imperio Romano las Islas Canarias caen otra vez en el olvido, del que no serán rescatadas hasta el siglo XIV. Durante ese largo periodo las islas retornan al territorio del mito de la mano de autores cristianos, como Isidoro de Sevilla, o árabes, como al-Bakri. Nuevas leyendas sobre la evangelización de las islas, atribuida en unos casos a San Avito y en otros a San Brandán o San Maclovio, se sumarán entonces a los mitos clásicos.

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